domingo, 16 de mayo de 2010

Carlos Torres, matemático y poeta

Cuando estudiando el tercer curso del Bachillerato, saqué buenas notas en todas las asignaturas, pero en Matemáticas, me suspendieron. Carlos Torres no se dio cuenta de la belleza, filosofía y poesía que encierran las Matemáticas hasta el segundo curso del Bup, porque le abrieron los ojos, entre otros el salesiano don Jesús Ros y don Ramón Abbad, catedrático, que iluminaron su mente con una buena base, sobre la que se instalaron más tarde, los números, las letras y como dice la poesía de Gonzalo Sánchez Vázquez “los triángulos, los círculos, polígonos, elipses, hipérbolas y parábolas, que suenan en nuestros oídos desde Euclides”. Yo me preocupaba de la belleza de la Naturaleza y de los buenos escritos desde Cervantes hasta Costa, pasando por los redactados en Fabla Aragonesa, como los de Veremundo Méndez, Arnal Cavero o Rosario Ustáriz. En cambio, Carlos tenía su cerebro abierto para “pensar y usar siempre el lenguaje, pues en el habla se esconden las elipses… el orden y luz en los versos y en los teoremas”, ya que siempre están juntas en la memoria de los tiempos, las Matemáticas y la poesía. Al encontrarme con Carlos, le pedí que me aclarase la mente, tan torpe para las Matemáticas y le dije que me diera escritos los Teoremas, que él había presentado al Doctor D. Javier Otal Cinca, Catedrático de la Universidad de Zaragoza. Me los entregó rápidamente, pero al encontrarme con una mezcla de números y de letras, no pude comprenderlos. Le dije que me explicara el sentido de su tercer teorema. Carlos escribió lo siguiente: ”Si sumamos un número finito de términos de una sucesión de números naturales, y por otro lado, sumamos las unidades de esos mismos términos elevados cada uno a un exponente de la forma(4·m+1), entonces la cifra de las unidades de las dos sumas coinciden”. Yo todavía no comprendo el teorema de Carlos, pero éste saca ilusión de su teoría, porque me dice: ”los números se repiten constantemente, tienen un principio y un fin, como las personas”. Y él, trabajando con su cabeza, va circulando sobre su silla eléctrica de ruedas, haciendo líneas rectas y otras curvas y se da cuenta de que todo se repite, como la guerra y el amor. Unas veces vive la poesía y otras contempla como las personas tenemos un principio y un fin, como los números. ¿Qué fin?, no lo sabemos porque desde que explotó el Big-Ban, el Universo se expande continuamente y cada vez más deprisa. No sabemos si acabarán los números o si quedaremos solos en el mundo. Nosotros no lo veremos, pero los hombres, para evitar el mal en su dualidad con el bien, debemos buscar la solidaridad con toda la humanidad, para que ésta no sea desgraciada, sino, como lo manifestó Darwin, para que sea feliz.

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