viernes, 28 de mayo de 2010

Convivencia de los veterinarios de los años cincuenta


Nos hemos reunido mi esposa Feli y yo, con un grupo de veterinarios acompañados por sus esposas. Con esos, entonces jóvenes, nos matriculamos el año mil novecientos cincuenta y uno, para estudiar nuestra carrera, en la Facultad de Veterinarios antigua de Zaragoza, que se encontraba al lado de la destruida Puerta del Carmen, para estrenar las aulas de la Nueva Facultad. Después de pasados muchos años, el entonces ilustre compañero de estudios, Isidro Sierra, tuvo la genial idea de organizar cada año, después de jubilados, una excursión cultural. No en vano lo he tratado de ilustre, porque hace ya mucho tiempo, alcanzó la categoría de Catedrático de la Facultad de Veterinaria. Recuerdo la expedición que hicimos al Monasterio de Veruela, con su enorme y artística iglesia y los recuerdos del poeta Gustavo Adolfo Bécquer. En otra ocasión fuimos a visitar la factoría de nuestro compañero Alsina, donde la producción de alimentos alcanzó una categoría descomunal y moderna. Me acuerdo de visitar la residencia de jubilados, en que éstos, emocionados, se acercaban a nuestro compañero Alsina y derramaban lágrimas de agradecimiento. Subimos después a Andorra y al preguntarle al compañero andorrano, de categoría política importante, me dijo que ya no se podían sacar más solares, porque Andorra no está a las orillas del mar. El año dos mil nueve viajaron a Gerona, pero yo no pude asistir por haber sufrido la rotura de uno de mis brazos.

Este año hemos acudido a Pamplona e Isidro en compañía de Augusto, nos han proyectado en el artístico Colegio de Médicos y veterinarios de Pamplona, unas películas del viaje a Gerona, en las que sonaban, produciendo una gran emoción en nuestros corazones, sardanas del Ampurdán, como “Por ti lloro”. Cuando cantaba LLuis Llac, le acompañaba con sumo gusto, Isidro Sierra. No es extraño que Isidro supiera las letras catalanas, porque me han dicho que Francisco Puchal Mas, le regaló varios textos catalanes, que se aprendió de memoria. Jesús Pascual, de Lérida, me hizo recordar al violonchelista Pau Casals, en cuyo chalet-museo estuve el año pasado. Me hizo ver la figura de Casals, porque él estuvo en Puerto Rico, donde sacó fotografías al artista, a su familia y al medio ambiente en que vivió en San Juan de Puerto Rico. En la representación de las películas, se contemplaban los, a veces tristes rostros de mis compañeros, que parecían lamentarse de la ausencia de otros ,ya difuntos..

En el Colegio hemos contemplado un cuadro, que representa su bella figura, pero que está retorcida, de la misma forma que se ven los bellos castillos y mansiones formadas en la cumbre de las sierras, que duran pocos instantes, porque al ser gaseosos, se destruyen. El artista debió pensar, al componer su cuadro: estas obras no se caen pronto, pero tienen su fin, como ocurre con los compañeros de la expedición, que a pesar de su envidiable humor, se va quebrando la salud de alguno de ellos, como a mí, el año pasado se me rompió un hueso.

Pero uno recibe consuelos, como el que me causó Lidia, esposa de Jesús Pascual, cuando cantó la jota Navarra:”Una tórtola te traigo, que en el nido la cogí, su madre llora por ella, como yo lloro por ti”.

Pero siempre quedan esperanzas, pues la madre de la esposa de Luis Jiménez, que tiene noventa y nueve años de edad, anima a sus hijos a vivir la vida.

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