viernes, 28 de mayo de 2010

El arte y los veterinarios


En compañía de antiguos compañeros, que nos matriculamos en la Facultad de Veterinaria de Zaragoza, el año mil novecientos cincuenta y uno, hemos acudido después de cincuenta y un años, al Colegio de Médicos y de Veterinarios de

Pamplona. Este edificio es una obra de arte, financiado por un navarro, que emigrado a las Américas, creó una residencia en la que pensaba vivir feliz, conservando al mismo tiempo su amor a Navarra, en su corazón. Trató de conservar el arte, desde los tiempos de los clásicos griegos, pasando por los arquitectos que a Herrera admiraron. Quería el hombre inmortalizar la belleza, pero veía las dificultades que tiene el hombre para intentar eternizarse. Allí se ven columnas corintias, cubiertas por capiteles y que sostienen techos y tejados, que recuerdan los que cubren el Escorial. De la parte más elevada surge hacia arriba, una especie de flecha, que no se sabe si quiere representar la sabiduría divina, la humana o la fusión de ambas, como cuando dice la oración al Espíritu Santo:”Envía Señor tu espíritu y todas las cosas serán creadas y renovarás la faz de la Tierra”.

Pensando en la temporalidad del hombre y recordando aquellos ya pasados y sabios profesores, como Respaldiza o Luque, vimos un cuadro, que con la figura en él representada, nos recuerda no sólo nuestros pensamientos, sino los de toda la humanidad. Se exhibe dentro del marco una figura del edificio, hoy Colegio de Médicos y de Veterinarios, pero que no obedece las normas de las leyes de la gravedad, con sus paredes haciendo curvas y sin embargo no se derrumban ni esas paredes ni los tejados, de líneas horizontales, sino que permanece entera, debajo de un cielo cubierto por enormes nubarrones, que forman castillos, palacios obras arquitectónicas maravillosas, pero que duran escasos minutos, porque unas imágenes van borrando las anteriores.

En lo alto del cuadro se ven esas boiras, acompañadas por discretos muros gigantescos, obra de los hombres, que parecen querer dar estabilidad a las obras de los nubarrones.

Los hombres vamos pasando, pero los sanitarios con su sabiduría, que tratan de conservar y elevar en nuestros Colegios, colaboran en la renovación de la Faz de la Tierra.

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