lunes, 12 de julio de 2010

Plegaria por Lola Almudévar

Este título se lo puso el compositor Antonio Viñuales a su obra musical dedicada a Lola Almudévar y se hizo sonar en el acto inaugural de la Exposición de Fotografías de Bolivia, obtenidas por Lola. La exposición tuvo lugar en el Palacio de los Duques de Villahermosa y la Plegaria la interpretó el profesor Florencio Martínez con su guitarra, Presidía la sala una imagen del rostro de la homenajeada, enamorada de las próximas montañas andinas. Desde el alto puesto en que la habían colocado y a su alrededor, se encontraban los retratos de las cholitas paceñas o señoritas de La Paz, sentadas en el suelo con sus amplias faldas y cubiertas con sus típicos gorros bolivianos, entre unas rejas de hierro por su espalda y por delante de ellas, un grupo de mansas palomas, que se les acercaban con la confianza, que les inspiraban tan pacíficas “cholitas paceñas”. Allí estaban conviviendo el ambiente de las montañas andinas y de sus planicies, individuos de distintas razas, como los aymarás, presididos por una mujer abanderada, los quechúas, indios con sus lenguas, con los gorros de Bolivia y los afrobolivianos de Yungas, de origen africano y cruzados con indios y con españoles, que, como los quechúas se cubrían con aquellos gorros típicos de Bolivia. Se veían plantaciones de coca, que les permiten resistir a veces el hambre y la fatiga que produce caminar por esas tierras tan elevadas. Conmueve la contemplación de la familia de Madidi, en la que al lado de su madre sonríen con inocencia, dos niños y dos niñas, sentados todos ellos en un banco, dentro de una casa de tablas. Pero impresiona la visión global de Bolivia que tenía la periodista Lola, porque retrataba junto a los niños inocentes a los hombres y mujeres, que bailaban, cantaban y hacían sonar sus flautas, pero no sólo retrató, sino que fue recibida, ella como única periodista extranjera, por el Presidente Evo, vestido con el indígena “traje del poder”. Hay una imagen del Jefe, que Lola titula:”Evo decide la entrevista”.Pero no eran sólo las figuras reales y llenas de colorido, que hacían compañía a Lola, sino que allí estaban presidiendo el acto, su padre, el Psiquiatra Doctor Mariano Almudévar, su madre Mónica Stoplemaw, perteneciente, según me dijo, a la raza judía europea de los asquenazis, el intérprete de la “Plegaria por Lola Almudévar” y muchos asistentes al acto, familiares y amigos. Y al sonar la música se podían contemplar lágrimas en muchos ojos y se percataba uno de la emoción que sentían, como a mí mismo me acongojaba, en los rostros de parientes y amigos de Lola, rodeados por la vida tan austera y tan sensitiva de aquellos bolivianos, retratados durante su corta vida. A Lola le regalé en los Porches de Huesca, el libro de la vida del judío converso y oscense, Moseh Safardí, que recibió el nombre de Pedro Alfonso, en el siglo XII. Tenía Lola sangre asquenací de la vieja Europa y recibió de su padre oscense, la influencia sefardita de Pedro Alfonso, que aumentó su imaginación y el sentido de hermandad a sus prójimos, en este caso a los bolivianos, que cantan y bailan y sufren en los Andes sudamericanos. No es extraño que el origen oscense de Lola la llevara a leer la vida de Moseh Safardí y se enterara de que en Huesca todavía se encuentra una antigua sinagoga, cerca de la Catedral y restos de otras en el Barrio de la Judería, ahora llamado Barrio Nuevo. En una casa particular hay dos capiteles judíos, procedentes de una sinagoga de Barrio Nuevo. Le pregunté a su madre si sabía algo del libro de Pedro Alfonso y me dijo que no. Sin embargo me dio explicaciones sobre sus apellidos y su nombre de Mónica, del que afirmó que era cristiano y me dio explicaciones sobre la historia y orígenes de sus antepasados. Su padre, Mariano, hablaba con amigos extranjeros y oscenses y miraba, de vez en cuando, las diversas fotos de su hija, como gozando de un éxtasis, en el bello ambiente que con la ayuda de Julia Lera y Enrique Torrijos, habían preparado para su hija con sus amigos vivos unos y vivificados los bolivianos con unos colores, que causaban admiración.

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