martes, 17 de agosto de 2010

Teodoro García, el “mainate” de la Sierra

He asistido al funeral de este hombre, con una personalidad de hombre trabajador, sensato, de buen humor, amante de su familia, y de los torralbinos. En la parroquia de Torralba de Aragón de estilo mudéjar, me he encontrado con sus paisanos Manuel Otal y Antonio Olano. Cada vez que nos encontramos me hablan de la vida en el monte de Torralba. Pero hoy me han dicho que hubo unos años en que el “mainate” de los trabajadores de la Sierra de Torralba, a la que llamaban la Sierra del Aire, era Teodoro García. Unas veces hacían sus labores en el llano, pero cuando había que cultivar la Sierra, se juntaban los miembros de varias casas en la Sierra de Torralba, a la que muchos llaman la Sierra del Aire. En dicha Sierra se encuentran múltiples parideras y casetas de labranza, en las que vivían durante las temporadas de laboreo, de siembra y de siega. Teodoro era el “mainate” de los torralbinos, que por la Sierra trabajaban y sudaban en verano y en invierno pasaban frío helador, sobre todo cuando soplaba el cierzo.

Desde allá arriba, donde se encuentra la Ermita de Santa Elena, miraba hacia el Norte y contemplaba el monte Perdido, el Turbón y todas las cumbres de la Cadena Pirenáica. Mirando al Sur veía los Monegros con Alcubierre, de donde subía San Caprasio por los caminos, que ahora ellos recorrían, para ver a Santa Agueda de Tardienta. Cuando miraba el Oeste, se podían contemplar las Torres del Pilar de Zaragoza, desde la Rinconada y los Cuatro Corrales de Coarasa Paño. ¡Qué emoción sentía, labrando con las mulas, al tiempo que podía contemplar toda la Provincia del Alto Aragón!, me decía Manolo Otal y confirmaba Antonio Olano, que se mostraba emocionado con tales recuerdos.

Teodoro era el “mainate” de la Sierra y cuando subían a ella con los carros y galeras a buscar la garba, ordenaba la parada, para que todos los torralbinos merendaran. Allí comían lomo de cazuela y costillas regadas con el vino sacado de las viñas de la Lera, hoy convertidas en regadío y que se encontraban junto al camino de Frula o de Almuniente.

Teodoro merendaba, pero como era el mayor en edad, se preocupaba de que todos hicieran lo mismo y él sonreía porque siempre estaba poseído del buen humor, que reinaba entre los que acudían a trabajar.

El abuelo Mariano Bercero era uno más de los amos de aquellas tierras y subía a caballo en una mula y les llevaba vino, alguna hogaza de pan, jamón y algún cordero de los que siempre tenían en casa Bercero. El amo casi no hablaba y era serio y Teodoro, segundo amo de casa Bercero, sonreía y transmitía las noticias que les traía Mariano y a alguno le llenaba la bota de vino.

Teodoro tenía ochenta y ocho años, gozando de buena salud, hasta estos momentos en que la muerte le ha llegado de forma inesperada. Hace dos días Teodoro cantaba en la Piscina viejas canciones, pero ahora su hijo, sus dos hijas, nietos, yernos y nueras, lloran la ausencia de un hombre altoaragonés y amante de la Sierra de Torralba.

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