jueves, 29 de septiembre de 2011

Los pastores



Yo tengo un recuerdo sagrado de los pastores con los que he convivido y es que Silvestre Bara, que estuvo de pastor en mi casa antes de la Guerra Civil, y durante la misma,  tuvo que separarse del dueño del ganado. Aunque apartado del dueño, no se separó del rebaño, para que  una vez acabada la trágica lucha, pudieran reunirse otra vez, en Siétamo el dueño, el pastor y las ovejas. Pero en aquellos tiempos en que las vidas humanas  peligraban,  las de los animales desaparecían rápidamente por el hambre que envolvía las tristes vidas de los ciudadanos. ¿Qué hizo a Silvestre  volver, después de una guerra, a la antigua “tiña” o paridera de su amo, rodeado de ovejas?. Tenía Silvestre un gran sentido de la responsabilidad, una gran fidelidad a su “amo”, que tenía que demostrar cuidando sus ovejas, a las que amaba  enormemente, llegando a identificarse con ellas, que formaban un cuerpo colectivo o un rebaño y él se constituía en su cabeza, para buscarles alimento, cuidarlas, esquilándolas en su momento y apartándolas del peligro de ser robadas y sacrificadas por los que apetecían sus carnes. En nuestra era quemaron todos los pajares y cuando estaba pasando el fuego a través de un grueso madero a la paridera, Silvestre se dio cuenta y en lugar de huir, apagó el fuego echando cubos o pozales de agua. Todos los pastores tenían alguna oveja preferida, con la que se entendían hasta casi identificarse, pues cuando ellos comían sentados debajo de una carrasca, le daban a su amiga algún trozo de su pan. Como he dicho, a las ovejas  les combatía las pulgas y les quitaba las “caparras” o garrapatas,  que chupaban su sangre. Cuando llegabas a hablar con el pastor Silvestre, junto a él se encontraba alguna oveja “panicera”. Esto de mimar a las ovejas,  me recuerda a un señor de Huesca, que llegó a fabricar alimentos para millones de animales, ya que siendo todavía un niño que vivía en un molino al lado del río, donde poseían una docena de ovejas, escuchaba las palabras que su padre y su madre, que le decían al pastor, que él, como todos sus compañeros, siempre tendrían un pan encima de la mesa. Tal vez ese pan no sea siempre tierno, pero no les faltará, decían los abuelos. El pastor pasaba todos los días por nuestra casa o nuestro molino(como decía mi amigo), junto al río Isuela, para integrarlas en el rebaño colectivo de todo el pueblo. Pero las ovejas,  por la ya obscura tarde, volvían solas al molino, y el amo, es decir su padre, salía a recibirlas para echarles alfalfa en aquellos días invernales en los que en el monte ya no salía yerba. Cuando ya se había disuelto el rebaño por las casas del pueblo, el pastor se daba una vuelta por el molino; entonces hablaba con el molinero y éste le solía dar pan o algún bocado de carne del cerdo que habían matado o algún trozo de torteta o algún gancho de morcilla, igual que el pastor había regalado con su pan de cada día, durante todo el día a sus ovejas “paniceras”, que le ayudaban a dirigir la marcha colectiva del rebaño. No sólo era el pan y la morcilla lo que querían el “amo” y el pastor, sino que tenían necesidad de comunicarse ente ellos y hablaban, unas veces del tiempo, al que el pastor seguía su curso, cuando en el monte ojeaba el horizonte, miraba la Sierra y las nubes del cielo. Algunas veces pronosticaba que las boiras iban a echar el agua sobre los campos, porque veía como se movían las nubes en la Sierra y los aires que soplaban por allá arriba, les proporcionaban humedad  El pastor demostraba su inteligencia cuando, después de pronosticada, la lluvia mojaba los campos y las casas y refrescaba los rostros de las personas y la lana de las ovejas, que no dejaban pasar el agua hasta su piel, porque se sacudían la lana y el agua caía. El molinero y sus hijos admiraban el poder de observación del pastor y de tanto hacerlo se convirtió, como dice mi amigo, en un sabio. Mi amigo sigue pensando y tiene inquietudes en su cabeza, que le hacen a uno reflexionar sobre el porvenir de la humanidad. No quedan ya casi pastores ni ovejas, lo que hace pensar de donde en España se sacará la carne de cordero. Está claro que habrá que comprarla en el extranjero y cara. Algo veremos.

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