miércoles, 5 de octubre de 2011

Torre Labatú


Saliendo de Huesca en dirección a Apiés, al llegar a la cabañera que sube a Manjarrés,  se encuentra la Torre de Labatú.   La zona por la que sube la carretera a Apiés es  parda, como tierra de secano, con  tozales a sus lados, casi carentes de carrascas, porque en aquellos años en que la gente se calentaba con leña, no se tuvo respeto al arbolado y cerca de Huesca, menos. Basta ver las serretas que van desde el lado derecho de la carretera hacia el castillo de Montearagón, para que a uno le entre la tristeza que causa el ver esas tierras pardas, secas y áridas. Cuando sube uno por la cabañera,  en cuya entrada empieza el camino que lleva a la Torre de Labatú, se encuentra, arriba, principalmente con olivos y almendros, muchos grupos de ellos acompañados por torres y casetas,  a las que en verano van a pasar un buen día sus dueños. Pero lo que más llama la atención es la vieja y bella Torre, que a mí me inspira tristeza por ese color de piedra antigua, que parece unirse al de la tierra que la rodea. No puede uno menos que recordar a sus dueños, que tanto amor le tuvieron a esa casa desde que se construyó, hará ya más de cien años. Me dijo mi amigo Antonio Sauqué de casa Claraco, que el dueño de tal Torre era un señor que tenía por apellido Labatú y que era francés y de su hija María Luz, que se había casado con un oscense que se llamaba Angel  García Aso, del que Antonio y Don José Porta decían que  era un hombre alegre y muy comunicativo. Tenía relación con el francés Raúl  Berg, que estaba en Huesca establecido, para exportar vino a Francia. La familia García Labatú amaba su torre y tenía hace ya muchos años en ella a una familia, que labraba la tierra con una yunta  de bueyes. Ya debe hacer años de esa situación, porque yo casi no me acuerdo de ver faenar a tales animales. Cuando se murieron los bueyes, labraron con mulas y cuando la familia murió o se retiró, arrendaron  su tierra al joven Antonio Ordás de Fornillos, que murió de accidente y después a Marrasé del mismo pueblo. Ahora es otro fornillense el que sigue la tierra al heredero de la Torre, que es  un hijo del matrimonio García-Labatú, que ejerce su carrera de Médico en Zaragoza. Por la cabañera iban a descansar numerosos rebaños a Manjarrés y algunos reposaban de su marcha a la Montaña o desde ella a la Tierra Baja,  en la Torre de Labatú
 Le pregunté a Antonio Sauqué si tenían pozo y me dijo que él creía que poseían un aljibe, que llenaban con las aguas procedentes de la lluvia. No me extraña porque en la larga margen que separa la finca de la cabañera que sube al saso, hay una profunda acequia. Cuando Sauqué estaba haciendo faenas en sus campos que estaban al lado de los de la Torre Labatú, siempre bajaba alguno a buscar un botijo de agua. El camino que conduce a la casa, arranca de la  citada cabañera y llega hasta la misma puerta de ella, con olivos y almendros a los dos lados. Ver la casa cerrada y con las rejas de hierro sobre las ventanas del piso bajo y del de arriba, hace pensar en la soledad a la que ha llegado la agricultura, que está sin gentes que vivan en la tierra, ya que no se pueden escuchar los mugidos de las vacas, los cacareos de las gallinas, los ladridos de los perros, los balidos de las ovejas ni los rebuznos de ningún asno ni los gruñidos porcinos, pero sin embargo, ¡cómo muchos recuerdan los tiempos en que la cultivaban y pasaban ratos agradables, acompañados de meriendas naturales!.Los hombres se resisten a abandonar su tierra, como hizo el esposo de la señora Labatú, a saber el señor Angel García Aso, que al morir, hace no muchos años, dejó ordenado que lo incineraran y lo enterraran entre unos pinos que había plantado en lo más alto de la ladera que baja desde la cabañera hasta la Torre. Desde este pinar, se dominan con la vista la casa y la tierra y las acompañará, después de pasado el tiempo de su vida, eternamente. Hoy me he acercado a la parte alta de la finca y he encontrado una lápida, en la que pone: ”Papá, siempre te encontraremos aquí, entre tus pinos, evocando tu recuerdo”.

   

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