domingo, 30 de septiembre de 2012

Literatura pastoril, de Ana Francisca Abarca de Bolea

Monasterio de Casbas (Huesca)

A mediados del siglo XVII, aparece en España una inquietud por promover actos artísticos y culturales, abundantes en certámenes poéticos, reuniones académicas y tertulias literarias y en estos actos destaca la ciudad de Huesca en la que moraba un gran Mecenas, a saber don Juan Vicencio de Lastanosa, que residía en un enorme Palacio, que albergaba un museo y estaba rodeado  de jardines muy apropiados para celebrar en ellos obras de teatro pastoril y campesino y en sus salas tenían lugar todas las manifestaciones del arte, de la literatura y de la ciencia.

Entre los asiduos a tales actos estaban don Manuel de Salinas, autor de una “Epístola” dirigida a doña Ana Francisca Abarca de Bolea en los preliminares de su obra “Catorce vidas de Santas de la orden del Cister”, Don Orencio de Lastanosa, hermano de don Juan Vicencio el Mecenas ,el conde de Guimerá, erudito, historiador y anticuario, el Marqués de Torres, padre de Ana Francisca, a saber Don Martín y después Don Luis Abarca de Bolea, segundo Marqués de Torres, sobrino de Doña Ana Francisca Abarca de Bolea ,Don Francisco Ximénez de Urrea, de la rama de los Aranda, nacido en Epila, uno de los mejores eruditos de su tiempo, el cronista de Aragón don Juan Francisco Andrés de Ustarroz y otros más, destacando la figura más sobresaliente del grupo, a saber el padre Baltasar Gracián, a partir del año 1636 en que fue destinado al Colegio de la Compañía de Jesús de Huesca. Y copiando con exactitud a María Angeles Campo, por cuyas obras me oriento, he tomado lo que escribió en su libro Doña Ana Francisca Abarca de Bolea, en sus páginas 66 y 67, que dice así: “La monja de Casbas, doña Ana Francisca, a pesar de su estado religioso y de la censura monástica, puede decirse que forma parte integrante del selecto grupo de Lastanosa, ya que, como vemos, se encuentra muy vinculada a varios de sus miembros por medio de la correspondencia, de las visitas que le hacen sus amigos, de las estancias veraniegas en el Castillo de Siétamo, a donde ellos acudían y de alguna visita personal a Zaragoza y Huesca”.
Baltasar Gracian

Baltasar Gracián, publica en Huesca en 1648 su obra “Agudeza y arte de ingenio” y en el Discurso XXXI dice sobre la actividad de ”…la muy noble e ilustre señora doña Ana de Bolea, religiosa bernarda en el Real Monasterio de Casbas, en Aragón, tía del Marqués de Torres, que compitió con nobleza y  virtud y con su raro ingenio, heredado del insigne y erudito don Martín de Bolea, su padre, cuyas poesías han sido siempre aplaudidas y estimadas”.

Además “testifica, que en 1648 era ya autora de muchos y elegantes poemas”.

Siempre ha habido en la Historia mujeres que han destacado, como Ana de Bolea por sus cualidades literarias, pero no participaban más, porque no recibían enseñanza las mujeres y si ésta de que hablamos no se hubiera autoeducado, no hubiera pasado a la posteridad, pero no fue sólo ella la mujer que se distinguió, pues en el año 1650, promovió don Luis Abarca de Bolea y Castro Fernández de Híjar, Marqués de Torres, Conde de las Almunias, Barón de Clamosa, Barón de Siétamo y Rodellar, Barón de Pui de Cinca y Señor de la Villa de Maella, Caballero del Hábito de Santiago, la “Palestra numerosa austriaca” en la victoriosa ciudad de Huesca, al augustísimo consorcio de los Católicos Reyes de España don Felipe el Grande y Doña María-Ana la Inclita.

Y en dicha “Palestra numerosa austriaca” se presentaron quince mujeres, lo que causó sensación en los Jueces y así, su secretario escribió: "…y hasta las Señoras mujeres, permitiendo treguas a las almohadillas, renovaron lo celebrado de las Sibilas, dando que alabar a todos, y que envidiar a muchos; desmintiendo este día la poca satisfacción del numen, pues fueron tantas las que con tanto acierto se adoptaron hijas de Minerva, que empataron casi sus versos a los de los varones”.

Esta anécdota es un aviso a la humanidad de la igualdad de la mujer y el hombre, como la podemos contemplar el día de hoy, en que las mujeres igualan en sus estudios a los hombres y se ocupan no sólo de poesía, sino de política, de artes, de ciencias y de trabajo.

Doña Ana presentó en esta ocasión, una poesía del tema de la Purificación de la Virgen y consiguió el segundo premio, pero ella no se quedó satisfecha, como demuestra en su obra “Vigilia y Octavario de San Juan Baptista”, cuando escribe “Todos alabaron el buen gusto de Mileno, y dijeron que la autora de las octavas, no sólo merecía el segundo premio, que le dieron, sino muy de justicia el primero.

Esta queja, ¿no revela tal vez, una especie de protesta contra la opresión de la mujer?,  porque Ana Francisca no fue vanidosa personalmente.

Fue la monja de Casbas una mujer atenta a los acontecimientos de la Monarquía española y usó con facilidad y soltura el estilo barroco de la época en los panegíricos y en los poemas dedicados a ensalzar a los miembros de la realeza, pero llama la atención su forma de ser personal, con un enorme amor a lo aragonés, a su tierra, como si quisiera alejarse de la poesía elitista y aristocrática, inspirada en acontecimientos solemnes dentro de la oficialidad. Y así podemos ver, por su aragonesismo, al que ella era tan sensible,  desde el Corpus en Zaragoza y los paisajes del Moncayo, al que todavía hoy día contemplamos desde el pueblo de Siétamo, hasta la belleza en aquellos tiempos  del Castillo-Palacio de Montearagón  y del Monasterio de San Victorián, santo tan antiguo en el Alto-Aragón. Relata también el recuerdo y frecuentes visitas a su, como dice “mi casa y castillo” de Siétamo y escribe la poesía a la fuente de su convento de Casbas, que les disputan algunos vecinos y el recuerdo de la Sierra de Guara, de la que también parece una profetisa de su actual contemplación por turistas y no puede olvidar a los santos Lorenzo, Orencio, Victorián y San Urbez. La defensa de la fuente del convento, es un preludio de la defensa actual de los riegos de todo Aragón.

 Angelines Campo consiguió el título de Doctora en Filosofía y Letras con la tesis que tituló “Edición y Estudio de la Vigilia y Octavario de San Juan Baptista de Ana Francisca de Bolea” y  parece que ahora le van a publicar otro tomo más de su Tesis Doctoral.

Al acabar el libro “Doña Ana Francisca Abarca de Bolea”, Angelines Campo se expresa así: “Confío en que la presente publicación contribuya al conocimiento de una de esas personalidades, tan abundantes en el Barroco, que, aún sin disfrutar de los honores de un primer plano histórico, deberían ser tenidas en cuenta para la más amplia comprensión del panorama literario de una época, en este caso del movimiento barroco aragonés y, más concretamente, de la actividad intelectual y artística desarrollada en torno al prócer oscense don Vicencio Juan de Lastanosa, en cuyo círculo era respetada y apreciada, no sólo por el prestigio de su familia, sino también por sus méritos personales, doña Ana Francisca de Bolea”.

Don Manuel Albar en su obra “Estudios sobre el Octavario” de doña Ana Francisca Abarca de Bolea, publicado por el Archivo de Filología aragonesa en 1945,coincide en sus juicios sobre el estilo o estilos de Ana Francisca de Bolea y dice: ”La Vigilia y Octavario de San Juan Butista(1679) ofrece junto a un barroquismo rebuscado, la nota curiosa y típica de recoger en una obra de tendencia culta, el sabor agreste y popular de unas poesías dialectales”. Dice Angelines Campo en las Conclusiones Finales de su Tesis Doctoral, lo siguiente: “para determinar la adscripción genérica de la Vigilia y Octavario de San Juan Baptista, debemos decir que presenta la estructura de una miscelánea, compuesta por abundantes materiales literarios en prosa y  verso, enmarcados en un ligero argumento pastoril de clara orientación religiosa, y en cuyo transcurso se suceden variadas situaciones de carácter académico”. Alvar dice que es esta obra una mezcla de novela pastoril sacra, propia de una monja con sucesos artificiales, en que participan los pastores y pastoras, que se reúnen durante ocho días para preparar la fiesta del Santo y lo hacen contando novelas, declamando versos, improvisando actos y palabras de ingenio y acaba todo, con mucha felicidad, celebrándose al fin tres bodas.
Representación novela Pastoril

 Existían dos modelos, principalmente en el Barroco, a saber el del cordobés Góngora y el de los Argensola, aragoneses y dice Albar: “En los gongoristas abundancia verbal, riqueza expresiva, colorismo-que sólo se da esporádicamente en los aragoneses-y en los argensolistas, un carácter armonioso y admonitivo”. El gongorismo arrastró a los autores prosistas oradores y poetas, entre ellos  a Ana María Francisca Abarca de Bolea, dando colorido a sus escritos, dando riqueza a sus modos de expresión y los lanzaba a una abundancia verbal o de palabras. Angelines escribe que el bucolismo y la intención recopiladora justifican las definiciones de Alvar sobre la obra de Doña Ana, como”fusión de novela pastoril sacra y de misceláneas a lo Cigarrales”.

Como he dicho Alvar coincide con Angelines Campo al decir que el barroquismo de Ana Francisca no es exagerado aunque lo califica de rebuscado, sino que está dotado de una gentil grandilocuencia, con “cuatro o cinco tópicos adquiridos en  Dios sabe que devocionarios”. Le pasaba a Ana Francisca como a todos los aragoneses,”que su barroquismo no era exaltado”.

En el siglo XVII surge la novela pastoril, de la que María Angeles Campo, en su Tesis Doctoral, hace que salgan las palabras de Aurora Egido, que dicen: “su invención se asienta en la movilidad de la égloga que les permite en cada  una de ellas el uso de la prosa y el verso, o la inclusión de narraciones, descripciones, cartas y diálogos dramáticos”.

Don Ricardo del Arco Garay en la página 78 de su libro “La erudición aragonesa en el siglo XVII”, escribe: "A las tertulias lastanosianas acudiría más de una vez Gracián; y  a  ello, sin duda, alude en su Criticón (III, 12), al decir: ”No hay rato más entretenido ni más aprovechado que el de un “bel parlar” entre tres o cuatro. Recrease el oído con la suave música, los ojos  con las cosas hermosas, el olfato con las flores, el gusto en un convite; pero el entendimiento con la erudita y discreta conversación entre tres o cuatro amigos entendidos, y no más; porque en pasando de ahí es bulla y confusión; de modo que es la dulce conversación banquete del entendimiento, manjar del alma, desahogo del corazón, logro del saber, vida de la amistad y empleo mayor del hombre”. Esta afirmación demuestra que la unión de literatos que rodeaba a Lastanosa no era un ente oficial. sino un club de amigos.

Y es en esta época de la novela pastoril y campesina, cuando se cuidan los jardines para en ellos representar y leer y juzgar y meditar sobre la poesía, la santidad, la tragedia y los misterios de la Naturaleza.

Salió a la luz la “Vigilia y Octavario de San Juan Baptista” el año 1679, siendo la “única obra de ficción escrita por Doña Ana Francisca Abarca de Bolea…que guardó inédita durante mucho tiempo”. En la portada de su obra informa que “la escribió en su nunca ociosa juventud”.

Ella era humilde y tenía miedo de que su obra no le diera una digna categoría de escritora y en la dedicatoria “a  Don Pedro Abarca de Bolea se insiste en esta lejanía temporal”, entre su escritura y su publicación, como se demuestra en estas líneas : …un libro manuscrito que años pasados escribió…que la modestia de esas señoras quiere ocultar tanto tesoro aprisionándolo en el retiro de su primera formación…”

Don Vicente de Alambra “recordando que su padre (el editor) recibió el manuscrito el día de Resurrección”, escribe: “Este libro sepultado-muchos años ha tenido-el sepulcro del olvido-mas hoy ha resucitado”.

El Instituto de Estudios altoaragoneses publicó no hace mucho tiempo un libro de Actas del I y II curso en torno a Lástanosa, titulado “La cultura del Barroco y los jardines” y en él se lee en el Acta escrita por José Enrique Laplana Gil, de la Universidad de Zaragoza, como existe otra línea de investigación, ”que muestra cómo también en la prosa novelística se produjo en el Barroco la sustitución progresiva, lenta pero inexorable de lo pastoril por lo cortesano, en la que el pastor, ubicado en el centro de un paisaje natural, aunque arquetípico, cede su puesto al cortesano paseante, y casi nunca jardinero, que atraviesa las calles, cuadros, grutas, laberintos, fuentes y estanques de un paisaje recreado por el artificio humano", porque como dice  Fray Alonso Remón "pasear por los jardines es recreación propia de príncipes y poderosos”.

Don Ricardo del Arco en su obra “La erudición aragonesa en el siglo XVII”, en torno a Lastanosa escribía sobre “el laberinto creado por Ana Abarca de Bolea en su Vigilia”, que se encontraba en un hermoso jardín situado en las laderas del Moncayo… y el laberinto que tenía Lastanosa, en sus maravillosos jardines”.

Es curioso observar la similitud que existía entre estos laberintos, uno el que ideó Ana Francisca y otro el que tenía el Señor Lastanosa, con el que descubrí en el mes de Octubre del año 2002, que se encuentra en Madrid en un jardín del siglo XVII de los Duques de Osuna y que se llama  El Capricho, que se encuentra cerca del aeropuerto de Barajas, que me ha dejado alucinado y me ha hecho recordar los jardines que tenían en Huesca, Don Antonio Abarca de Serué, padre de Francisca Abarca Vilanova, sobrina de Ana Francisca y también monja en Casbas, que fue la que hizo publicar, años más tarde la obra “Vigilia y Octavario de San Juan Baptista”. Angelines Campo en su obra Doña Ana Francisca Abarca de Bolea, en la página 112, se expresa: “Quedan ya muy lejanos los tiempos en que Doña Ana en la Vigilia y Octavario de San Juan Baptista mostraba su entusiasmo por las maravillas que albergaba la mansión oscense de este su sobrino don Antonio, que en 1679 la ha nombrado ejecutora de su testamento y tutora de su hija pequeña, Doña María Victoria”. Estos jardines que tenía en Huesca Don Francisco Abarca y Vilanova, se encontraban en la confluencia de las calles Costa y la de los Salesianos, donde acaba el Coso Alto.  Allí se encuentra la Casa del Barco y en ella y la siguiente casa de la calle Costa y tal vez también en el recreo de los Salesianos, encontró  el señor Eliseo Carrera  en los restos de un jardín, el escudo de los Abarca, con fecha 1622 y que conserva en  su chalet. El jardín estaba pues, cercano a su casa de la casa Sancho Abarca.
Jardin "El Capricho" (Madrid)

El jardín “El Capricho” de Madrid tiene unos seis mil metros cuadrados de extensión, está rodeado por una pared, es posesión del Ayuntamiento de Madrid y se abre los fines de semana. Al entrar en él, se encuentra uno con un espacio como el ruedo de una plaza de toros, donde se divertían con toros y vaquillas, subidos los espectadores nobles en sus carrozas  y en carros los campesinos y pastores, que además de torear los toros o vaquillas, se refugiaban en ellos.

En el Octavario de Ana Abarca de Bolea, celebraban corridas de toros, en las que lanceaban algunos señores a caballo y ayudados por los pastores y campesinos.                              

Ha pasado la vida de Ana María Abarca de Bolea, pero gusta recordar detalles de ese tiempo pasado, como el encuentro del escudo de su pariente Don Francisco Abarca y Vilanova y contemplar en la Catedral de Huesca la capilla de los hermanos Lastanosa, que se encuentra al entrar en ella y que está cerrada por una reja.  No se puede observar  muy bien, por falta de luz en los días corrientes y por la vejez de las pinturas que suben  hasta la cúpula (1645-48) de dicha capilla, presidida por la imagen de los Santos Orencio y Paciencia(Giusepe Martínez) y  debajo de ella se encuentran enterrados los mecenas oscenses, con dos estatuas orantes de alabastro, a saber Juan Orencio, canónigo y Juan Vicencio de Lastanosa. Ya no queda nada de aquel palacio y de aquellos jardines, pero la Catedral de Huesca guarda la Capilla y la Cripta, que nos recuerda sus vidas, sus obras y su muerte. Hace unos días, en este mes de Diciembre del actual año de 2002, el Ingeniero Forestal Don Angel Claver me preguntó por el paso de los Lastanosa, a lo que yo creí que se trataba de algún paso de la procesión de Semana Santa, pero no se trataba de eso, sino de un pasaje subterráneo que algunos oscenses creían que existía entre dicha capilla y la Casa-Palacio de los Lastanosa,  que se encontraba por la actual farmacia  de Mingarro. No me extrañó porque también contaban que en Santo Tomás, antigua residencia en Huesca de los Abades de Monte Aragón,  se encontraba otro pasaje, que conducía al Monasterio. Me decía Don Angel que en la Guerra Civil, estaba la actual puerta de hierro abierta y entonces se introdujo por ella, sin pedir permiso a nadie, porque tal vez estuviera abierta para acoger a alguno que oyendo bombardear, quisiera introducirse en la Cripta o porque tal vez entonces el descuido imperaba ,lo mismo en los centros oficiales que en los religiosos; además el muchacho era entonces valiente y curioso.

Al entrar lo primero que vio fue la cripta, donde estaban enterrados los Mecenas oscenses, uno el Señor de Lastanosa y otro su hermano el Canónigo y adornadas sus tumbas, como he dicho, por dos figuras orantes, pero él de lo que se acuerda es de una enorme estatua, que,  siendo niño y estando casi a obscuras, le pareció gigantesca, a modo de una aparición blanca, que le dio la impresión de que  se tratara de un monje o de un obispo. La impresión que le produjo esta visión, añadida al estado ruinoso de lo que él creía pasadizo, lo alarmó y le hizo desistir de continuar investigándolo. Este relato contado por Don Angel después de sesenta y seis años es un tanto borroso.

También  me llamó la atención la  protección a las artes y a las letras en la ciudad de Huesca de los marqueses de Torres, pero fue la Doctora María Angeles  Campo la que me hizo leer sus vidas, cuando me regaló su tesis doctoral sobre Doña Ana Abarca de Bolea Mur y Castro, de dicha familia, cuyos descendientes heredaron el título de Condes de Aranda y que tenían su principal residencia en el Castillo –Palacio de Siétamo. Tengo un gran recuerdo de este Palacio, pues pertenecía a mi padre y escribió sobre mi abuelo, Ramón J. Sender, haciendo una descripción de él, a saber de Manuel Almudévar Vallés, y tal Palacio fue destruido por unos y por otros en la Guerra Civil del año 1936.

Con esta advertencia de que mis escasos conocimientos, vienen principalmente de la Doctora María Angeles  Campo, reconozco que con la lectura de sus obras y la asistencia a sus conferencias, el público de Huesca, quedaría satisfecho y enterado de la vida y obras literarias de Doña Ana Abarca de Bolea, en las que hacen notar los cambios, que era necesario traer a esta sociedad.

Fue Doña Ana, monja de Casbas, una mujer muy ligada a la Monarquía española, pues en el Altar de la Virgen, que trasladó al lado del altar Mayor, está pintado, según me parece, el Rey de España Don Felipe IV; además el Monasterio de Casbas tiene el título de Real y ella misma, en los panegíricos y en los poemas dedicados a exaltar la gloria de los miembros de la realeza, escribe en estilo barroco aragonés es decir nada confuso, mostrando al mismo tiempo su forma de ser personal, con un enorme amor a lo aragonés, a sus gentes (en el Octavario) a su tierra, ”como si quisiera alejarse de la poesía elitista y aristocrática, inspirada en acontecimientos solemnes dentro de la oficialidad”.

Como he escrito, estuvo Doña Ana Francisca muy ligada a la Monarquía española, que en el siglo XVI, había hecho de España un Imperio y mantenía la unidad del País, pero en 1598, cuando tomó la Corona Felipe III, España empezó a decaer, de tal modo que Quevedo en 1639 en sus Migajas sentenciosas, escribió, viendo “el sentimiento de fatalismo y de aflicción que envolvía a la sociedad española del Seiscientos”,  lo siguiente “Primero nos faltarán más lágrimas que causas de llorar”. El año 1700,al morir sin heredero Carlos II, se había convertido el Imperio español en el botín del despojo de los europeos, que hicieron perder en 1713,por el Tratado de Utrecht, Italia y Flandes. La familia de Doña Ana había siempre luchado con los soldados españoles y seguiría haciéndolo su sobrino Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, años más tarde. Ella esperaba que se regenerara la Monarquía, para que España fuera un País próspero.
Pico Moncayo(Zaragoza)

Llama la atención el aragonesismo que identifica de un modo real a Doña Ana con el ambiente aragonés que impregna su obra “La Vigilia y el Octavario de San Juan Baptista”. En primer lugar elige el paraje donde tiene lugar esta novela religiosa, que describe haciendo notar que se dan las “impresiones señoriales (de) un magnífico  paisaje montañoso al comienzo de la estación estival” y este paraje es el del Moncayo, en los límites de Aragón con Castilla y donde no muy distantes se encuentran las ermitas de San Juan Bautista y la de Nuestra Señora. Y no puede dejar separadas esta zona del Moncayo y la de la Sierra de Guara, debajo de la cual se encuentra el Monasterio de Casbas, en el que Doña Ana entró ya, a sus tres años y es lo que hace cuando la zagala Marica, se pone a cantar el “Romance de Guara”, que entre otras cosas dice que esta Sierra “se divisaba desde Moncayo con capirote de nieve”. Y la misma Marica canta “a una fuentecilla que unos pocos días sacaron en un convento de monjas, donde ella tenía una amiga que fue compositora del romance”. Además de ser una mujer que predicaba las necesidades de Aragón, como en este caso el problema del agua, se identifica con él ,comparando a la fuente “consigo misma en una clara referencia biográfica”.

La obra “La Vigilia y Octavario de San Juan Baptista” pertenece a la literatura pastoril, en la cual, se esconden como si fueran pastores y campesinos, hasta los más refinados cortesanos haciendo ver el “decoro y la verosimilitud del estado pastoril”. El contraste entre el comportamiento de los cortesanos y el rústico de los pastores lo pone Doña Ana en evidencia, en la Corrida de toros que se celebra en el Moncayo, como una más de las fiestas, que se celebran para honrar a San Juan Baptista. Aquí se ve la diferencia que se daba entre los caballeros, que en la fiesta de los toros han tenido como herederos a los actuales rejoneadores y  los pastores a los toreros de a pié. A ambos, los asistentes a los toros en el Moncayo, les manifestaron su “admiración por la bizarría de los pastores”, ya que todos, los cortesanos y los rústicos iban vestidos de pastores. Ahora ya no hay diferencia social entre una y otra clase de toreros.

Aquella obra la realizaban “siete galanes, siete damas, una niña, un padre anciano, dos graciosos y una graciosa. Es decir, que en esta novela figuran varios de los personajes-tipo de la comedia del siglo XVII, si bien traspuestas al ámbito pastoril”.

En “El Octavario y vigilia de San Juan Baptista, trata Doña Ana el tema amoroso, teniendo cuidado de no entrometerse demasiado en él, por no salirse del ambiente ético y acabando todos en boda, aunque dicha boda no se celebra en el Moncayo, sino una vez terminada la novela.

Y casa a los nobles con muchachas de familias pastoriles, como si quisiera igualar a las clases sociales, según un sentido muy cristiano Y busca, para ello a cortesanos, que son parientes suyos, como a Don Luis Abarca, capitán de corazas  y a Don Juan de Castro,”tan calificado como de aventajado caballero”. Se declara pariente de ellos, por ejemplo cuando dice, que don Juan de Castro recita unas décimas “que compuso una monja deuda suya”.

Esas bodas vienen a reforzar la teoría de Doña Ana, que expone en su obra: “El fin bueno en mal principio”. En esta obra, recitada por Gerardo explica que dos caballeros, de no tan buena conciencia como Castán y Abarca, a saber el milanés Lisardo y don Fulgencio de Sylva, nacido en Lisboa, cortejaban en Salamanca con las primas Doña Francisca y Doña Clara Pimentel, de tal modo que esta última pareja concertó su boda. Trataban de conquistarlas, no con hechos de armas sino con los esfuerzos de su ingenio. Schevill y Bonilla, apoyan a Doña Ana, diciendo que los “crímenes y maldades quedan siempre borrados por el perdón y el arrepentimiento: las manchas del honor se limpian con el casamiento”.

Parece llamarle la atención a Doña María Angeles Campo, que a Doña Ana Francisca Abarca de Bolea no le repugnara que hubiera gentes con la posesión de bienes materiales, pues dice con motivo de la financiación del “Octavario y Vigilia  de San Juan Baptista”: ”Para celebrar las fiestas de Juan se unían gustosos desde el opulento ganadero hasta el menos crecido rabadán”. El dinero ha sido y es necesario, pues en aquellos tiempos se creaban amparos para los necesitados, pero no lograban que en ellos estuvieran sanos y bien alimentados, como ocurre ahora, en que hay más abundancia de dinero y hay una inquietud social entre los ciudadanos. La misma Doña Ana  hace ver, ”cómo se unían gustosos desde el opulento ganadero hasta el menos crecido repatán”. Ahora se habla de la diferencia entre los que poseen el dinero, llamando a unos capitalistas y a otros proletarios, pero en Aragón, entonces y hasta hace muy poco tiempo los llamaban ricos y pobres. Entonces si un pobre conseguía unas buenas abarcas era un hombre feliz y si un rico tenía mala cosecha y no podía pagar, le embargaban todo y quedaba pobre.

El dinero era escaso y en el mismo Monasterio, donde ella fue abadesa Mitrada, se llegaron a pasar períodos de pobreza.

Doña Ana estaba preocupada por el entretenimiento del pueblo y componía narraciones, pues “en esas largas veladas campesinas”, de las que habla Chevalier, había que entretenerse y pasar el tiempo”y lo lograba, porque entonces no había cines, ni televisión ,escasos libros, porque la gente sencilla no sabía leer; no había vehículos con motor para viajar y hacer turismo, etc., etc. Y, para ello estaban preparados, en el consejo pastoril, unas veces caballeros de ese  marco pastoril, como  el canónigo Salinas de Huesca, amigo de doña Ana y el caballero Don Juan de Castro, y otras auténticos pastores o campesinos,”quienes muestran todo el encanto y espontaneidad del cuento oral”,”en reuniones de apacible entretenimiento para el donaire y agudeza de sus dichos”.

Estos fenómenos explican la evolución social, que pretende Doña Ana Francisca, es decir que el hombre no sea cortesano o pastor, sino que todos sean hombres.

El cuentecillo que introduce en El Octavario, es sencillo, es como una distracción de la gente, con lo que se divierte, escuchando a un personaje ,que lo único que pretende es divertir al oyente. Esta lectura de cuentecilos se daba en el siglo XVII, que existía para desenvolver las cualidades de la inteligencia, cuando los hombres del Renacimiento “se aficionaban a todo lo que es arte popular y espontáneo”.

El problema del latín lo tratan Doña Ana Francisca y el escritor Don Braulio Foz, que hace  hablar a Pedro Saputo, protagonista de su novela y comenta a “unas monjas entretenidas en rezar latines, que así no los entienden como que se  quedó vivo o muerto Fray Toribio”. La historiadora cisterciense Regina Vidal da la opinión, que dice: ”Cierto que la experiencia de la oración litúrgica exige una preparación cultural y una inteligencia de la lengua que se celebra, pero las monjas iletradas que no poseían el latín, no dejaban de ser semillas al embeleso emanado de la liturgia del que brotaba una fuente de gracia con sus cantos y esplendor. Tampoco el desconocimiento de unos textos latinos repetidos sin cesar podía ser absoluto”. 

Ante ese no entender el latín por parte del pueblo, la Iglesia  ha hecho que hace unos años, se celebrase la misa y se leyesen las Escrituras en la lengua hablada por la gente, lo que no impide escuchar y cantar de vez en cuando, cantos sagrados en latín que como dice Regina Vidal, no dejan”de ser semillas al embeleso emanado de la liturgia, que son una fuente de gracia y esplendor”.

¡Cómo sentía Doña Ana estos inconvenientes del latín!, pues lo expresa en el prólogo de la Vigilia y Octavario, que entendía la latinidad como si ex profeso la hubiera estudiado” y denunció por medio de estos cuentecillos  la incultura de muchos religiosos de su época, cuando, en contraste con la situación medieval, señalada por Regina Vidal Celma, en el Cister es un hecho la desigualdad de instrucción entre los monjes y las monjas, desequilibrio consumado tras un largo proceso de diferenciación que comienza en el siglo XIII”.

Don Antonio de Cáceres, Obispo de Astorga, escribió Paráfrasis a los Salmos de David y dice Angelines Campo que, probablemente, Doña Ana la había leído. El Señor obispo decía así: ”Y decíame esta religiosa un día, que uno de los mayores desconsuelos que sentía su espíritu en el continuo exercicio del coro, era decir y cantar siempre lo mismo sin entendello más un día que otro, y que tenía grande invidia a los religiosos, pareciéndole que de esta necesidad habían de medrar mucho en la devoción y en el espíritu, pues entiende lo que cantan, y saben de la manera que han de reverenciar y alabar a Dios en el coro y fuera de él…”

Hace una alusión a Anarda,  hermosa pastora ,que “canta un romance, que una monja, deuda suya, compuso y cantó el día de Reyes en una misa nueva”. ¿No se identifica Doña Ana con Anarda, como si viviera la novela su propia persona?. En el retablo, que con su sobrina Francisca Abarca, crearon en la iglesia del Monasterio, hay una señora, que parece no ir vestida de monja y al parecer, con una pluma en su mano izquierda, con la que tal vez escribiera su obra; tal vez sea Doña Ana Francisca Abarca de Bolea, porque está colocada al lado de San Francisco y de Santa Ana. Hay que tener en cuenta que Doña Ana no hizo los votos hasta los veintitantos años de edad. Su sobrina Doña Francisca Abarca de Vilanova pronunció sus votos a los dieciocho años y puede ser la que aparece junto a San Bernardo el Pequeño. Esta Doña Francisca Bernarda pudiera ser Velada “de lindo garbo y gran música de arpa”, por ser monja  bernarda y estar posiblemente al lado de San Bernardo, el moro convertido al escuchar el canto litúrgico en un convento, al que Doña Ana le dedica una de sus poesías. San Francisco ya está al lado de Doña Ana Francisca.
Ecudo de los Abarca

 Entre los restos del jardín de don Antonio Abarca y Vilanova de Serué, encontró don Eliseo Carrera,    la piedra con el escudo de los Abarca. Se ha hablado, en Huesca, sobre el escudo con las dos abarcas, que existía en la casa Abarca de la Calle de Sancho Abarca y Don Federico Balaguer me dijo que se lo había llevado a la provincia de Teruel, un pariente de la familia, que ya no conservaba el apellido, pero ahora nos encontramos con un escudo del mismo apellido y del mismo dueño, es decir el del famoso jardín de Don Antonio Abarca y Vilanova de Serué y de otros lugares de nuestra provincia. Este escudo está esculpido en una piedra especial, no está labrado en piedra arenisca y se conserva como si estuviera recién hecho. No está tallado sólo en una cara para colocarlo en una pared, sino que tiene cuatro caras, como para ponerlo sobre una columna, en una entrada de palacio o en un jardín.

El escudo tiene la fecha de 1662 y en 1679, el mismo año en que se publicó la obra de Ana Francisca de Bolea, ”Vigilia y Octavario de San Juan Bautista “, murió Don Antonio Abarca y Vilanova o de Vilanova, padre de Doña Francisca Bernarda Abarca de Vilanova, que promovió la publicación del Octavario y que el año 1683 colaboró con su tía Doña Ana en la construcción del retablo de la Virgen de la Gloria.

Existía una gran colaboración entre ambas Abarcas, como dice Angelines Campo en su vida de Doña Ana Francisca Abarca de Bolea, en la página 112 : ” Quedan ya muy lejanos los tiempos en que doña Ana en la “Vigilia y octavario de San Juan Bautista” mostraba su entusiasmo por las maravillas que albergaba la mansión oscense de este su sobrino don Antonio, que en 1679 la ha nombrado ejecutora de su testamento y tutora de su hija pequeña,  doña María Victoria”.

Doña Ana Francisca en su “Vigilia y Octavario de San Juan Bautista”, crea literariamente un jardín en el Moncayo, presidido por la ermita de San Juan, cerca del río Quiles y para ayudarse en ello, recuerda los de Lastanosa  y según Laplana Gil “tenemos noticias más o menos directas sobre la casa de recreo de Gaspar Galcerán de Castro (pariente de los Abarca de Bolea), conde de Guimerá “ y piensa “sobre los jardines oscenses de Don Antonio Abarca (como recuerda doña Ana Abarca en  su Octavario). Se acordó de la Torre de los hermanos Argensola en Monzalbarba  y de la casa de recreo “de don Juan de Moncayo, quien la recuerda en su correspondencia con Ustarroz”.

De este tema escribe el señor Laplana, en el mismo libro, lo siguiente: “ como lo cortesano se superpone a las convenciones del género pastoril en la obra de doña Ana Abarca, ya que estas obras también son reflejo indirecto  de la afición que tuvieron por la jardinería práctica algunos destacados aristócratas aragoneses inclinados a las letras”. (Socialización de lo pastoril y socialización de lo cortesano)  

En los jardines se representaba a los dioses paganos, a los santos cristianos, a arquitecturas pasajeras, adornadas por vegetales y que consisten unas veces en edificios clásicos, otras en ermitas o en viviendas de pastores o de rústicos labradores, que como seres en contacto directo con la Naturaleza, representaban obras teatrales, como el Octavario de Doña Ana Abarca y que con el Barroco,  van cediendo el paso a los nobles, que pasean por las avenidas, los laberintos de Lastanosa o de los Duques de Osuna, que yo contemplé en Madrid o navegan por el canal al estanque, en góndolas o en falúas ya en Huesca o en el parque del Capricho de Madrid. Doña Ana escribió no sólo en castellano, sino que hizo hablar a los pastores en “Fabla “aragonesa,  por ejemplo en la Albada al Nacimiento, en el Bayle pastoril al Nacimiento y en el Romance a la procesión del Corpus; y esta vez en Zaragoza, capital de Aragón, donde a algunos todavía les parece extraña la “fabla”. 

Y sobre la fiesta de los toros, escribe Doña Ana lo que ocurrió en el Moncayo, como ocurría en el Capricho de los Duques de Osuna, donde en su entrada hay una especie de ruedo, donde se daban las corridas de astados: ”Echo por los devotos pastores reverente obsequio a la Emperatriz Soberana, se fueron acomodando los jueces en tres iguales sillas que había mandado poner Lauro en otro tablado o balcón muy entoldado…no quedaron ventanas, desvanes ni tejados que no los ocupara diversidad de gente, así aventureros como curiosos (que estos pocas veces faltan),  y… tocando los clarines, se dio  principio a la corrida. Salió un bruto negro en el color, pasmo en la fiereza, que ocasionara terror a quien, menos animoso que los pastores, le envistiera”. Y aquí vemos como Doña Ana se acuerda de las mujeres y las hace participar en todas las fiestas que se celebran en el jardín del Moncayo, ya que “Añada porque tan caballerosa acción no quedara sin premio, le dio un pañuelo con ricas puntas de Flandes, para limpiarse el sudor que el extraordinario ejercicio le había ocasionado”.

Pero, después de los pastores, que hoy equivaldrían a los toreros de a pié, salieron dos caballeros, a saber “Don Juan de Castro el uno, caballero aragonés” y el otro de los que dice la autora: ”Hizo grandes suertes Don Luis Abarca, caballero aragonés”. Estos, hoy en día equivalen en el toreo a los rejoneadores.

¡Cómo nos hace recordar Doña Ana “los deliciosos jardines, burladores” (conducto oculto de agua que, a voluntad del que lo dirige, la esparce fuera para mojar a los que se acercan incautamente”)y artificiosos surtidores y huertas de Don Antonio Abarca(hijo de Sancho Abarca y de doña Victoria de Villanova, hermano de la monja de Casbas Doña Francisca Bernarda y padre de D. Tomás Abarca) y Don Vicencio Lastanosa ¡. Compara “aquel día a otros que había tenido en la ciudad de Huesca en las casas de dos caballeros, cuyas huertas, jardines y surtidores, podían competir con los prensiles, tan celebrados de la antigüedad”.  Se acuerda Doña Ana de todas las personas y cosas de Aragón, dedicándole versos a San Urbez. Guara y los estanques de los jardines le hacen hablar de la sequía, ya que en la página 144 de su Tesis Doctoral, escribe Angelines Campo: “A ocasión de la vecindad de la transparente laguna, tuvieron los mayorales largas conclusiones de lo importante que es a la vida humana el cristalino elemento y cuán dañosa es su falta. Tocaron en las prodigiosas aguas que anegaron la vana confianza de los egipcios en la rígida  del general diluvio, y no menos, en la estéril sequedad que en treinta y seis años padeció la afligida España, no hallándose en ella otro verdor que el que en algún profundo seno conservaba el agostado Ibero (Berro) o en alguna gruta de los empinados Pirineos”.

Entre los amigos de Lastanosa y de Doña Ana Abarca de Bolea se encontraba Baltasar Gracián, que no era amigo de pasearse por los jardines y sin embargo piensa en el sentido interno, en la esencia de su significado; es que Gracián está inclinado en otra forma por la literatura aragonesa y Doña Ana, autoprofesora y discípula de tantos miembros del equipo de Lastanosa, piensa como Gracián en el caso de la laguna o estanque, que aparece en los jardines y quisiera aplicarle a la tierra el beneficio de las aguas.

Don Ricardo del Arco escribe sobre la desaparición de los jardines de Don Antonio Abarca y de Don Vicencio Lastanosa, pero Doña Ana en su Vigilia el Laberinto  dice que “los jardines, huertos y paisajes que se descubren por los balcones” le hacen la ilusión de que los jardines serán creados por y para el pueblo.

Como por ejemplo el de la torre o casa de descanso de los Casaus, banqueros de Huesca, del siglo XIX, donde existía un jardín con su cenador, sombreado por cedros, magnolios y arcos de hierro, cubiertos de hiedra. Tenía también su laguna o piscina, acompañada por una casita, con su estufa interior y revocada exteriormente por bellos baldosines  azules, que recordaban paisajes franceses y de los que todavía se conserva alguno en Zaragoza. En dicho jardín se recordaban, como en tantas casas de recreo modernas (cigarrales, torres, quintas, jardines, huertas)“las calles, cuadros, cenadores, fuentes, flores y pájaros”. Me acuerdo de los paseos, del cenador, de la piscina o estanque, de las flores y de los pájaros, a los que mi tía Luisa, hermana de mi padre, sorprendí escuchando y observando a una pareja de ruiseñores, que tenían su nido entre la hiedra,  que cubría la pared que separaba el jardín de la carretera de Zaragoza. En la casa de descanso o torre tenían entre otros cuadros, uno de un ciervo en un bosque, que se completaba con un ciervo vivo, que tenían en un corral y que habían traído de la Montaña.
Jardines de Babilonia

A los jardines de Babilonia y Egipto, a los griegos y romanos, a los de Vocación en el Decamerón, los enriquecieron otros, como los jardines desérticos de los Carmelitas, los de la literatura pastoril y en otros casos se usan los jardines, donde se representan obras dramáticas, poemas y toda clase de novelas, sobre todo amorosas, pero a todos estos jardines, unas veces de los frailes conventuales, otras de los paganos, en ocasiones de los pastores y de los rústicos campesinos, más tarde de los caballeros, más o menos relacionados con las letras, pero les siguieron más tarde, según el Fraile  Alonso Ramón, que dijo en una ocasión”: pasear por los jardines es recreación propia de príncipes y poderosos”, personas “de gobierno y jueces, abogados, hombres de letras, secretarios, y hombres de papeles”.

En estas palabras parece que los jardines van siendo, con el tiempo, apetecidos por la gente, que sin pertenecer a la nobleza, poseen dinero para introducirse en ellos. Buendía dice que las casas de recreo “son sobre todo una muestra de la riqueza y liberalidad de los caballeros que organizan las fiestas; es decir son un elemento suntuario en el que se ostenta públicamente el poder de los personajes”. Y añade que los “ricos mayorales que protagonizan la Vigilia de Doña Ana Abarca…no cabe duda de que nos encontramos ante personajes pseudo aristocráticos que ostentan generosidad y riqueza bajo su disfraz pastoril”.

Han ido, con el tiempo cambiando las costumbres y el hombre, ya fuera noble o dejara de serlo, se constituyó, prescindiendo de los dioses, de los paraísos y de la Arcadia feliz, en alguien  que hacía una “confrontación entre la naturaleza y el arte”. Y el pueblo, imitando a Baltasar Gracian, admira la hermosura de las flores y vegetales  en general y sabe interpretar el sentido “simbólico y erudito incluso de los mínimos componentes del jardín”. (Laplana Gil). No describe Doña Ana extensamente los jardines de Abarca ni de Lastanosa y describe, en cambio el jardín artificial del Moncayo, donde había de celebrar el Octavario y Víspera de San Juan Bautista. Es que ella,  estaba acostumbrada a contemplar terrenos, que sin serlo, podían ser jardines, por su abundante y bella vegetación, como ocurría en el Palacio de Siétamo, desde el que se dominaban las verdes orillas del río Guatizalema,  los huertos de  la Fondura de Siétamo y los robles y carrascas de la Costera, donde estaba la Cruz de las procesiones, al este y al sur la ermita de la Virgen de Bureta y más arriba, también por el este, se veía la ermita de la Virgen de Liesa. En Casbas, estaba custodiada por la enorme huerta, que regaban con su fuente y mirando al norte, podía admirar la Sierra de Guara, que le inspiró una hermosa poesía.

Y como  ella,  los hombres y mujeres, convirtieron en hermosos jardines ciudadelas guerreras en otros tiempos, como la de Pamplona y la de Jaca y en nuestra ciudad de Huesca, entre las carreteras de Sabiñánigo y de Apiés, donde antes estuvieron las basuras y polvorines, se están repoblando cerros, entre los que se encuentra aquel donde han reconstruido la ermita de la Virgen de Jara, para transformar aquella zona en un hermoso jardín, desde donde se podrá admirar la Sierra de Guara y el Salto de Roldán. 
Ermita de Jara (Huesca)

Toda la sociedad lleva en su mente y en su corazón el deseo de usar los jardines, que en otros tiempos solamente lo eran por unos pocos ciudadanos, pero hoy en día uno se encuentra urbanizaciones en las que cada casa tiene su jardín. De la misma forma que nos acordamos de ellos, sería fácil y agradable recordar a Ana Abarca de Bolea, que soñó crear un jardín en el Moncayo para que todos los ciudadanos pasearan por él.

Hay un contraste entre los magníficos templos paganos, que aparecen en novelas pastoriles, como el de la diosa Minerva y la pobre y vieja ermita cristiana de los pastores del Moncayo, como dice Angelines Campo en la página 203 de Tesis doctoral y añade “…y porque la ermita del divino Juan no quedara tan solitaria, …la reedificaron entre todos “. Parece que el espíritu de los rurales oscenses, como Daniel Calasanz y sus esposas se dio cuenta de que “el dominio natural es transitorio, de acuerdo …con el final feliz …de la obra” han de contribuir a la reconstrucción de la ermita de Nuestra Señora de Jara. No pudieron poner, como los pastores del Moncayo un capellán y unos caseros, que  cuidaran de su devoción y adorno”. Ahora no tienen las ermitas ermitaños, como los tuvieron en mis años de niñez.

“Podemos concluir, pues, que la síntesis y antisíntesis entre lo natural y lo artificial, tan típica del Barroco, se manifiesta en la Vigilia y Octavario de San Juan Bautista en la presencia del paisaje artístico y en la ermita ruinosa y ornamentada, como principales espacios sobre los que se desarrollan las fiestas pastoriles”. Y ¡como Huesca tiene los mismos sentimientos hoy, con Jara y los montes próximos de los que quieren hacer,“un delicioso prado tan poblado de ese adorno (plantas naturales y flores), como asistido de naturales aromas”, como los tenía en aquellos viejos tiempos,  Ana María Abarca de Bolea!.

Escribe Angelines Campo: ”Y, como lección final de la novela, es ésta de la generosidad, la virtud exaltada, presentando un acto de liberalidad colectiva que, pretende sea la culminación de tantas generosidades anteriores”: y porque la ermita del divino Juan no quedara tan solitaria como la habían hallado, la reedificaron entre todos(…), con qué acabaron de acreditar su generosidad y devoción, prosiguiendo en ella todo el tiempo que vivieron”.

El Parque de Huesca, en el que seguramente entraría el jardín de Lastanosa, fue creado por don Vicente Campo, padre de la que tanto entiende de la personalidad femenina de Ana Francisca Abarca de Bolea.

 

1 comentario:

  1. Es de agradecer, que D. Ignacio Almudevar y a la edad que el tiene, nos ilustre con sus conocimientos de una parte de la historia que nuestros padres y nuestros abuelos vivieron en sus propias carnes. Y todo ello escrito con sus manos y su memoria. De unos años de los que en la postguerra nadie queria hablar ni comentar, de ambos bandos, en los que las represalias debieron ser atroces y estoy convencido de que en un bando, mas que en el otro. La cantidad de Iglesias y obras artisticas que se quemaron, debio ser enorme.La propia Catedral de Huesca fue bombardeada, con su tejado y cupula hundida y su torreon desmochado para siempre.
    Tambien yo me pregunto, si Sender lo habria evitado ??

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