lunes, 15 de octubre de 2012

EL CASTILLO DE SIETAMO



¿Por qué no arreglaron el castillo-palacio de Siétamo?.. El viernes pasado, pensé sobre el castillo-palacio de Siétamo. Pero mis recuerdos sobre el castillo –palacio íntegro, se desvanecieron cuando llegó la guerra civil que a unos nos hizo huir y otros se tuvieron que quedar. Más tarde algunos pudimos volver,  pero no a vivir,  porque las casas estaban, unas medio destruída,  como la nuestra en tanto otras quedaron deshechas totalmente, teniéndonos que acoger en la posada.

Y  el castillo me impresionó por su aspecto de ruina y porque me acuerdo de ver y de recoger con otros niños del pueblo, los balines del suelo, poniendo las dos manos tocando por su parte inferior la tierra y acercándolas, amontonando la metralla que llevábamos a guardar en no me acuerdo que misteriosos escondites. No entendíamos de las técnicas de la guerra, pero  clasifícábamos los dichosos balines en dos clases: unos eran de punta aguda y otros terminaban en redondo.

Los niños tendíamos a juntarnos y a recorrer las ruinas de las casas, acordándome de ver en un agujero de una pared ruinosa, unas abispas, a las que nos pusimos a expulsar, tirando con palos los bordes del agujero en el que habían construido su refugio y cuando llegamos al fondo encontramos una pistola, que por cierto no perteneció a la guerra civil, sino que era más antigua. Esta casa o más bien sus ruinas estaban en el hoy pequeño parque que se encuentra detrás del Ayuntamiento. No sé que se hizo con la famosa pistola.

¡Pobres niños!,que sumidos en la pobreza tenían que andar por aquel paisaje arruinado, lleno de subidas por las paredes a medio caer y de bajadas, como las bodegas abiertas a nivel del suelo por los cañonazos. En el castillo hay unos subterráneos que quedaron abiertos y por ellos bajaban los niños, a los que el Doctor Cardús hacía colaborar en sus investigaciones, para ver si había algún túnel que condujera a la huerta baja, que está  al otro lado de la carretera y subíamos por el castillo, donde me llamó la atención una enorme cuna; no sé de que material estaría fabricada, pero llamaba la atención la redondez de sus formas y estaba colgada muy alta, por lo que no podíamos alcanzarla. El suelo de la habitación en la que estaba guardada, había desaparecido y la contémplábamos desde un piso inferior.

Los niños vestían con un pantalón rajado por su parte infero-posterior, sostenido por un tirante cruzado por un hombro y algunos llevaban camisa y otros, al parecer, no podían llevarla, como tampoco podían llevar calzado bueno, ya que andaban con alpargatas viejas o con unas sandalias, parecidas a abarcas, hechas por sus padres con el material tirado de una rueda de coche o de camión. Abarcas llevaban los pobres niños, como hacía siglos llevaron los nobles Abarcas de la Montaña. He dicho de  las sandalias que estaban hechas por sus padres, pero algunos ya no lo tenían por haberse muerto o por haber sido ejecutado ya por unos, ya por otros.¿Quien tuvo la culpa de esas muertes y quien la tuvo de las ruinas que regían en todo el pueblo y en el castillo-palacio, que ahora nos preocupa?.Entonces les preocupaba a los niños el comer, pues si conseguían un trozo de pan se lo comían con avidez y si podían untarlo con un poco de chocolate, lo mordían y lo echaban con la boca por la superficie de la tajada de pan.

¡Pobres niños que se tuvieron que quedar allí donde la guerra se desarrolló y vieron como se luchó en Siétamo y como fue cayendo poco a poco!.Algunos no pudieron verlo porque la misma guerra los mató.

Ahora algunos preguntan que por qué no se arregló el castillo y yo me acuerdo de aquellos cuadros de miseria que había en el pueblo y en la escasez de casas que se construyeron a los vecinos de Siétamo.

 

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