sábado, 17 de noviembre de 2012

El crimen de Cuenca y los que se dan por España



Caminando por las tristes calles otoñales, de la ciudad de Huesca, me saludó con alegría José Francisco Pejón, y comenzó a  comentar el Crimen de Cuenca, y nuestra conversación acabó por comparar su maldad con la de muchos crímenes,  que ahora se cometen cada día.  ¿Cómo de un corazón alegre como el de José Francisco, surgió la tristeza del Crimen, cometido en el siglo XX, para casi hacerme brotar las lágrimas, al ver y escuchar los “crímenes de hoy en día?”.

Ya hace un poco más de cien años que “no” se cometió el Crimen de Cuenca y siempre el pueblo ha apetecido recordar los sufrimientos, que pasaron, con la misteriosa desaparición del pastor, que por nombre usaba el apodo de El Cepa, en el pueblo de Osa de Vega, en 1910. Todo el mundo creyó que el pastor había sido asesinado y acusaron del crimen al guarda Gregorio Valero y al mayoral León Sánchez. Tres años tardaron en detenerlos y torturarlos como me dijo José Francisco, que los habían martirizado con tenazas, arrancándoles los pelos de los  bigotes  y las uñas de sus manos inocentes. Los tuvieron presos doce años a cada uno, sufriendo en su cara y en sus uñas, igual que sufrieron tantos años en sus espíritus, privados de libertad. Fueron muchos los escritores que contaron las tristes aventuras de Gregorio y de León, pero Pilar Miró, en 1979 filmó El Crimen de Cuenca, ocurrido el año 1910 y  siguientes. Fue prohibida su obra durante diez y siete meses. Al dar la libertad para filmar la película, se convirtió en una de las más taquilleras del cine español. Durante la historia ocurren casos que se introducen en el interior de las personas, como ocurrió con el Crimen de Cuenca, que quedó guardado en el corazón de José Francisco,  cuando conversó conmigo. No sé si le salió el recuerdo del Crimen de Cuenca, porque estaba en esos momentos viviendo, con el paro de la construcción en sus costillas y en sus brazos, cuando muchos no pueden pagar la amortización de su vivienda, viéndose expulsados de sus techos, acompañados de sus padres y de algunos niños y suicidándose alguno de ellos, en tanto otros lloran, mientras los arrastran. Es una situación de injusticia, porque a esos parados les ofrecieron préstamos dinerarios, sin garantía de devolución,  que no podían hacer real, con los tiempos que venían. Para deshacer su felicidad, aparte les dejaban dinero para comprar algún coche. ¿Tienen los expulsados de sus viviendas alguna culpa, si ellos no creían mas que en una situación de prosperidad. José Francisco decía: ¡se ha hecho con estos inquilinos un crimen peor que el de Cuenca!. De la misma forma que contemplando dicho Crimen, el pueblo  sufría con el dolor de aquellos martirizados con tenazas, ahora, después de cien años, vuelven  a sufrir tanto o más, al ver a los inquilinos!, pasando del calor del día dentro de sus casas, al frío nocturno de las noches otoñales!. Si aquellos presos,  que no habían cometido ningún crimen, perdieron la libertad durante trece años, muchos de estos engañados por la Sociedad, han perdido su libertad, tal vez para muchos años o tal vez, para la eternidad. Menos mal que todavía existen guardias, que se niegan a expulsarlos de las viviendas de que gozan.

1 comentario:

  1. Buena reflexión sobre el paralelismo que existe entre dos situaciones separadas por los años pero con protagonistas y efectos muy similares.
    La misma indefensión que sufrieron los presos del Crimen de Cuenca es cierto que la sufren también en la actualidad las personas acosadas por los pagos de sus hipotecas. Y de la misma manera que entonces no pudieron acceder a una defensa judicial justa, tampoco ahora lo van a tener más fácil con la reforma judicial recientemente aprobada en la que se han incrementado notablemente las tasas judiciales. Son muchos los inocentes que se pueden quedar en el camino hacia la defensa de sus derechos. No les arrancaran las uñas, ni los pelos, ...porque se las han dejado rascando hasta el último euro de su bolsillo.

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