domingo, 23 de diciembre de 2012

Los hombres hacen la guerra y la guerra deshace a los hombres

 




Siétamo, Estrecho Quinto, Fornillos y Huesca se vieron envueltos en una Guerra Civil, que destruyó, además de otros pueblos, a Apiés y deshizo a Siétamo. Después de acabada esa guerra criminal, íbamos con un carrico a Huesca por el Estrecho Quinto pero no podíamos pasar por el puente que estaba deshecho y entonces bajábamos por un camino y pasábamos el río por medio del agua. La burreta torda de la que tengo tantos recuerdos iba la primera delante de una mula, pero se negaba a pasar  el agua del río. ¡Hasta la burra tenia  pánico a los destrozos de la Guerra!. Gila era un humorista que narraba numerosos chistes de la Guerra Civil, que en muchas ocasiones, ¡eso si, con humor!, no hacía mas que reflejar la realidad. Así Tomás Galindo, natural del Almudévar,  me dijo que multitud de esos chistes provenían de lo que sufrió el Estrecho Quinto, en que cayó un general ruso, que estaba contemplando con anteojos, la ciudad de Huesca. En cierta ocasión, en la pantalla de la Televisión, se  vio a Gila, coger el teléfono y se le oyó exclamar:¿oiga, es el enemigo?, le dijeron que sí y él siguió preguntando ¿cuántos van a venir?.  Del otro lado le contestaron”¡pues unos quinientos!” y Gila exclamaba: ¡Aibá, que no tenemos balas para todos!. Esta expresión humorística de Gila, es sencillamente una narración de la escasez de balas y de medios que tenían los republicanos para lanzarse a realizar un avance tan rápido y tan lejos de Barcelona. Pero hay que considerar la misma escasez en el ejército que se había sublevado contra la República, para detener los continuos ataques de los izquierdistas extremistas no sólo en las grandes capitales, sino en todos los pueblos de España. Está claro que fueron  hombres los que provocaron aquella catástrofe, que llevó a toda España  a pasar una época de miseria, pues si los “extremistas de izquierda” armaban líos  en los pueblos,  los de extrema derecha luchaban contra ellos. Lo que hicieron unos y otros es introducir en la catástrofe de la Guerra todo el pueblo, que no tenía intención de provocarla. En Bolea obligaron a Lizana a ir a la Guerra, pero él contestó que quien la empezó, la acabase y se refugió en la Sierra. En Huesca, por ejemplo, murió el republicano Santamaría, concejal honesto y buen cristiano, arrastrado por el odio que unos y otros crearon. En Siétamo fue terrible la sangre que corrió, derramada por unos y por otros, pues fueron unos treinta y tantos los que murieron en manos de algunos “izquierdistas” y otros tantos, en manos de los sublevados. Pero no fueron sólo estos los que murieron, pues está todo el monte lleno de restos humanos. Hace poco tiempo se ha  descubierto el lugar donde fusilaron a un fraile del que poseemos la fotografía y murió como un santo. Yo pienso que habría que levantar una ermita dedicada a todos los muertos durante la Guerra en Siétamo, en el lugar donde murió este “Padre Jesús”, cerca del río Guatizalema.

El palacio del Conde de Aranda fue destruido por unos y por otros, unos por ser su dueño Conde y los otros porque decían que era masón. Entonces obligaron a mi padre a vender la Plaza de los Caidos. Mi padre daba gracias a Dios por no haber sufrido ninguna muerte en su familia y no le dio importancia a la obligada venta de la Plaza del Palacio o de los Caídos, en un pueblo donde tantos hombres habían sido sacrificados. Otros estuvieron presos, otros trabajando y muchos huyeron a Francia, donde acudieron, como se ve en fotografías, por ejemplo de Bielsa, cansados y helados de frío. En Francia estuvo Antonio Bescós, conocido en Siétamo como Trabuco. De Almudévar marchó a Francia el padre de Tomás Galindo y éste fue a verlo, después de haber trabajado algunos años en Almudévar y otros en Barcelona y me cuenta lo que vio en alguna de esas reuniones que hacían los refugiados españoles. Ahora estamos en “Crisis”y es preciso que miremos por nuestros compatriotas y no excitemos la injusticia, no vaya a ocurrir que las huelgas y las luchas que de ellas se derivan, vuelvan a crear un ambiente de odio, que conduzca a una nueva guerra. Si levantáramos la ermita, acudiríamos a buscar en ella la Paz. 



 

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