martes, 7 de mayo de 2013

El gato sobre los hombros de una joven





Paseando entre las ajardinadas balsas del Parque de Huesca, paisaje en el que se contemplan los cisnes negros, los patos grandes y pequeños, unos volanderos y otros que no saben volar , pero nadan con más facilidad que las canoas, y que conviven con los niños. Los ánades al verlos llegar a las orillas, con sus cuellos parece que los saludan, como pidiéndoles que les echen algunas migas de pan. Pero hoy, al mismo tiempo que observaba este juego de la Naturaleza entre los niños y los patos, he contemplado un espectáculo maravilloso. Sí, maravilloso, porque cerca de las balsas ornamentales, alrededor de las cuales, cada día varios gatos abandonados, esperan que alguien les dé de comer, pasó una jovencita de unos veinte años, que no sólo amaba la Naturaleza, sino que se identificaba con ella. Y ¿cómo?, pues sencillamente porque pasaba airosa, con su hermoso cuerpo juvenil y su amoroso aprecio a la paz de los seres de la Naturaleza, y además se identificaba con ella, llevando sobre uno de sus hombros un gato rubio, con su collar y una campanilla, para conocer siempre su presencia, cuando en su casa, se esconde debajo de los sillones y de las camas. Me fijé que al gatico le faltaba la mitad de su cola y al preguntarle la causa de tal pérdida, me dijo que lo encontró  en la calle cerca de su casa, atacado por un cruel perro, que le mordía de tal forma que le hizo perder su rabo. Sabina que así se llama la joven, amante de la paz, cogió el gato y tanto lo contempló, que lo ha convertido en su compañero, con el que pasea por el Parque. En tiempos de los faraones, adoraban a los gatos y ahora Sabina es el trono amoroso de un gato rubio.   

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