miércoles, 29 de mayo de 2013

Se ha muerto mi amigo y vecino, Rafael Bruis Vilellas





Tuvimos en Siétamo, Rafael y yo, antes de la Guerra Civil, un maestro poeta, envuelto con prosáico  guardapolvo, que guardaba su modesta ropa de polvos y lodo pueblerino y vivía un poético vivir, que expandía poesía a los niños campesinos. Hoy, al enterarme de la muerte de mi amigo, que igual que yo, estaba en  los ochenta y dos años, he mirado en el cuaderno de fotografías, aquellas  en la que el Maestro Don José Bispe, Rafael,  yo mismo y todos nuestros compañeros, fuimos retratados, para contemplar nuestras vidas.  Y  hoy he tenido la oportunidad de ver a Rafael con sus cinco años de edad  envuelto, como el maestro en su guardapolvos, y en el tanatorio, he contemplado sus rasgos serenos, pero sin vida. Hay niños en las grandes capitales, que no conocen al gorrión humilde, al asno ya negro, ya platero como el que había en mi casa, en el que montábamos Rafael y yo, para conducirlo a la fuente a beber agua. Esos niños tampoco conocen a la vaca lechera, ni al pato ni a la oca, ni han escuchado, jamás, el canto del gallo corralero. En cambio en el corral de mi vecino Rafael, hasta hace poco tiempo, en vida de sus buenas hermanas Pilar y Josefina, lanzaban sus kikiriquís, unos hermosos gallos corraleros.
En el patio de recreo,  Rafael y yo, con la tierra del suelo hacíamos acequias, para que circulara el “pis”, que lanzábamos a ellas, imitando a los viejos hortelanos que regaban con el agua pura de la fuente.  ¡Hasta pronto,  Rafael!.

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