martes, 23 de julio de 2013

El último molinero



José  Mairal  Ferrando, se considera a sí mismo como el último molinero de esta Provincia  de Huesca. Yo no sé si quedará en toda ella  alguno más, pero, cuando uno se acuerda del Molino de Pertusa, del molino de Quinzano  y de tantos otros, le resulta fácil acordarse de distintos molineros, que en su vida conociera. Yo me acuerdo de ver a José Mairal Ferrando, de molinero durante catorce años en Los Molinos de Sipán. En el río Gustizalema, que baja a través de la Sierra de Guara, desde Nocito, debajo de Vadiello, donde se asentaba un pueblo con dicho nombre, ahora convertido en un pantano, que suministra  agua  a Huesca capital, hay un pueblo encantador, que muele olivas  y  muele cereales, y que lo llaman,  Los Molinos de Sipán.  Allí, a orillas del Guatizalema, vive la viuda de José María Calvo “de Los Molinos”, Doña Aurora, con cerca de cien años de edad, amante y amada por sus hijas, y con recuerdos del pasado, como el de su esposo José María, conservador de los Molinos  y de la gran figura humana su hijo. Le quedan nubes oscuras, es decir de lo que pasó para la Guerra de mil novecientos treinta y seis, de la que conoció entre otros muchos, a Fillat  de Santolaria, padre de los “zapateretes” de la Plaza de San Lorenzo, que fue asesinado durante la Guerra Civil. En los siglos pasados, en medio de aquellas aguas, que convertían las olivas en aceite y los trigos en harinas, que parecían cantar,  a la Naturaleza, bajando de las alturas, con sus músicas frescas, unas veces alegres y otras tristes. Nació cerca de Los Molinos, en el pueblo de La Almunia del Romeral, y se casó al lado de las aguas del río, pasando por el Molino. Yo, personalmente,  acudía a  su Molino a buscar el aceite, resultado de la molienda de unas olivas que le llevé, y Aurora,  ponía todo su interés en servirme un aceite, suave, pacificador y brillante.
Además del Molino de Aceite, estaba muy cerca de él, el Molino de Harinas  y ambos  molían en aquel lugar, a orillas del río Guatizalema.  El Molino aceitero, todavía funciona, bajo la dirección del Alcalde de Loporzano,   Jesús Escario Gracia, natural de Aguas, con cuyo padre tenía yo,  una gran amistad.
 Pero en el Molino de Harinas, conocí a su molinero, que me dijo:  ”Yo, José Mairal Ferrando , me considero como último molinero de la Provincia de Huesca. Mi origen, procede del Molino de Alquézar y por tanto yo soy molinero, mi padre molinero, mi abuelo molinero, mi bisabuelo molinero y sus antecesores eran también molineros”. Añade que nació en el Molino de Almuniente, el día diez de Agosto, de mil novecientos  veintiueve,  de modo que va a cumplir dos días antes de la Fiesta de San Lorenzo, ochenta y cuatro años.  De Almuniente  pasó a moler  al Molino de Nueno, pero acabó por hacerlo en Los Molinos de Sipán, donde trabajó hasta el año de mil novecientos cincuenta y nueve, después de pasar catorce años y con esta fecha se convirtió en el último molinero, según se considera él mismo. Yo lo conocía porque frecuentaba aquellas carreteras, unas veces por ir a buscar aceite y otras porque las recorría, como Veterinario. Ahora nos vemos con frecuencia, porque vive en la capital de la Provincia, al lado de donde vivo con mi familia.
 José Mairal Ferrando, se considera a sí mismo como un Molinero de cereales, pero sin embargo, recuerda la Almazara de los Molinos de Sipán, que permite gozar de las cualidades organolépticas  tan notables y tan agradables,  como las tajadas de pan, empapadas de aceite puro. De esta agradable bocado me acuerdo de haber gozado de él, en Quinzano, en el Molino de mi contrapariente Juan Lino y de sus socios, que siendo yo veterinario de Bolea, me quisieron obsequiar.
No se acuerda sólo el Molinero de Los Molinos de Sipán, de su buen trabajo, moliendo trigo con unas piedras circulares, importadas de Francia, sino que recuerda a San Martín, al que todavía ama como Patrón de los molineros. Me dice que este santo, al encontrarse a un pobre, helado de frío, partió su propia capa,  para vestirlo con media de ella y abrigarse a sí mismo, con la otra mitad. Recuerda la fiesta que celebraban el día del santo y me dice, que encima de Vadiello, se encuentra, camino de Nocito, una Ermita de San Martín. San Martín partía su capa para repartir calor entre los que lo necesitaban y José Ferrando se ponía a partir los granos de trigo,  hasta convertirlos en harina, para que los seres humanos no pasaran hambre.
Desde la Hoya de Huesca se divisan las dos enormes alpargatas de piedra que dicen eran las de San Martín. Cuentan que cuando bajaba por los montes de la Sierra de Guara, huyendo de los gigantes de la Montaña, que ocultaban a los hombres del Somontano las diversas artes de la Agricultura, se cayó San Martín y se le llenaron las alpargatas de granos de trigo. Con esa semilla, empezaron los  somontaneses  a sembrar trigo, para obtener el pan de cada día. Más tarde San Martín fue copiando las diversas herramientas para el cultivo y aprovechamiento de sus productos. José María Mairal Ferrando y sus antepasados, se especializaron en hacer moler a las piedras,  en las orillas de los ríos, y de la misma forma que algún día algún hombre empezó a moler, ahora se ha quedado ese  José María María Mairal Ferrando,  declarandose “el último molinero”.
Y esta vida molinera no se pudo escapar de las canciones que  cantaban en los molinos los molineros y que esperaban las molineras.  Wilhein Müller escribió “La bella molinera”, que nos hace leer y escuchar  unas veinte canciones que nos hacen sentir el optimismo alegre hasta la desesperación. Eso nos ocurre cuando pensando en el amor, vemos como el molinero espera a la molinera, unas veces nos conduce a la alegría, otras a la desesperación, pero siempre animados por la Naturaleza, como en Sipán, donde en Casa Arnal, derribada por la Guerra Civil, se contempla un escudo,  que parece no ser de armas, sino de paz, porque en él , están representadas en piedra un “arna” o colmena, de donde salen unas abejas que reparten el polen por las plantas herbáceas y los árboles frutales.
El “último molinero” sabía y sabe algunas de estas canciones, como la siguiente, que me escribió en la hoja de una libreta y que así dice: “No vayas, niña al Molino y no pienses en moler, porque te puede pasar, que con el trigo que lleves, todo lo puedes perder. Perderás trigo y dinero y tu virtud, escaldada quedará por el Molino. Es mejor que ser soltera, salir casada  del templo”.

Cuando paso por el río, me parece que el conductor de sus aguas, me está confiando las bellezas de la vida molinera, con las orillas del agua, que son la Naturaleza. 

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