martes, 13 de agosto de 2013

Al vuelo. (1982)





Esperando que las campanas del reloj señalen el comienzo de un nuevo año, miré a la pantalla de la televisión y salió un hombrecillo orgulloso de sí mismo; lleva el pelo como una mujer entrada en años, de clase media de los años treinta y tantos. Sus ojos pequeños, como los tienen los elefantes, interrogan de continuo, al cielo a la tierra o ¿al vacío?. Dice,  con solemne voz, que tiene el corazón en carne viva y que todo es tristeza sin “ella”, pero da la sensación de que todo es teatro. Un modelo anatómico femenino llama a los caballeros, cantando: ¡caliente, caliente!, pero aquellos no le siguen, aunque sí le hacen la corte una serie de barandas, desnudos de cintura hacia arriba. Uno, con chaqueta de cuero, canta la canción de los pantalones para introducir la idea de su uso, pero unas “gachises” con las piernas al aire, exclaman:¡mala idea!, ¡glogló!.  ¡Mala idea! , y el tío fuma displicente.
La presentadora,  en algunos planos toda piernas, con cabeza ovalada,  pómulos salientes y dientes ralos, sigue presentando. Ahora le toca a otro que parece mujer,  climatérica e inglesa, pero que canta una bella canción, acompañándose con su piano de cola. Me gustaría entender su letra. Estamos ante otro inglés, que hace poco bulto; no sé de donde sale tanta voz y tanto sentimiento. Oculta sus ojos con gafas redondas y oscuras para mejor replegarse en sí mismo. Aparecen otras “gachises”, que también son inglesas, pero bien peinadas, de bellos ojos. Su hermosura recuerda la aristocrática, Inglaterra y Victoriana, tan decadente, al menos en el aspecto exterior de sus hombres actuales. Cantan : ¡Sólo tú y sólo yo, uá, uá, uá, lalalá!. Un arpa entre los brazos de un artista, que le arranca bellas notas, como el cantante añora a su amada entre los brazos, pero sólo grita ¡uá, uá, uá!.
Aparece un nuevo Gardel, bohemio dice él, pero viste impecablemente. De todas formas “no es por casualidad” que este latino, correcaminos y ardiente como una copa de vino, ganara el festival de la OTI.
Jeanette parece que no ha roto nunca un plato, pero canta de noches de amor, de las que sólo le quedan ganas de llorar. Yo creía que las ratoncitas mordían, pero no lloraban.
Se me hace muy simpático un señor mayor, casi calvo, con gruesas gafas caídas hacia adelante y bigotes, cuyos pelos acarician la boquilla de la trompeta que emite sonidos de “Tres gardenias para ti”.
Cuando falta poco para las doce, aparece Julio Iglesias evocando a su hija. A estas horas estará evocando a su padre y yo me acuerdo de tantas personas para las cuales la Noche Vieja, resulta penosa.
En el reloj de la Puerta del Sol y en el de la Torre de la Iglesia de mi pueblo, van a sonar las campanadas.  Abro el balcón y se confunde el griterío madrileño con el de los mozos de Siétamo. Trago los doce granos de uva de Almería, tan iguales, tan artificiales como los cantantes y me acuerdo de cuando comía la uva, colgada en los maderos del desván, de granos tan naturales como la espontaneidad de los mozos al gritar: ¡Feliz Año Nuevo!.


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