lunes, 9 de septiembre de 2013

Por las tierras de Navarra



Tafalla

Bajando de Pamplona a Zaragoza y a unos veinte kilómetros de aquella ciudad, se encuentra Tafalla. Antes de llegar a su núcleo clásico,  proliferan a un lado y otro de la carretera los polígonos industriales. Se ha convertido la ciudad, a pesar de su escasa distancia a Pamplona, en un núcleo industrial. Se cruza  en la ruta una Sierra poblada de carrascas y al Norte de ella, desde donde se ve Pamplona, se alzan los restos del Castillo de Tiebas, que lo quemaron las tropas del Duque de Alba, aproximadamente en 1512.Estamos en una comarca de clima submediterráneo, como sus vecinas aragonesas las Cinco Villas, y para contemplar dicha comarca y las que le rodean, lo mejor es subir al Parque Eólico de la Sierra de Guerinda, donde se encontraron restos de un molino harinero de viento, que está reconstruido y que recuerda, a los de Almudévar, los restos de los suyos. A ver si esa reconstrucción los anima a hacer lo mismo con alguno de ellos. Subiendo a la cumbre del monte Guerinda, de 878 metros de altura, veremos si el día es claro, media Navarra; hacia el Sur se contempla el elevado pueblo de Ujué, en la parte más alta de la Sierra, y más abajo San Martín de Unx, donde, en sus bodegas, se venden unos vinos excelentes y debajo de todo el paisaje, se encuentra el piedemonte de Tafalla-Olite. Si alguno lleva prismáticos podrá ver detrás de él, las Bárdenas y el Moncayo. Si observamos por el Norte  divisaremos las tierras de Valdorba, la Peña de Unzué y desplazando la mirada a la izquierda, la Sierra del Perdón y nos conducirá los ojos a ver y recordar Montejurra.

Decidimos ir a Ujué, pueblo elevado, con una iglesia-castillo con sus torres, que alberga una Colegiata. Es impresionante observar media Navarra desde tal altura y detenerse a gozar de la bella silueta del Castillo de Olite. Me recuerda  nuestro Alquézar, con cantidad de restaurantes, hoteles y bares y donde se da una gran oferta de almendras garrapiñadas, debido a las grandes cosechas que de ellas cogen, en su clima submediterráneo. Soplaba viento frío en tal lugar y decidimos bajar, lo que hicimos y al llegar al empalme con la carretera de más circulación, pudimos marchar hacia Aragón, por Sangüesa, que está a orillas del río del mismo nombre y en la frontera con Sos del Rey Católico.

La madre del niño que llegaría a ser Rey de Aragón y más tarde de España, Fernando, al casarse con Isabel, se encontraba en la villa navarra y a punto de dar a luz, tuvo que ser llevada a Sos del Rey Católico, con toda prisa, para que  naciera en su Reino Don Fernando el Católico. En Sangüesa, un pueblo lleno de arte arquitectónico, con industria y parece ser que van a regar su monte, con el pantano de Itoiz, en tanto que Sos del Rey Católico, después de haberse quedado despreciada de la capitalidad de las Cinco Villas, se quedará de secano. ¿Cómo no se comunican estas villas más con Navarra, para que en lugar de despoblarse, se instalen industrias?.

Pero no fuimos a Sangüesa, sino que nos dirigimos a Tafalla, donde no soplaba aire frío, como lo hacía en Ujué, y uno recibía la impresión de haber llegado a la capital de la comarca, por su clasicismo y por su desarrollo industrial; éste lo contemplamos al bajar de Pamplona, pero su clasicismo lo comprobamos al pasar por una gran Plaza, que hay al lado de la carretera, un poco sobre ella y a la que se sube por unas escaleras de unos pocos peldaños. Aparcamos y subimos por ellas y contemplamos unos arcos o porches enormes y todos de piedra, presidido por esos arcos había una calle cubierta con locales de comercio, bares y garitas donde vendían obsequios para niños. Me llamó la atención un restaurante, en el que entré cuando estaban preparando los distintos salones para celebrar alguna boda y su dueña me atendió maravillosamente, ya que en lugar de despacharme, pues ella misma dirigía la serie de operaciones que había que realizar, el ambiente del restaurante  era del de un museo de categoría, porque en él estaban colgados cuadros religiosos antiguos con santos y obispos, otros del siglo pasado de pianistas y compositores, que pendían de la pared, sobre pianos de cola y sin cola y armonios; se veían esculturas, unas de carácter sagrado y otras paganas. Al marcharme la felicité por poseer tal mundo artístico, pero sobre todo por no cesar en el interés por su trabajo. Dentro de la Plaza había un kiosco parecido al de Huesca y un monumento laico, casi igual al que preside en la capital oscense el Cementerio de las Mártires, dedicado al republicano don Manuel Abad, que fue fusilado en Huesca el día 30 de Octubre de 1848,después de ser entregado por mi bisabuela doña Margarita Vallés, a las tropas de Isabel II, con la condición de no ser fusilado. Con esta detención se acabaron los privilegios de los Infanzones. Ahora descansa aquel republicano en la ciudad donde nació, aunque otros dicen que vino al mundo en Siétamo. El monumento de Tafalla, igual que el de las Mártires, enterradas en el Monasterio de Leyre, sólo tenía escrita la fecha de 1845.

Fuera del cubierto de los arcos, paseaba acompañado  de varias elegantes damas, un señor, vestido  de negro con un largo abrigo y, cosa extraña de no tratarse de Navarra, iba cubierto con una enorme y elegante boina, lo que es difícil de ver fuera de esta zona, entre otras razones porque más al Sur, ya en el Ebro, el cierzo las de tal tamaño las pasearía por el aire. En el restaurante pude ver unos cuadros  de gallardos militares carlistas, que llevaban unas boinas iguales que las del señor que pasea por Tafalla, con la diferencia de no ser negras, sino de algún colorido, preferentemente rojo. Parecía un gran Patriarca, que daba la impresión de que habrían vivido siempre él y sus antepasados, en una continúan preocupación por Tafalla. Al ver tal signo de conservadurismo o de tradición, me acordé de otro hijo de la misma ciudad, también hombre de gran tamaño corporal y sobre todo espiritual, que fue un progresista entre los obispos españoles; se trataba de nuestro querido y ya difunto don Javier Osés Flamarique, enterrado en la catedral de Huesca, donde a pesar del paso del tiempo,  todavía le ponen flores delante de tumba de piedra. Al pensar en él, me acordé de sus hermanas, que viven en tan clásica y próspera ciudad.

Es bueno que haya ideas que respeten los tiempos pasados, en que se construyen molinos y hoy los reconstruyen. Por eso también es bueno que haya gentes que se dediquen a crear industrias, para que la población pueda vivir con dignidad y así parece ocurrir aquí, donde hay celo por el bienestar de sus habitantes, pues no habiendo cine, la juventud se aburre, y ante la petición de los jóvenes y de sus padres, se ha levantado una Casa a la misma juventud, como alternativa a la calle, con la oportunidad de poder asociarse para aglutinar toda clase de actividades.

Al pasar por Navarra, queda uno impresionado por el número incalculable de “navarrerías”, que uno contempla y escucha.


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