miércoles, 23 de octubre de 2013

Conversación de un grupo de parados





He encontrado a dos individuos llenos de vida, pero sin duda con una vitalidad excesiva, fomentada por su vida, carente de trabajo y  viviendo, como aquellos que huyen de ella. Sentados en un jardín, al que se asoma la Biblioteca Municipal de Zizur Mayor, me acomodé en un banco próximo Les oí hablar de las luchas, que en ocasiones, se introducen y en las que se amenazan y se pegan. Pero en un momento de su charla, cambiaron el protagonismo peleón y se pusieron a conversar de un libro, que según un asistente a la charla, estaba escrito por un gran escritor en castellano, que se llama Pérez Reverte. Uno de ellos transmitía al otro sus opiniones. Todos los presentes lo habían leído, pues me lo enseñaron, sacándolo de dentro de un saquetillo, uno de los conversadores. Lo que a mí me extrañó fue que Juan José, que me iba explicando los temas tratados por los parados , no de lengua sino de trabajo, habiendo asistido de niño a la Escuela, no había vuelto a leer o a considerar los temas de ningún otro libro. Pero aquel libro tenía su origen  en el amor de una hermana suya, que se lo regaló y él, impulsado por ese amor, con una gran fe, se leyó sus más de quinientas páginas, en dos semanas. El mismo lector reciente declaró que había sido un potente “enganche” el que le había obligado a leer con tanta prontitud, ese libro, tan atractivo. Así como  la droga, se engancha deprisa en algunos niños y jóvenes, mi nuevo amigo Juan José, fue hecho discípulo de la lectura por ocho libros más, que también le divirtieron y los leyó con gran deseo de encontrar la verdad, que quizá se encuentre en ellos. Tal vez fueran los libros, los que  pudiesen desplazaran la droga. Con esas lecturas se dio cuenta de que los libros hacían falta para todo. Y ya no los ha abandonado, porque,  al darse cuenta de la felicidad que la  lectura le producía, se apuntó después de aquellas lecturas, en una Academia de Iniciación a la Lectura. Y no estaba arrepentido de haber leído tanto, pues se dio cuenta de cómo le  había además,  crecido su amor al arte y a hacerse un gran amante de los hombres y mujeres que andan por la vida y ven cómo va creciendo su amor a la lectura y a la libertad de los hombres. Se había dado cuenta del error cometido por la sociedad, que amaban la droga en lugar de amar a los libros, que hablan de libertad de los espíritus, con la esperanza de hacer al hombre libre,
Estaba Juan José,  hablando con sus dos amigos, que unas veces tenían como motivo las luchas  entre compañeros, tal vez no culpables, empujados  por esos impulsos a la violencia, entre los cuales se encuentra el alcohol. Se ve como la Sociedad no hace esfuerzos para combatir los problemas que la vida les impone, sino que animan su agresividad y le excitan todos los vicios,  que llevan consigo los placeres de la vida.
Juan José cuenta su vida, sus paseos,  sus consumos de droga, y los libros le invitan a contemplar el verde de los árboles y la libertad que te da facultades para ver todas las cosas puras.  Pero el mal es duradero, porque, todavía joven, ya ha sido jubilado. ¡Cuántos individuos malviven sin hacer nada para ellos y para los demás!

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