martes, 8 de octubre de 2013

Puente la Reina de Pamplona






He viajado muchas veces por Puente la Reina de Jaca y me ha llamado siempre la atención el hecho de ver a los coches pasando por encima de dicho puente y por debajo el agua del río Aragón, unas veces tranquila y otras como si quisiera salirse del cauce para inundar las riberas.                                                                              Siempre que paso por este puente me acuerdo de cuando visité el pueblo de Puente la Reina, de Navarra, ya hace unos años, que dejó en mí una impresión, que nunca he podido olvidar. Tiene este pueblo de Gares, asimilado también, el nombre de Puente la Reina, porque se queda uno impresionado de ver un largo puente de piedras de sillería, picadas en el siglo XII , sobre el cual  pasaron en otros tiempos peregrinos que venían de Francia y que soñaban con venerar a Santiago Apostol.  Siguen pasando cada día nuevos peregrinos y en una piedra, que se encuentra a la entrada del puente, viniendo de la Calle Mayor de Gares, algún hombre de buen corazón, picó en la piedra, una hucha en la que la gente caritativa echaba monedas, que recogían los peregrinos. En el otro lado se queda uno admirado al ver dibujados carlistas a caballo, que corrían por el puente para entrar en Pamplona para conquistarla en alguna de esas viejas guerras. Hemos pasado con mi yerno Santiago por el puente y mirando hacia abajo, se veían caudalosas las aguas del río Arga.

No hemos querido seguir adelante nuestro viaje, sino que hemos recorrido la Calle Mayor que viniendo del Este, sale al puente por el Oeste. ¡Qué calle!, con justicia recibe el nombre de Mayor,  no sólo por su prolongada longitud, sino por las construcciones que se sientan a sus dos lados. Toda ella está luciendo conventos, iglesias, palacios antiguos y casa solariegas, muchas de ellas con escudos y no faltan bares ni tiendas, donde  los turistas se echan un trago o los peregrinos que acuden a Santiago de Compostela, se alimentan con bocadillos o frutas que por esa calle van comprando.

Nos ha llamado la atención una enorme iglesia, que por su tamaño podía ser una catedral. Se trata de la iglesia de Santiago, toda  cercada con enormes rejas y frente a ella hay un convento abandonado. Pero sin embargo los fieles no abandonan la iglesia, donde constantemente van entrando  a rezar, en primer lugar a Santiago y después a la Virgen del Carmen que preside un altar barroco. ¡Qué atractivo es venerar todos los santos de los altares, pero resulta imposible no meditar sobre  los cientos de tumbas que se reparten por el suelo del templo,  cubiertas por tablas de  madera, que unas con otras forman un suelo caliente para los cuerpos y para las almas!.

Sentadas en bancos de piedra ya muy próximos al comienzo del puente, se encuentran vecinos de Puente la Reina y del puente de las aguas del río Arga, que viven día y   noche  ése peregrinar de los peregrinos a Santiago de Compostela. Pero uno se da cuenta de que también se convierten ellos en peregrinos, que no caminan. Pero que se van llenado cada día del amor a Santiago de Compostela, a sus peregrinos y a todos los hombres y mujeres.

Hoy,  día siete de Octubre, con el peregrino eterno,  que vive al lado del Puente, es decir Agustín Aldaz, nos hemos puesto a conversar  y ha acabado haciéndonos entrar en un salón,  en el que de vez en cuando se reúne con algún amigo a  merendar, recordando siempre a Santiago. Nos ha hecho entrar en una habitación, donde divierte además de su cuerpo, entre conversaciones, tragos y meriendas,  su espíritu de peregrino eterno. ¿Cómo crea esta situación de sentimientos peregrinos, de llenar de obras de arte las paredes del pequeño salón y de compartir con los que pasan el puente, en este caso mi yerno Santiago e Ignacio, yo mismo, el punto culminante de pasar el río Arga, por el antiguo y bello Puente de la Reina?. Sencillamente porque  Agustín Aldaz, acompañado de su esposa Marichu Echarte, ha trabajado toda su vida de carpintero  “ a las orillas del Arga y en su pecho repetía, ¡qué hermosa tierra es mi Navarra!. Y con esos pensamientos no podía hacer otra cosa, que con su conocimiento de la madera, tallar una figura de Santiago Apóstol, un escudo con las Cadenas de Navarra, rodeados del escudo de su familia Aldaz y el de la de esposa Echarte. Encima de una bella y enorme mesa, colgado en la pared, lucía esplendoroso el Puente de la Reina, tallado en noble madera. Por las distintas paredes de la sala, completaban su corazón de  alegría, escenas de las vaquillas que en Puente la Reina, sueltan para las Fiestas por la Calle Mayor. Hay una fotografía, que no sé si en ella se encuentra Agustín, con dos amigos y montado sobre tres caballos, dentro del río Arga.

Agustín, te voy a mandar un escrito para que tú y yo, participemos de la felicidad de vivir en Puente la Reina, yo durante poco tiempo,  pero tú, has vivido eternamente al lado de las aguas del río Arga.  

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