martes, 10 de diciembre de 2013

Jesús el desconocido


Siétamo está situado a diez kilómetros de Huesca, por la Carretera Nacional N-240, que es paralela a la Vía Romana que desde Huesca era el camino, por el que   se iba a Alquézar. En Siétamo se encontraba el miliar séptimo o milla romana, que tenía unos mil cuatrocientos metros, lo que hace coincidir en longitud la distancia de diez  kilómetros con la de siete miliares.
En la Revista Historia y Vida, que se editó al parecer en el año 1975 José Robusté del que se dice fue uno de los fundadores del partido sindicalista, dice que el último día del mes de Julio del año 1936 ” los dirigentes de las distintas columnas que habían convergido alrededor de Siétamo, acordaron atacarlo el uno de Agosto”. En la misma carretera que he citado, habían conquistado los republicanos los pueblos de Angüés y Velillas y por tanto estaban ya en el monte de Siétamo, naturalmente al lado de la citada carretera y añade Robusté que “que el sol molestaba mucho, pero sin sensaciones de sofoco a causa de la sequedad del clima. Llegada la noche, en un firmamento límpido, libre de nubes y de miasmas el plenilunio alumbraba los campos, ya libres de mieses, amontonadas en gavillas y esperando la trilla. Era una luna esplendente, casi incisiva a fuer de brillante”. Y con aquel tiempo tan hermoso, se comenzó la terrible batalla para conquistar Siétamo, el día uno de Agosto.
Creía el relator de la lucha que aquellos cañonazos habrían acobardado a los defensores de Siétamo y entonces creyó oportuno acercarse por la carretera al pueblo y escribió “llegué a las márgenes de un pequeño río (Guatizalema) y a mis ojos se presentó una imagen casi bucólica. Por su cauce corría poca agua, pero era casi azul a fuer de clara. Discurría por una hondonada que acrecía la humedad del lugar en beneficio de los árboles que daban sombra al paisaje, aprovechada por numerosos milicianos y por una compañía de soldados al mando de un capitán. Tras un cambio de impresiones con mis compañeros,  interpelé al militar: ¿Qué hacen ustedes aquí?,  le  pregunté. Pues lo mismo que los paisanos, aquí estamos tomando el fresco. El coronel Villalba (de Barbastro) me ha encargado transmitirle la orden de tomar el pueblo. Nosotros estamos aquí sólo para proteger a los paisanos, y ¿ cómo piensa hacerlo?, ¿ durmiendo a la orilla del río?. Yo no recibo órdenes de un paisano. Este paisano se limita a transmitirle las de su jefe. Le repito que no recibo órdenes de un paisano. Pues aténgase a las consecuencias.
Y así terminó el diálogo. Mandó formar a la compañía, aparentemente para cooperar a la acción de los milicianos, en realidad para irse con los suyos, para desertar”.
No sé cómo se iban a entender los milicianos, pues pertenecían a diversas agrupaciones, como por ejemplo el POUM y despreciaban la disciplina militar, como hemos visto en la conversación que sostuvo Robusté con el capitán del Ejército.
Siétamo, mientras los milicianos iban unas veces hacia el pueblo y otras hacia Angüés, sufrió una agonía lenta y con un comportamiento heroico. En Siétamo murieron muchos defensores, entre los que se encuentra el sargento de la Guardia Civil, Javierre, padre del actual Cardenal del mismo apellido y fueron fusilados por unos y por otros muchos sietamenses y defensores, entre los que se encuentran los hermanos Bastaras.
Sufrió Siétamo los ataques en dos veces, pues la primera tuvo lugar el 31 de Agosto, en que entraron en Siétamo, a los tres días, defendido desde la torre de la iglesia y lo dejaron en ruinas, pero después continuó la lucha hasta el trece de Septiembre, en que entraron definitivamente. Esta vez los defensores acabaron en el Castillo del Conde de Aranda, donde al salir para ir al Estrecho Quinto, donde seguiría la lucha, el capitán les dijo a los allí presentes: “señores ha llegado el momento de morir, lo mismo da que sea de un balazo que de una pulmonía”. (Joaquina Larraz)
Estaban en el mes de Septiembre y ¿cuántos ya habían muerto? y ¿cuántos saben donde están enterrados?.
Volviendo sólo unos días hacia atrás, en los últimos días del mes de Agosto, en aquella carretera, cerca del río Guatizalema, donde lucía el tiempo y el sol y la luna, por el mes de agosto, estaba entre los milicianos un joven de unos veintisiete años, al que alguien lo había denunciado o tal vez lo habían identificado como cura por su forma de ser,  o porque llevaba una camisa blanca sin cuello, como las llevaban entonces los sacerdotes para que no les estorbara al ponerse el alzacuellos. Aquellos milicianos, imitando el desconocido para ellos Libro de la Sabiduría, ”dijeron los malos, acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada…..y se da el nombre de hijo del Señor…lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.”(Sal.53, 3-4.5.6.8).
No se dieron cuenta los verdugos de que aquel lugar tan bello era el adecuado para proceder al sacrificio de “Jesús”.
Y él a quien llamaré “Jesús”, que significa “Dios que salva” y con este nombre reinará por los siglos de los siglos, decía: ”Te ofreceré un sacrificio voluntario dando gracias a tu nombre, que es bueno”. (Salmo responsorial ).
Salió una fotografía de “Jesús” en un libro sobre la Guerra Civil Española, debajo del que pone “Un minuto antes de ver a Dios”, pero parece al verlo vivo que ya se estaba dando cuenta de la presencia del Señor, pues parece a Jesús, con sus ropas humildes, sus pelos alterados, su barba que no se podría afeitar por carecer de instrumentos para ello. Lleva los brazos hacia atrás, lo que da la impresión de que sus muñecas irían atadas, lo que no le ponía cara de tristeza, sino que la carretera en su miliar séptimo hacía recordar los siete pecados capitales de aquellos que lo iban a fusilar, pues en su cara no se veían síntomas de soberbia ni de avaricia, ni de lujuria, ni de ira  ni de envidia y ni siquiera de pereza y la cara es el espejo del alma.
El fotógrafo Juan Guzmán bajaba por la carretera acompañado de otros individuos y les preguntaron que quién era ese que llevaban. Nos respondieron que un cura que habían capturado. Ahí mismo le dijimos al cura que gritara ”Viva la República” o le matábamos, a lo que él respondió con grandes voces: ”¡Viva Cristo Rey”. Por tres veces se repitieron los gritos, hasta que al final le llevamos a un lado y le fusilamos”. En la imagen, y como reza el pie de foto original: ”Sacerdote  capturado por las fuerzas republicanas, instantes antes de ser fusilado. Siétamo (Huesca).Agosto de 1936”.
Era aquel Jesús un discípulo de Cristo y un hombre libre, porque consideraba que la libertad es un don de Dios, porque él no había dependido del poder, del dinero, de la droga, de la delincuencia del mal trato dado a otros, como a él se lo estaban dando y sólo obedecía a Cristo como si fuera su Rey, es decir como su Dios.
Yo no sé si Jesús “olía a cura” pero no a aquellos curas que  usan palabras que no se escuchan en el hablar corriente ni empleaba voces elegantes que parecen volar sobre lo real, pero olía a cura porque llevaba su pobre camisa sin cuello, porque tenía una cara, que incluso antes de morir sonreía y miraba sin odio y no tenía miedo a la muerte, de la que estaba a “un minuto”.
Y sin embargo estaba tranquilo, porque había descubierto en Dios, como dice Fray Luis de León “nuevos mares cuanto más se navega”.
En esa cara y en ese mirar se conoce lo que dijo San Juan de la Cruz, en el “Indicio de que se tiene todo”: ”En esta desnudez halla el/ espíritu quietud y descanso, / porque como nada codicia, nada/ le impele hacia arriba y nada/ le oprime hacia abajo, que está/ en el centro de su humildad./Que cuando algo codicia/ en eso mismo se fatiga”.
Se encuentran muchos huesos en ese monte de Siétamo, pero no sabemos el nombre de este hombre, para mí santo. El que hizo la fotografía Juan Guzmán, se la dejó tal vez a su hijo o heredero, que la mandó al Cardenal de Madrid, diciéndole que era una fotografía auténtica y el Cardenal mandó otra copia, no sé si al Obispo de Barbastro o al de Huesca.
El canónigo barbastrense Don Manuel Iglesias escribió sobre Don Florentín Asensio, que fue obispo de Barbastro y martirizado en el año 1936 y dice que él, encontró en el Archivo Militar sobre la Guerra, referencia sobre un sacerdote que habían descubierto los rojos y asesinado.

Hay otros muchos sacerdotes y religiosos asesinados y auténticos mártires en la provincia de Huesca. Don Damián Peñart los ha recogido y escrito su vida y su muerte en un hermoso libro, pero este sacerdote al que yo llamo “Jesús”, pertenece a los innumerables mártires de la Guerra Civil Española.

1 comentario:

  1. No me canso de leer lo que has escrito sobre " Jesús El Desconocido" , cuando lo publicaste en la Prensa de Huesca , hace unos años , ya me impresionó , fue al poco tiempo de conocernos y empezar a investigar sobre éste Martir , no hemos avanzado mucho , pero si hemos podido observar que son miles de personas que le siguen y que su martirio ha calado muy hondo en el ánimo de muchos , y voy a más para algunos es un referente en nuestra vida diaria , yo , en las situaciones extemas que en estos últimos años me han tocado vivir , puedo gritar muy alto , que sín El no hubiera podido continuar. Por eso mi querido Ignacio , este es mi escrito favorito , y lo leo muchas veces.
    Gracias por todo Ignacio .
    Raafel

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