jueves, 2 de enero de 2014

Antonio es un hombre, que ama a los gnomos


Antonio es un amigo mío, desde ya hace muchos años. Es un caballero, porque desde el pueblo en que vive con su esposa y con sus dos hijos, de vez en cuando, se monta en un caballo y unas veces sólo y otras acompañado, cabalga por el Somontano de Huesca y llega, a veces, a la antigua y reparada iglesia de Nasarre, en el Norte de la Sierra de Guara. Pasa por terrenos maravillosos como los profundos caudales del río Alcanadre.  Un día durmió, acompañado por un compañero en dicha iglesia y soñó cosas bellas, quizá para compensar la ausencia de habitantes en Nasarre y su comarca. En otra excursión, subió, acompañado por su esposa al Pantano de Belsué y allí pasaron,  marido y mujer, un espacio de tiempo, maravilloso. Gozaba aquella excursión  de la suerte de que el panorama era grandioso y bañado en una temperatura, que hacía que sus cuerpos alcanzasen el equilibrio con sus espíritus, logrando una paz, que los hacía felices. Se tumbaron en el césped primaveral y sacaron fotografías de aquella tierra por la que se va a Nocito. Una de aquellas fotos, me la enseñó y yo quedé admirado, porque en ella, no sé si se verían rostros de gnomos y al mismo tiempo acudían a mis oídos, o a mí  me lo parecía, dulces sonidos musicales, que yo no conocía, pues endulzaban mi espíritu y me cegaban la razón. Le dije que cuando pudiera me sacase una fotocopia de tal ambiente. Me dijo que sí, pero no he vuelto a ver tal panorama. 

Al encontrármelo hace escasos pocos días, lo vi, con el cabellos ya canos, como si hubiesen pasado ya varios años desde aquella promesa de que me prestaría su maravillosa fotografía. Nos alegramos enormemente de nuestro encuentro y al preguntarle por aquel paisaje,  que había retratado, me dijo, dolorido, que la había perdido.
Yo,  que estaba pensando en ver algún gnomo o enano fantástico de los que dicen que cuidan la Tierra en sus adentros, en los que viven, vigilando los tesoros subterráneos y los valiosos metales y piedras preciosas. Dicen que igual ocupan lo alto de una montaña, que las orillas de los ríos.  Paracelso los nombra en el año de 1566, pero unos afirman que gnomo viene del latín gnomus y otros que del griego, con el significado de “conocer”. Yo, ya los conocía, porque siempre me habían llamado la atención los siete enanitos de Blanca Nieves, cuando como buenos gnomos vivían en una casita pequeña y ecológica, siendo su conducta bondadosa y con amor al trabajo. Pero el origen más válido es el que los atribuye a los cabalistas hebreos, que los hicieron los reyes del interior de la Tierra y viviendo en cada árbol, en cada planta y en cada flor. Cuando moría un árbol,  una planta o una flor, el gnomo que las habitaba,  desaparecía y se iba a otro lugar bello o esotérico. ¡Qué triste no poder contemplar a los gnomos,  que además con instrumentos musicales, fabricados por ellos mismos, recreaban no sólo la vista,  sino también el sonido de los bosques. Porque la Cabala es una descripción de la Naturaleza, que nos la hace ver como una realidad espiritual y física. La cabala fue cultivada por los sefarditas, judíos españoles.
 Los gnomos masculinos llevan un sombrero puntiagudo de color rojo, en tanto los gnomos femeninos lo llevan verde. Basta con fijarse en los siete enanitos de Blanca Nieves, para darse cuenta del aspecto de estos seres sobrenaturales. Esta categoría no se la da la mitología sino la superstición de los pueblos de Norte, de los Cárpatos y de muchos otros pueblos por lo que se extendido su simpatía.
Hay quien les da a los gnomos, como he dicho, un origen en  los filósofos judíos, estudiando la Cábala. El Universo obedece a principios poderosos, que hacen que la vida  vaya mejorando a través de los tiempos. Es como si la Naturaleza estuviera entrelazada entre las leyes  fisicoquímicas y una realidad espiritual. Los gnomos serían unos espíritus, parecidos al alma de los hombres y según dicen en algunas zonas, viviría un gnomo en cada árbol, en cada planta, en cada mina de piedras preciosas. Unos creen en un origen mitológico de los gnomos y otros en un desarrollo supersticioso. Antonio y su mujer estaban tendidos ante aquel panorama de la Sierra y no veían a los gnomos, pero algo les fascinaba, porque en cada árbol, se estaba asomando, sin ser visto ninguno de ellos, que influía  en su estado de optimismo, sin que ellos se dieran cuenta.
Aquella fotografía que perdió Antonio, parece ser que podía aclarar algo de los gnomos, pues se veían en ella, alguno de sus  gorros, de sus barbas, de su bigote y de sus calzados también puntiagudos.
La Cábala con sus gnomos investiga los sentidos misteriosos, relacionados unos con las Escrituras y otros con lo que no comprendemos de la Naturaleza.

Dios se humaniza en el hombre, como lo hace con Cristo y el hombre puede divinizarse en Dios.

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