viernes, 17 de enero de 2014

Belsué, donde hace más de cincuenta años, vacuné sus ovejas

La Trinidad de Bolea (Huesca).

Limita la parte Norte de la Hoya de Huesca con la Comarca del Alto Gállego. Entre dicho Alto Gállego y la Sierra de Guara hay un territorio, no exageradamente grande, pero elevado y no lejos de su capital, es decir, Huesca. Está rodeado de montañas, que en casos como Guara, mide 2078 metros de altura y el Pico del Aguila, alcanza los 1.629. Esta zona está casi despoblada, con núcleos sin habitantes o con unos pocos, pero  los hay en que viven bastantes habitantes, como Arguis, Bolea, Aniés y otros como Nocito que con muy escasos pobladores,  tiene una personalidad turística, que influye hasta en la capital de Huesca, concretamente en la iglesia de San Pedro y también en la historia de Huesca, a través  de San Urbez, al que siempre se le ha pedido que lloviera, para regar los campos. Otros pueblos,  como Lusera, están despoblados y otros como Belsué, con muy pocos vecinos, que son unos seis o siete. Hay un sendero turístico, que sirve para conocer el pasado de aquellos pueblos y que está señalado por la  parte que va por la cara Norte de la Sierra de Guara.  Arguis, con su pantano, la autovía que pasa por él y con sus numerosos chalets, es el centro de esa zona. La autovía corre desde Huesca a Canfranc, de abajo arriba, pero también se llega a él por el sendero  marcado, que  comienza  en Belsué, sigue por Lusera, Nocito, Bara para entrar en Arguis. Turísticamente se va a Bolea, a Aniés, a Loarre e incluso hasta la provincia de Navarra. Ahora además de sendas marcadas, para recorrer aquel país, está la autopista, que no se sabe, cuando  la van a acabar de construir y también se creó una carretera entre Arguis y Belsué. Entonces, que yo era veterinario de Bolea,  no podía ir a Belsué, con mi moto,  por una carretera,  que no existía y tuve que buscar otro procedimiento  Cuando yo tuve que ir a este pueblo, como he dicho, era veterinario titular de Bolea, y tuve que acudir a la Ermita de Santa María de la Peña, entre Bolea y Aniés,  a cuya pertenencia estaba adscrita.

La Ermita de Santa María de la Peña, fue descubierta por un cazador en la Edad Media y desde entonces se picaron unas escaleras en las rocas para subir arriba. En las alturas, con su fuente, se encuentra la Ermita de Nuestra Señora de la Peña y son varias las romerías que se celebran en honor de la Virgen. Los de Aniés acuden el día ocho de Mayo, acudiendo también los vecinos de Rasal y de Bentué. Subimos a la Ermita y el cura, dio a besar una cadena, de cuya historia no me acuerdo, pero todos con gran respeto la veneramos. La visión desde la Peña es una vista  pirenaica maravillosa y por Bolea, a escasos kilómetros, se divisa la llanura de la Hoya de Huesca. El día nueve de Mayo se reunían en la Ermita de Nuestra Señor de la Peña, los romeros que acudían desde Arguis, Nueno, Santolarita y Belsué
Yo subí a la Ermita, porque había quedado de acuerdo con los ganaderos de Belsué, y allí nos encontramos. Cuando acabó el acto religioso, los ganaderos de Belsué, me acomodaron en los lomos de una mula y comenzamos a bajar por esas laderas, hacia el pueblo. Había trechos en que cabalgar por aquellas inclinaciones de la Sierra y los ganaderos, me aconsejaban que me apeara, pero yo, con un enorme  orgullo, que me proporcionaba, la visión de la Sierra Caballera y  aquel paisaje tan bello,  no les hice caso. Aquellas bajadas eran enormes y todos los que bajaban, lo hacían andando. Yo no quise apearme, a pesar de que los “lorros”, como se apodaban los hijos de Belsué, me aconsejaban que me apeara de la mula, ya que corría el peligro de que cayese la mula y yo detrás de ella, fuese rodando por aquellas bajadas enormes, dando vueltas como un “zaborro”, que hubieran lanzado desde allá arriba.
Ese fue el camino que seguí para ir a vacunar ovejas, al pueblo de Belsué, pero es que, como he dicho, no había otro, ya que la carretera que, hoy,  lo comunica con Arguis, no existía. Entonces yo tenía veintiocho años de edad y hoy tengo ochenta y tres. ¡Ya ha pasado tiempo desde entonces!. Pero,  a pesar de haber pasado más de sesenta años, todavía me acuerdo de los habitantes de Belsué, que eran unos seres nobles y respetuosos con los hombres,  y cuidadosos con sus animales, fueran éstos cabras, ovejas o caballerías.
Al llegar a Belsué, con la ayuda de sus vecinos, vacuné todas las reses contra la Basquilla. Estuvimos alternando, haciendo comentarios de la calidad de las ovejas y del buen aspecto que tenían, algunos corderos, que, como ternascos, tenían un sabor maravilloso. Hablamos de la belleza y antigüedad de la iglesia, al tiempo que echábamos algún trago de vino, contemplando aquellas ovejas. Era un pueblo que no estaba apretando sus casas, unas contra otras, sino que estaba algo estendido, y resultaba agradable contemplarlo. Me acuerdo de las cinco casas, que con sus ovejas formaban el rebaño y lo que conversamos de los lejanos recuerdos de las viviendas y de sus dueños. El dueño de la Casa Alta, lo encontré al lado del Casino de Huesca, el día quince de Enero del  año 2014. Se llama José María Aquilué, otra casa era la de Ciprés, luego la de Lorente, la de Mairal y la de Otín. ¡Pobre José María Aquilué, que hace más de cincuenta años, conocía la “fabla” aragonesa, pero que hemos  tardado en expresarnos en ella, cuando ya casi no quedan  habitantes en Belsué!. Pero nos hemos comunicado en un Bar de la capital oscense, después de haber callado durante cincuenta años.
Me quedé con ganas de esperar al día siguiente para bajar a Bolea, pero como tenía otros rebaños esperando que los vacunara, me prepararon,  no recuerdo si la misma mula, que me bajó de la Ermita de Santa María de la Peña, en Aniés, y me bajaron a caballo,  a la Ermita de la Trinidad de Bolea. Me despedí, muy agradecido de los ganaderos de Belsué, en la misma Ermita y me bajé andando a Bolea a casa de Gonzalo Palacín, donde estaba acogido como Veterinario.

¡Ahora tenemos carretera desde Arguis, para subir a Belsué, pero ya no quedan habitantes en Belsué, que pastoreen ovejas y corderos!. 

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