jueves, 9 de enero de 2014

Conciertos en la iglesia parroquial



El veintinueve de Junio de este año de 2002, he acudido a las seis de la tarde a la
Parroquia de Siétamo, donde se nos ha hecho gozar de un concierto de piano, guitarra, flauta, clarinete, fagot y acordeón.
Nos reunimos en la iglesia iluminada, donde llamaban la atención los santos, los “Santocristos”,  los relicarios y en una vitrina lucían y todavía lucen su sagrada antigüedad una custodia, un cáliz, una cruz parroquial que en otros tiempos presidió las procesiones, junto con un pequeño y elegante manto infantil, que procede del castillo de los Abarca de Bolea, Condes de Aranda.  Hay en una columna colgado un cuadro, con el viejo retablo de antes de la guerra y cuyas esculturas o motivos que  presidían antes el culto de la iglesia, ahora son los santos de yeso,  que acompañan al cáliz, la custodia y el manto, que el cura de entonces Don Marcelino Playán, guardó escondidos en un rincón de la bóveda.
Van a sonar el piano de cola junto con la flauta,  el clarinete y el acordeón, como en tiempos ya pasados de la Guerra del año de 1936, sonaron en los oídos de los sietamenses, escondidos en la bodega de la iglesia, los cañonazos, los tiros de fusil y las ametralladoras, que nos hicieron durante unas diez horas, a unos llorar, como a Rafael Bruis, a otros rezar y a todos esperar salir con vida de la bodega.
En aquella reunión el concierto fue terrible y tuvo lugar el año 1936.Aquella tarde salimos y huimos a Huesca, pero días más tarde hubo otra reunión de combatientes, que siguieron escuchando y produciendo ruidos bélicos. En la capilla del Santo Cristo, estuvieron heridos y murieron varios hombres y cuando fueron expulsados y salieron de la iglesia por una diminuta ventana, a la que a tiros le quitaron la reja que impedía la salida de los hombres. Los que venían,  desenterraron en la capilla del Santo Cristo  a varios Azaras y Almudévares, que en otros viejos tiempos hicieron la citada capilla. 
No eran entonces los conciertos como los de ahora que suenan  con dulzura, con solemnidad y con alegría y esos sonidos me recuerdan a aquellos hombres que allí murieron; ya no suenan esas melodías guerreras y los niños que ahora las hacen sonar
dulces, ya no se acuerdan de aquello .Los  cuerpos ya no gozan del arte musical, que hacen sonar aquellos niños, pero los espíritus de aquellos héroes gozarán de su encanto y más en tal lugar, porque la dulzura de los paseos musicales de la flauta, recuerda los paseos voladores de los espíritus de los difuntos y acompañados por las teclas del piano de cola, le añaden solemnidad,  mientras los cuerpos unidos a la tierra ya no sienten nada.
Una joven hace sonar su guitarra y su música me recuerda la canción que dice :”Manbrú se fué a la guerra –Mambrú se fué a la guerra-No se cuando vendrá –No se cuando vendrá”. ¡Que no vuelva la guerra!.

Antes la historia era interpretada providencialmente, pero ahora somos nosotros los que debemos cuidarla, para que no vuelvan más guerras. Hay que evitarlas con la moral y la moral social, con el arte, como el maravilloso arte que hemos escuchado en la iglesia de Siétamo y como dice Baltasar Gracián con la discreción de los políticos.

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