domingo, 27 de julio de 2014

Santiago Cáceres, el hombre de la sanidad universal



Santiago Cáceres es un hombre trabajador, alegre y simpático. Es simpático con todo el mundo, desde el asno y el caballo, que tiene en una huerta, que él cultiva para que coman todos los que con él conviven. Ahora está triste el ambiente de los huertos, entre los que se encuentra el suyo, que él cultiva, y en el que produce toda clase de verduras, de tomates, pimientos y hojas de laurel, para dar un rico sabor a los platos que guisan las mujeres.
Ahora, ha regalado el caballo y el asno lo ha entregado a los Hermanos de una Cofradía de Semana Santa,  para que salga en una de esas procesiones que se realizan durante esa Semana. No sabe uno si ha hecho bien, o ha provocado un ataque  a su alegre temperamento, porque  cada día nota dentro de sí, una tristeza, que le amarga la vida. A Santiago no le atacó jamás esa tristeza, pues por dónde  camina,  todo lo llena de alegría. Ahora no puede sentir alegría cuando está arreglando su huerta, porque nota la ausencia del caballo y del asno, como le pasó al Quijote, cuando murió, apenado por la ausencia de sus dos compañeros de la vida.  Santiago  debe sufrir  una pena parecida a la de su paisano Don Quijote de la Mancha, de cuya Región eran el padre de Santiago y el Caballero Don Quijote de la Mancha.
Antes de jubilarse, Santiago sentía la alegría de recorrer la provincia de Huesca, en el coche de la Sanidad Oscense, porque iba por los centros médicos a llevarles a los niños vacunas y productos sanitarios para conservar la salud de los niños y de los mayores. Iba con alegría y la transmitía a las personas con las que se comunicaba, desde las autoridades municipales hasta los médicos y farmacéuticos. Ha estado muchísimos años realizando esta misión humanitaria, hasta que se ha jubilado. De ese mundo feliz,  de la Sanidad, ha pasado a la vida familiar y rústica en el pueblo de Siétamo,  muy cerca de Huesca. El tiene hambre de convivencia con todos los seres del mundo, desde las personas hasta los animales y las plantas.
Se puso a ser feliz en una huerta, en la que arregló la balsa, para regar las verduras, limpió la casa para invitar a sus amigos a merendar en ella. El laurel que estaba abandonado, lo resucitó  
Y parece que con su color verde y el olor de sus hojas, que hacen agradable el sabor de los alimentos,  que se guisan y por tanto hacen también alegres los temperamentos de los comensales. Arregló acequias y pasos por las fajas de tierra que cultivaba y preparó dos prados para que en ellos se alimentaran con verde césped el caballo y el asno. Además les acompañaba su alimentación con cebada que les proporcionaba. Cuando llegaba el periodo cuaresmal y de Semana Santa, entregaba el burro a una cofradía, para celebrar fiestas litúrgicas. Santiago trabajaba mucho y era feliz, haciendo también felices a los que iban a la huerta a cabalgar en el caballo o a jugar con el asno.
Santiago está muy fuerte todavía, pero el calor de los veranos y los años que van haciendo mayores a las personas, le causaban cansancio. Pero no sólo cansancio sino también gasto material por el dinero, que tenía que emplear  en la compra de la cebada y de la avena.
 Pero esta separación de su vida con los dos solípedos, hizo disminuir las visitas que acudían a divertirse con el caballo y el asno.
Santiago siente necesidad de trabajar, pero al mismo tiempo de gozar con el trato con personas, animales y plantas y al quitarse el caballo y el asno, ha provocado que nadie acuda a verlo trabajar en la huerta, porque ya no están en ella el asno y el caballo. Antes acudían a buscar verdura, sus propios familiares, que lo que buscaban al mismo tiempo era gozar de la compañía de los dos solípedos.
Cuando a las ocho de la mañana acudo a la Cruz del Palacio del Conde de Aranda, lugar desde el que se contempla la huerta, lo veo trabajar y le grito desde la altura y él se alegra y sonríe, pero la lejanía de la Cruz, lo consuela poco, por no poder yo bajar hasta la caseta, en cuya entrada está, casi todos los días.
Es Santiago un hombre de gran corazón, que quiere hacer felices a los hombre, mujeres y niños de su familia y de sus amigos, pero últimamente, se ha visto como alejado de los hombres y mujeres y se le ha entristecido su corazón. Es tal su tristeza, que después de ser feliz y hacer felices al asno,  al caballo y a su familia y a sus hijos, se siente desgraciado y le entran deseos de huir de Siétamo,  para vivir en Huesca.
Es un hombre que siente la necesidad, que nos indica el Evangelio de : “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, pero él a notar la ausencia del cariño de los solípedos, de sus familiares y de los amigos, siente el deseo de huir de tanta frialdad.
Yo le pido al Señor, que siga amando a todos, que con el amor de Dios, encontrará la felicidad. Ha sido siempre feliz acompañado por la alegría de su huerta, como su hermano “Manolo el del Bombo”, se siente feliz haciendo sonar el bombo por todos los lugares del mundo,  por los que pasa.

¡Santiago, no te preocupes porque de la misma forma que en tanto amáis al prójimo, como tú amas también a los animales y tu hermano Manolo ama a los demás haciendo sonar su bombo, yo creo que siempre tendréis algún  objeto que os sanará de la tristeza”.

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