jueves, 4 de diciembre de 2014

Aragonés de antes y de ahora

Almonacid de la Sierra


Conocí a Lorenzo Morales, nacido en Almonacid de la Sierra en un Bar, cuyo dueño  cuida y ama la Fabla Aragonesa. Está situado dicho Bar en la carretera que sube desde Huesca a Jaca y por la que se baja a Zaragoza.  Y hablando con Lorenzo, me dijo que por esa misma ruta, hacia el Sur, se alcanza el pueblo de Almonacid de la Sierra. ¡Dios mío, qué nombre tan bello y  tan moruno, unido a la palabra Sierra!. Cuando me hablaba de él, lo llamaba con todo su cariño “mi pueblo”. Lorenzo Morales es un hombre fuerte de cuerpo y más de espíritu, pues su cuerpo se fortaleció en aquellas tierras serranas, que subían por la Sierra, hacia el cielo y descendían hacia abajo, hasta el fondo de sus bodegas de vino. Pero de esa aspereza del terreno, los hijos de Almonadid, obtenían desde siglos pasados, el aroma, el sabor divino, la fortaleza que le daba esa tierra y una energía a sus cuerpos y una visión de la vida, que alegraba sus espíritus, con un pequeño trago de buen vino. Lorenzo es y ha sido, uno de esos hijos de Almonacid, que él mismo declara que esas tierras que cultivaban eran  pobres e inclinadas, en las que tenía que hacer esfuerzos y sacrificios para “picarlas” con esas azadas, que ahora nadie roba, porque exigen sacrificio para usarlas.  No eran tan crueles las épocas de poda de las cepas y se convertían en épocas de alegría, aquellas en que se vendimiaban las múltiples uvas, de nombres que da gusto escuchar a Lorenzo, desde garnacha hasta la uva dulce, como el moscatel.  Aquella tierra parecía pobre,  pero producía una inmensa alegría entre los vendimiadores con la variedad de colores, como el tinto, el clarete, el rosado, el blanco y una variedad inacabable de ellas, que alegran la vista de los vendimiadores. El sabor dulce de aquellos mostos les alegraba la vida, que los hacía bailar para pisar esas uvas, que sacaban unos vinos, que lo largo del año hacen optimistas a los hombres.
Eran y son optimistas los hombres como Lorenzo Morales, porque la alegría de la vendimia los impulsaba a cantar jotas, pero no sólo este baile y este canto de Aragón, sino que en el mismo Bar de Avelino Artero, nos cantó tangos argentinos. Eran cantos nobles, fuertes, alegres y a veces tristes, que Lorenzo con su voz recia, nos hacía sentir una emoción, provocada no por el alcohol,  sino por el recuerdo de la hermandad entre argentinos y españoles. Tengo una fotografía de mi tío José María, vestido con ropa de gaucho y con un látigo en la mano, que le trajeron de la Argentina. Todavía conservo el bastón con su vara  escondiendo un largo cuchillo. Cuando vienen mis parientes argentinos, se lo enseño y al darles a beber un trago de vino de Aragón se les alegran los corazones.
Pero Almonacid de la Sierra tiene un pasado común con Siétamo,  no sólo con el vino, sino con la gloriosa figura de Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda.
La casa de estos Condes tenía su sede en Aranda pero heredó su corona condal, Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, nacido en el el Castillo- Palacio de Siétamo. Don Pedro Pablo era el X Conde de Aranda, sino por sus cuatro costados, lo fue por la mitad, ya que su madre era catalana. Además de Conde de Aranda fue , Duque de Almazán, marqués de Torres de Montes, Vizconde de Rueda y de Broto, Barón de Gavín, de Trasmoz , de SIÉTAMO, Clamosa, Eripol, La Mata, Antillón y La Almolda, y señor del valle de Rodellar y de los castillos y villas de Maella, Mesones, Jarque, Tierga, Sestrica, Nigüella, Lucena de Jalón, Epila, Almonacid de la Sierra, Salillas, Lumpiaque, Urrea de Jalón, Almazarre, Ola, Los Certales y Pui de Cinca.

La vida  familiar de Aranda estuvo muy unida a Aragón, pues sus padres decidieron casarse en Sangarrén, buscando un lugar de su boda, que tuviese  lugar entre Zaragoza y Barcelona. El Conde de Aranda formaba parte de la Nación Aragonesa, pero era Hijo de España y buscaba la unión de toda ella. Se casó con una catalana y poseía una fábrica de bellos mosaicos, en Valencia, a cuyos obreros, en tan viejos tiempos, les dio la oportunidad de cobrar los retiros. Soñaba con hacer navegable el río Ebro, pero con su muerte en 1798, al hacerse la división de España en regiones y provincias, entregaron a Cataluña la desembocadura del río Ebro. Siendo Diputado de Huesca, recibimos en la Diputación, una carta en que un ciudadano de la zona de Tortosa, reclamaba el aragonesismo del Ebro, con lo que se hubiera proclamado la influencia mutua de Aragón con Cataluña, Valencia y Baleares. Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, con su esposa catalana, buscaba la unidad española. Por eso amaba a la catalana, hija del río Ibero.
 Almonacid de la Sierra y Siétamo, tuvieron un padre para el primero, porque al heredar el título de Conde de Aranda, se hizo cargo de su cultura y de su economía, y un hijo para Siétamo, porque nació en dicha Villa y asumió el nuevo título, al de Marqués de Torres de Montes y al de Barón de Siétamo. Fue el noble aragonés Pedro Pablo Abarca de Bolea, X Conde de Aranda, nacido en su Castillo- Palacio de Siétamo, con sus graneros y bodega como en Almonacid, donde pasó largas temporadas  y donde tuvo casa, bodegas y otros edificios, durante el siglo XVIII, pues murió en 1798. Don Pedro Pablo, tenía su Castillo-Palacio en Siétamo, con bodega y granero, edificando en 1740 un edificio, que se ha usado como granero hasta hace muy pocos años y en mi vida agraria, como yerbero. Pero al ocupar su título de Conde de Aranda, tuvo muchas  casas, bodegas y otros edificios en Almonacid de la Sierra y el Gran Palacio, centro del Condado de Aranda en Epila, donde fuimos muchos sietamenses a celebrar unos funerales el año de 1998. Está enterrado en San Juan de la Peña.
El ilustre militar y estadista, el noble conde de Aranda, tuvo multitud de casas, como acabo de decir, residencias bodegas y graneros por  Aragón. Durante el siglo XVIII, vivió en la Guerra de Italia, en Moscú, en Polonia y en París. Se tuvo que ocupar  al mismo tiempo de las bodegas, entre las que destacan las de Almonacid de la Sierra, que se encuentran bajo tierra y son de una enorme capacidad. Más tarde se han utilizado esas bodegas, como lugares en los que se celebraban meriendas y se hacían exposiciones de buen vino. Me imagino al hijo de Almonacid,  Lorenzo Novales, gozar en esas meriendas de ese divino sabor de los vinos de la Sierra, pero no sólo gozaba con el placer de beberlo, sino que complacía a los asistentes, que con él se reunían, con la belleza y filosofía de altura,  como la de Voltaire, haciéndoles oír sus poesías sobre el vino.

El Conde de Aranda, era un productor de vino, que hacía famoso por toda España y por el extranjero.
Mandaba Don Pedro Pablo lotes de vino exquisito a personajes famosos, como Voltaire. En 1773, recibió una carta de este gran filósofo, en la que le decía: “Si este vino es de vuestra propiedad, hay que reconocer que la tierra prometida está cerca”. Con estas palabras le agradecía Voltaire el envío de sus sabrosos caldos de la bodega de Almonacid de la Sierra.  
En mi artículo: ”Siétamo, Geografía e Historia” se lee que en el siglo XVII, leyendo el libro de Don Saturnino Pallaruelo de Puyarruego, se ve la elegancia que los Condes de Aranda (todavía no eran Condes de Aranda, sino que eran poseedores de otros muchos títulos, como el de Marqueses de Torres de Montes y Barones de Siétamo), pero como antecesores de los mismos, “se ve la elegancia que los antecesores del Conde Aranda crearon en las salas del Palacio. Recibía en ellas, entre otros, a la familia de los Azara de Barbuñales, parientes de las Azara de Siétamo y amigos íntimos con el Conde”. Severino Pallaruelo, en su obra “Bardají”, escribe lo siguiente.”En Siétamo, no lejos de Barbuñales, alzaba sus muros de arenisca dorada el palacio de los Condes de Aranda, amigos de la casa de Azara. Un tío de María Ana era canónigo de la catedral de Huesca. Cuando Azara iba a visitarlo pasaba por Siétamo. Se detenía en el palacio de los Condes. Admiraba los salones. Allí había libros y estampas, telas exóticas y muebles hermosos, todo el lujo tranquilo y claro, confortable y pulcro que promovían los ilustrados del siglo como ambiente donde desarrollar tertulias razonables, conversaciones interesantes y debates acerca de la felicidad del género humano, conseguida por medio de la inteligencia y de la riqueza”.”La lectura de Severino Pallaruelo me emocionó porque me hizo recordar algunos mueles y  mosaicos, que mi padre recogió entre las ruinas del Palacio”, de los que conservo alguna.
¡Cómo se ha desarrollado la Historia en el pueblo donde nació el Conde de Aranda, Siétamo, con su castillo-palacio destruido y en Almonacid de la Sierra, donde en año de dos mil catorce, el poeta que le canta al vino, sigue bebiendo y recitando sus grandezas!.
En el mes de Julio de 1936, la familia Almudévar había abandonado su casa de Siétamo y Antonio Trisán,  nacido en Fañanás, después de reconquistar los nacionales por unos días, mi pueblo, se paseaba por las habitaciones, en tanto los soldados estaban bebiendo vino en la Bodega del Palacio del conde de Aranda. Su alma estaba limpia y no quiso participar en esa juerga del alcohol y como recuerdo se cogió un libro de Manuel Bescós Almudévar, de sobrenombre Silvio Kosti, en el que ponía esta “dedicación magnífica del autor. Reza así: al ilustre tío Manuel, mayorazgo y Jefe de mi estirpe”, Silvio Kosti.
Sigue escribiendo Silvio Kosti: ”Tomo como recuerdo el volumen de Kosti y salgo a la calle…El vino se nota en el ambiente. Cantan esos soldados esas melopeas de los que están en el límite de sus posibilidades alcohólicas”. Como dice Antonio Trisán, en un torreón del Palacio,había envejecido un buen vino. Efectivamente, según me dijo mi padre, eran unos seiscientos mil litros los que se encontraban en la bodega, fruto del cultivo de viñas en el Somontano. Se ha dado en crecimiento, en esta tierra, la producción de vino, pero en Siétamo ya no quedan prácticamente viñas. Esas bodegas fueron encontradas con mucho placer, por “rojos y blancos”, que como cuenta Antonio Trisán se las bebían hasta emborracharse. Con esa sensación se olvidaban de la sangre constantemente derramada por sus compañeros y por sus rivales.”El vino se nota en el ambiente. Cantan los soldados esas melopeas de los que están en el límite de sus posibilidades alcohólicas”…Alguno piensan “mañana hemos de enterrar muertos en el cementerio del lugar”.  
 Dicen que el vino siembra poesía en los corazones, pero así como en Almonacid de la Sierra, Lorenzo Morales, abona esa poesía, en cada ocasión que puede llegar a las bodegas de Almonacid, con el placer del vino, las poesías que le salen de su corazón y los cantos que con su voz, resuenan por ellas, en Siétamo aquel Palacio, donde nació el Conde de Aranda, perdió la ilusión. Se acabó la bodega de los seiscientos mil litros, el Palacio que llenó de ilusión la mente del escritor Ballarín y el fuego criminal, como dice Sender, “arrasó todo el pueblo”, desde el palacio con su bodega, la iglesia y los domicilios, hasta la vida de los hijos de Siétamo.
Cuando vas por Almonacid, aquellas laderas serranas, a pesar de su aspecto en ocasiones árido, están cubiertas por sus verdes cepas y sus uvas divinas de  las que bailando, hacen desde hace siglos brotar el vino, que alegra los corazones humanos, como llenó de placer incluso el de Voltaire. Las profundas bodegas encierran y guardan los millones de ilusiones humanas, que produce el vino, divino tesoro de sus viñas. En ellas se reúne Lorenzo Morales con sus amigos, y cantan,  meriendan y acompañan de alegría aquellos ratos, que el vino impulsa y acompaña.
Como escribió el judío Ibnalfín, los de Almonacid  “vierten la sangre de uvas en copas de cristal puro, como fuego aprisionado en el granizo”. Y esa conservación del vino con el granizo frío, que hace de cristal de las copas, ha ido conservando el equilibrio en las viñas y en las bodegas y les ha hecho prosperar, nadando en el vino y por el vino. En cambio no le hicieron caso a Ibn Nagreda que les aconsejaba: “y no dejéis el vino por las noches, apagad la candela,y que os iluminen, que en la tumba no hay cantos, ni vino ni amigos!”.
“El vino siempre ha sido acompañante fiel del hombre”, pero el hombre, en ocasiones ha dominado el abuso del vino y no ha apagado la candela, que ilumina su paso por la vida. Porque  “el vino siempre ha sido acompañante fiel del hombre”, como se apoderó de los hombres, en la Guerra Civil de Siétamo. Escribe Antonio Trisán “el vino se nota en el ambiente”
Y en la bodega del Palacio se conservaba un mar de vino que atraía con una enorme fuerza a los hombres en guerra, que en aquel mar alcohólico,  sin nadie que lo protegiera, “con sumo placer”, unos rojos y otros blancos, que bebían hasta emborracharse y dormían el sueño de “los justos”. En aquel sueño se olvidaban los hombres de la sangre derramada por sus compañeros y por sus rivales. “El vino se notaba en el ambiente Cantaban los soldados esas melopeas de las que estaban en el límite de aguantar sus posibilidades alcohólicas”.
En cambio, en las orillas del río Guatizalema, era fusilado un joven sacerdote a Alquézar, ordenado sacerdote en el mes de Junio, que no tuvo en su corta vida el tiempo necesario para beber la sangre de Cristo, consagrada con aquel vino, que ahora servía para emborracharse.
Ante tanta muerte, Siétamo, pueblo del Somontano, todo él plantado de viñas, se olvidó de las cepas y ya no plantó ninguna más.  

Y tú, Lorenzo Morales de Almonacid de la Sierra, sigue cantando y recitando poesías inspiradas en el vino, porque alegras nuestros corazones.

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