jueves, 18 de diciembre de 2014

Pertusa y su Ermita

Ermita de Pertusa (Huesca).


El pueblo de Pertusa es de lo más original, porque está situado encima de las orillas del río Alcanadre, que lo rodea casi totalmente, de manera, que en tiempos pasados el que quería entrar en él, tenía que pasar por una puerta de su muralla, de la que todavía quedan restos. También, al parecer quedan restos de la ermita de Santiago, porque Pertusa estuvo dotada de seis de ellas, de las que cuatro fueron hechas desaparecer por los franceses en la Guerra de la Independencia. Pero la Ermita que sigue recibiendo a los vecinos del pueblo en sus romerías y fiestas, es la que quedó victoriosa sobre la desaparición de las otras cinco, que hubo en Pertusa y está presidida por la Virgen de la Victoria, desde el retablo que le hicieron los hermanos Alvareda, después de la Guerra Civil, con restos y tallas de la madera que encontraron en la Parroquia, después de ser también destruída. Y allí preside la Virgen de la Victoria su dominio espiritual, sobre un inmenso circo geográfico en lo más alto de una corona, que llama la atención lo mismo al que pasa por las carreteras que al que desde Pertusa mira a lo alto. 
Pertusa ( Huesca).

Desde la fachada de su templo se ve por arriba la Sierra de Guara, por abajo no se llega a ver Sariñena, pero se puede observar el pueblo de Huerto en los Monegros altoaragoneses y subiendo se contempla Torres de Alcanadre, más al fondo del paisaje se contempla Berbegal subido en su mostrador geográfico, luego Laluenga, que según Don Antonio Ubieto “el tres de Junio de 1395 Juan I de Aragón vendió a Bernardo de Pinós la villa de Pertusa y sus aldeas, que eran Almunia Cuadrada, Barbuñales, La Perdiguera y Laluenga”. Más arriba se mira con la de la Virgen de la Victoria, San Román de Ponzano. Si uno se pone a observar en la parte posterior de la ermita, pasando por el verde césped y por los rosales, acacias y cipreses que adornan sus alrededores, se puede mirar una zona que acaba en Sesa y que está regada por las aguas del Canal que trae las aguas del pantano del Grado y en ella se crían inmensos maizales, verdes en esta época de verano caluroso, que contrastan con el color de los rastrojos amarillentos y con el  de las carrascas de un verde oscuro.
Allá, en lo alto del sagrado monte, donde se venera a la Virgen de la Victoria y se cuidan sus alrededores, con el agua y se plantan pinos, corre el viento que alivia el calor de este terrible mes de Junio de este año 2003 y en otras estaciones va variando el color del paisaje inmenso, pues esta primavera pasada, estaba verde todo él, que desde tal monte se domina. Allí está la Virgen presidiendo aquel enorme “circo”, donde los romanos, entre otros caminos, cuidaron el que a Osca se dirigía. Pero a Pertusa se puede uno dirigir desde el Norte y desde ella bajar al Sur, por Huerto a Sariñena, al Oriente por Berbegal a Barbastro o a Fraga y por el Poniente como he dicho está hoy, la carretera que conduce a Grañén y a Huesca capital, aunque hasta el año 1955, pertenecía la parroquia a la diócesis de Lérida. ¡Dios mío, qué conjunto de tierras, de las que unas pertenecen a la Hoya de Huesca, otras al Somontano de Guara de Barbastro y otras a los secos Monegros!.
Son varias las carreteras por las que se puede llegar a Pertusa y yo que tenía que asistir a la boda de un hijo de Pertusa, llamado Carlos con la guapa y elegante Jisela, elegí para llegar a la elevada Ermita, la de Barbastro, que pasa por mi pueblo de Siétamo y un poco más distante hay un desvío que se dirige al Sur y por ella voy bajando, poco a poco, pasando por Torres de Montes, Blecua y Antillón, porque el trayecto está lleno de curvas, ya que se trazó en aquellos años en que casi, únicamente circulaban los ya desusados carros de mulas. A los lados está todo el monte poblado de carrascas, que rodean los campos llenos de pajas amarillas de cebada.
Llegamos por fin a Pertusa, con el acueducto que a la izquierda se eleva sobre el río Alcanadre, cuyas aguas suenan en el pueblo, con las que no riegan, sino que lo hacen con las que vienen por el Canal del Pantano del Grado, pero sin embargo esas aguas de su río  hacen felices a los vecinos del pueblo, porque en ellas se bañan y mi amigo el cura Don Manuel  Bibián, que tiene su casa sobre el mismo río, escucha como le cantan las ranas, por la noche, que le hacen dormirse como un ángel.
Antes de llegar al pueblo, hay un desvío de la carretera por el que se asciende a las alturas, como la Virgen de la Asunción que preside el templo parroquial fue subida a los cielos.
Ya estamos en lo alto del monte coronado por la Virgen de la Victoria y se da uno cuenta del amor que este pueblo tiene a su Virgen, porque, como he dicho están cuidados los alrededores de su ermita, pero ésta además de ser bella, la limpian, la reparan si alguna vez tiene algún fallo, igual que antiguamente la cuidaba el santero, que allí vivía, a un lado del Altar Mayor, en una pequeña vivienda que incluso tiene su puerta para el santero y sobre la pequeña vivienda, como sobre la sacristía, colocada en el otro lado del Altar, hay unos hermosos coros, con sus barandillas y en los que tal vez  cantaran en alguna ocasión, o, en ellos se pondrían las autoridades en alguna ceremonia religiosa. Los vecinos de Pertusa los llaman los coricos.
Entrando en la iglesia se ve al fondo la hermosa Virgen en su altar, la nave cubierta por cinco arcos que acaban en punta como los arcos góticos y el suelo  está  hecho de ladrillos macizos y planos. Los fieles se sientan sobre unos cómodos bancos y cuando comienzan a cantar en el Coro, se siente uno como escuchando música, que tal vez proceda,  no de la tierra, sino del cielo. Como parece que la señora que canta, acompañada por las notas de un sonoro armonio, el Ave María, está inspirada por algo o por alguien, quizá por la Virgen de la Victoria,  a la que mirará cuando esté en su granja cuidando a sus originales animales, es decir avestruces. Esos cantos sensibilizan a los hijos de Pertusa, que cuando el sacerdote dice :orad hermanos ,todos se ponen de acuerdo y levantan su corazón a Dios.
Cuando se acabó la misa, cantaron la canción aragonesa “S’a feito de nuey” ,que despertó un patriotismo aragonés ,que rompió en aplausos al terminarla.  
Al salir sonó la campana, que está colgada de una alta espadaña de piedra, anunciando a la comarca la boda feliz de Carlos con Jisela, de lo contentos que estaban los asistentes a este acto de la familia Palacio, que se extiende desde Bilbao a Barcelona, pasando por Huesca y por todos los pueblos y otros muchos más que he nombrado antes. Me acordé de aquella canción que reza así :”campanitas de la aldea, din-don, que sonáis al amor mío, din -don, ¿por qué sonáis tan temprano?, que hace frío, mucho frío”. El que la cantaba no quería el frío para su amor, como la Virgen de la Victoria nos desterró el calor de aquella ceremonia.
Al mirar hacia abajo, desde la puerta de la ermita, se veía Pertusa con su río y con su parroquia de la Asunción y con su bella torre obra del arquitecto del Escorial, Herrera.

Pero allá arriba está, como me dijo mi amiga Maruja Palacio, tía del novio y que se quedó sin su esposo Joaquín, hace poco tiempo: “La Virgen de la Victoria-Ni es comprada ni es vendida-Es bajadita del cielo-y en Pertusa aparecida”

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