martes, 27 de enero de 2015

Veterinario aragonés en Mathaussen


Mathaussen

Cuando uno visita los cementerios, no oye el sonido de las palabras ni los lamentos ni las risas de los seres humanos, allí enterrados, pero uno, sin embargo, escucha los amores, las alegrías y las penas de la vida de aquellos que ahora están muertos. He pasado por el camposanto de Sariñena, donde está enterrado con su esposa  María Cruz Anoro  Barrieras,  Julio Cesáreo Casabona  Marías. ¿Quién era este Julio Casabona?, era el hijo del veterinario Julio Felipe Casabona y Gracia, nacido en Monegrillo, en 1882. Ingresó en 1896 en la Escuela de Veterinaria de Zaragoza, acabó la carrera y estuvo ejerciéndola en Sariñena. Ahora parece extraño que los estudiantes que querían hacerse veterinarios fuesen a estudiar a centros denominados Escuelas. A mí no se me hace extraña tal denominación, porque aunque estudié toda mi carrera en  la Facultad de Veterinaria de Zaragoza, me matriculé en el edificio donde se asentó dicha Escuela y que estaba cerca de las ruinas de la Puerta del Carmen. Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero yo creo que nuestras vidas están llenas de risas y de lágrimas, que se hacen eternamente presentes al Señor. Esto le pasó también al veterinario Julio Casabona, porque fue feliz en Monegrillo, en la casa de labrador de su padre y de su madre. Después se casó, en 1904, en Sariñena con Ascensión Marías Allué, en tal pueblo nacida, con la que tuvo dos hijos, a saber Antonio y  Julio Cesáreo. 

Como a tantos y tantos españoles, nos estaba llegando la profecía del poeta, que dice así: “Españolito, que al mundo vienes,  te guarde Dios, que una de las dos Españas, ha de helarte el corazón”. Daba igual que uno fuera monárquico o republicano y el veterinario Julio Casabona Gracia, “el día 14 de Julio de 1936  escribía a D. Diego Martínez Barrio, lamentando entre otras cosas, el asesinato de Calvo Sotelo y comentándole la tensa situación que se vivía en Sariñena…..recordando una carta que, un año antes, había dirigido a su compañero y correligionario, el veterinario Félix Gordón Ordás, sobre el desprestigio de la clase política española” . Le recordaba también la “necesidad de imponer la autoridad y el cumplimiento de la Ley”. A los pocos días llegó la Guerra Civil y fue incorporado en el Ejército como Alférez Veterinario y sus dos hijos también participaron en la contienda y acabada ésta, huyeron a Francia y estuvieron internados en un campo, a orillas del Mediterráneo. ¡Bienvenido mal, si vienes solo!,  pero  no les llegó sólo el mal de nuestra guerra, sino que en la segunda Guerra Mundial y siendo voluntarios en los servicios de la Línea Maginot,  fueron detenidos por los nazis y enviados al campo de exterminio de Mathaussen. En este campo había unas porquerizas, donde al tiempo que los humanos adelgazaban, tenían que engordar los cerdos. Su propietario era el comandante Ziereis, que cuando se enteró de que había un veterinario prisionero, lo puso al frente de la granja. Al darle tal encargo le dijo al  veterinario Julio:”La vida de un prisionero español, me importa muy poco al lado de uno de mis hermosos cerdos. Para mí, un cerdo de estos está muy por encima de cualquiera de vosotros, porque sois unos sub hombres”. No era Julio un sub hombre, sino un hombre entero, pues ayudado por sus dos hijos y por su amigo Cabezas, se dedicó, durante los cinco años que estuvo sometido al terror de ese campo de muerte, a organizar un grupo de auxilio a sus compañeros,  salvándoles la vida a muchos. Encargó a su hijo llamado como él, Julio, que transportara patatas y remolachas, destinadas al alimento de los cerdos a un escondrijo de las porquerizas para dar de comer a los compañeros más extenuados, evitándoles la muerte. Al acabar la Guerra, se dispersaron por el mundo, muriendo Don Julio en Montevideo el año de 1961.Su hijo Julio Cesáreo no pudo resistir a la llamada de volver a España y regresó, desde Montevideo a Sariñena, donde murió el año de 1994. Allí está en el cementerio y no se le oye hablar, pero uno escucha los gestos nobles de unos aragoneses monegrinos, amigos de la humanidad y, Julio, además como veterinario, de los animales.

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