viernes, 20 de febrero de 2015

Julio Casabona, veterinario de Sariñena, en Mauthausen

Monumento a las victimas de Mathausen en Almeria.


Yo no conocí a Don Julio Casabona y Gracia (1882-1961), veterinario de Sariñena. Su padre era de Monegrillo y dicen que cualquiera tiempo pasado fue mejor, porque en ese pequeño pueblo fue feliz con su familia y con su esposa, nacida también en Monegrillo. Se casó con ella en 1904, es decir con Ascensión Marías Allué,  con la que tuvo sus dos hijos Antonio y Julio. Con ellos estuvo luchando en la Guerra Civil del año de 1936, luego en la Guerra Mundial y a estas servidumbres se añadieron largos años de reclusión en Mauthausen. Pero conocí a un hijo suyo, llamado Julio como su padre, y de apellido Casabona Marías, que fue también Veterinario, pero no conocí a su hermano Antonio, que después de huir de Mauhausen, murió en Montevideo.
 Julio, nació en Sariñena el año de 1919 y fue hijo, como he escrito, del Veterinario Don Julio Casabona y Gracia. Imitó a su padre, estudiando para Veterinario en Zaragoza. A éste lo conocí en la Torre Casaus de Huesca, a donde acudió, llamado por Laureano Ciprés, agricultor y ganadero, para operar los cascos delanteros a dos grandes y jóvenes mulas. En este encuentro, cuando yo tenía unos treinta años,  se produjo alrededor de 1960. Yo admiraba la pericia del veterinario, para hacer la operación a los animales, pero no pensaba en sacarle a Julio,  la historia de su vida en las guerras y en su prisión en Mauthausen. Yo no sabía nada de su personalidad y me llamaba la atención su continuada sonrisa y la atención que tenía conmigo,  para responder a mis preguntas profesionales. Tardé años en saber el origen de este veterinario, de Sariñena y lamento no haber podido hablar de las guerras, los trabajos en la línea Maginot, su abandono por los ingleses, su navegación por el río Rhin y por el Danubio. No pude preguntarle por los equipos de fútbol, en que él fue portero, que jugaban en Mauthausen, ni por su labor humanitaria, que con los animales porcinos salvó él, la vida de muchos compañeros, con su padre,  su hermano y los compañeros de la terrible prisión.
Siempre guardé un recuerdo de su imagen serena, su sonrisa, acompañada por escasas palabras. Ahora tengo un recuerdo de armonía con un compañero de profesión, que había luchado por la humanidad e incluso por los animales.
Tenía el joven Julio el ejemplo de su padre Don Julio Casabona Gracia, que trató a un caballo del jefe nazi  Ziereis y con sus conocimientos y práctica,  que llevó a cabo en Sariñena, lo salvó. El nazi Ziereis, sorprendido de los conocimientos de Don Julio, le nombró jefe  del cuidado de los cerdos, que mantenían en unas porquerizas de Mauthausen.
Era el veterinario Don Julio Casabona y Gracia un hombre que sólo aspiraba a la paz y a la armonía entre los hombres, como estaba ya acostumbrado, siendo veterinario, al orden que tenían las caballerías en el trabajo, los caballos con los caballeros y las vacas produciendo leche, las gallinas, huevos y las ovejas lana para que se vistiera el hombre y se abrigara en sus lechos. Estaba destinado Don Julio Casabona y Gracia, nacido el año 1882, a sufrir, no sólo durante su vida libre, en Monegrillo y Sariñena, sino durante la Guerra Civil, como en la Guerra Mundial contra los Nazis, en el criminal presidio de Mauthausen, y acabar su vida en el destierro en Montevideo. Pero él ya preveía que algo malo iba a llegar, porque “el día 14 de Julio de 1936, escribía a D. Diego Martínez Barrio, lamentando, entre otras cosas, el asesinato de Calvo Sotelo y comentándole la tensa situación que se vivía en Sariñena…recordando una carta que,  un año antes, había dirigido a su compañero y correligionario, el veterinario Félix Gordón Ordás, sobre el desprestigio de la clase política española”. Le recordaba también la “necesidad de imponer la autoridad y el cumplimiento de la Ley”, que él, como veterinario, había procurado imponer armoniosamente entre los animales, cuando labraban o cuando los jinetes o conductores de carros y de coches, educaban a sus caballos o mulos.
Don Julio Casabona Gracia, nacido en Monegrillo el año 1882, y muerto en 1961, se casó con la hija de Sariñena, doña Ascensión Marías Allué tuvieron dos hijos Antonio y Julio. Al poco tiempo, se vieron envueltos  en plena Guerra Civil, el año de 1936.  Don Julio Casabona Gracia,  fue incorporado como alférez en el Ejército y sus dos hijos también participaron en la contienda. Salieron vivos de ella, para entrar en la Segunda Guerra Mundial, unos hombres de temperamento pacífico. Fueron apresados por los nazis, y encerrados en el campo de exterminio de Mauthausen.
El año de 1939, se acabó la Guerra Civil y el padre y sus dos hijos pasaron a Francia, donde trabajaron en la línea Maginot. A finales del año de 1940, en un campo de concentración francés, se vieron rodeados por las tropas británicas en las playas de Dunquerque. En este “milagro de Dunquerque”, los ingleses que habían desembarcado en Francia,  volvieron a embarcarse hacia Inglaterra, pero dejaron abandonados a los españoles, creando el poco amoroso “milagro de Dunquerque”. Los tres hermanos entre los prisioneros de los nazis, tuvieron que sufrir una nueva pasión, como la de Cristo, ya que tuvieron que atravesar toda Bélgica en tres días, para llegar en suelo holandés a la desembocadura del río Rhin. En Holanda los embarcaron en una barcaza y navegando por el río Danubio, llegaron a la ciudad alemana de Emmerich. Allí los hicieron pasar frío y hambre,  pues les daban solamente un poco de pan y agua. A los prisioneros los mandaban a trabajar en la agricultura o a picar piedra en una cantera. En su prisión estaban los Casabona mezclados con belgas, ingleses, franceses, holandeses, todos europeos ciudadanos de los países que luchaban contra el nazismo. Allí sufrían hambre y aguantaba el que podía, hasta que en el mes de Diciembre de 1940, los hicieron subir en un tren de mercancías y durante tres días, fueron amontonados, hasta que llegaron a Mauthausen, el año de 1941.
Después de sufrir, en diversos trabajos quedaron el padre con más de sesenta años, próximo a la muerte y su hijo Julio tuvo congelado el  dedo de un pie, pero Don Julio era veterinario y curó al caballo del jefe de Mauthausen, Ziereis. Al darse cuenta dicho jefe, de la valía de Don Julio Bonacasa Gracia, le encargó del cuidado de los cerdos que se criaba en  Mauthausen. A medida que los cerdos engordaban, los presos enflaquecían y Don Julio, desde su nuevo puesto, procuraba alimentar a los “pobres esclavos”, obteniendo alimentos destinados a los cerdos. La ilusión de don Julio era cuidar de la salud de todos ellos y el estar unido a sus hijos.
¡Qué fortaleza tuvieron los presos de Mauthausen, para formar un equipo de fútbol, en el que Julio, fue portero!.Los sufrimientos les hicieron buscar la serenidad en el fúbol, para olvidar su esclavitud.
En relato de la vida dura de la familia Bonacasa, hemos escrito del padre y del hijo pequeño, a saber de Julio, pero no de Antonio, que llevaba una vida de esclavo, casi ya no le quedaba la esperanza de salir vivo de aquel infierno. Su peso estaba casi desaparecido pues sólo pesaba 38 kilos. Con la curación del caballo del jefe de Mauthausen, éste llamó a Julio y le entregó el cambio de Antonio de su cruel trabajo a la estancia con su padre y con el mismo Julio. Antonio se fue recuperando y así llegó  junto a su padre y a su hermano a obtener la libertad, después de tantos años de sufrimiento
Pero el día cinco de Mayo de 1945, llegaron las fuerzas americanas a Mauthausen y les dieron la libertad. Aquel lugar era un horror, porque en él estaban 109.400 encerrados y en una situación desesperada, porque en Mauthausen, ya se habían muerto o más bien habían asesinado 109.000.
Un español que también había sufrido en Mauthausen, con una inspiración poética, llamado Fc. Ortiz, dedicó este poema a Mauthansen. Así escribió: ¡”Campo de Mauthausen!,-tus muros bañados en sangre- una mortandad a palos- y otros murieron de hambre”.
¡Qué ilusión les produjo la deseada vuelta a Sariñena!, pero fue imposible porque en su patria no los admitían!. Tuvieron que emigrar al Uruguay. En el periódico de Huesca, Diario del Alto Aragón, don Jesús  Inglada Atarés, profesor de Historia en el IEES, situado en la Pirámide de Huesca, escribió lo siguiente : “Como recordó, Ignacio Almudévar, en este mismo periódico, don Julio murió en Montevideo, en 1961, a los setenta y nueve años” y su hijo Antonio, se fue también de este mundo como su padre.
Julio veterinario, como su padre, sentía en todo momento la llamada de su tierra y de su pueblo monegrino de Sariñena, al que regresó desde Montevideo. Encontró la felicidad con su trabajo, como yo mismo comprobé, el día que estuve con él en la Torre de Casaus, que se encontraba al Este de la Clínica de la Seguridad Social, en Huesca. Y completó su felicidad, casándose con su paisana María Cruz Anoro Barrieras. Esta era viuda con cuatro hijos y cosa rara en aquellos pasados años, era taxista en Barcelona. Los dos esposos, que habían sufrido tanto, alcanzaron la paz y el amor.

Como escribió  Jesús Inglada “No duró mucho la dicha, pues Julio Casabona Marías murió en Sariñena en 1994, a los 75 años. Después de tanto batallar, descansaba por fin en paz en su tierra natal”. 

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