lunes, 1 de junio de 2015

El indio-español Edison Quezada



El día uno de Junio del año de 2014, paseaba por el largo y amplio paseo central de la villa de Zizur y contemplé la figura, cruzada entre los indios del Ecuador y de los españoles del entonces Imperio Español, que creó varias naciones a lo largo de la Cordillera de los Andes y el Océano Pacífico. En el oriente, se extiende la gran superficie verde, de los afluentes del Amazonas. Esa figura cruzada entre los indios y los castellanos, era la de Edison Quezada, que aquí, en Zizur, estaba viviendo una vida igual que la que en los bosques del Ecuador, llevan los indios. Creía estar debajo de los árboles de los Andes o en el Oriente, donde se extiende la gran superficie verde, de los afluentes del Amazonas.
Edison habla con torpeza el castellano, pero sus recuerdos le traen a su boca expresiones mezcla de castellano y del quechúa, como el “Maira Luisa”, heredado del viejo idioma de los Andes. Vino a España, donde seguramente lo traerían, pues con esa pobre expresión, yo no creo que pudiera venir por sus propios medios, en los años 2004 ó 2005, pero la escasez de medios todavía no le ha dado medios, para aprender el castellano con claridad y sigue con una forma de lengua antigua,  mezclada con el castellano.
Y ¿cómo sé qué habla el idioma “Maira Luisa”, en Zizur, en un bosque de árboles, donde los pájaros  expresan con su siringe, la música de sus cantos?. Y él que no habla el castellano con corrección, está debajo del verde del bosque  de Plátanos de Indias, intentando comunicarse con silbidos muy sonoros, con los pájaros “ninfa”, nombre que tienen esas aves en el Ecuador y de cuyo origen español el indio no se acuerda. Está Edison, siempre a la sombra de los árboles, con su cuello elevado, intentando ver a las “ninfas”, voladoras y cantoras.
Hace ya dos horas, que nos hemos visto debajo de los árboles y él sigue dominado por la visión y el ruido de sus gargantas, como hacen silbando sus suaves sonidos.
¡Pobre Edison Quezada!, que en diez años no ha aprendido a dominar el castellano y por tanto no puede encontrar trabajo. Pero conserva su relación americana con la naturaleza de un modo perfecto. Y vive en una villa civilizada, bien urbanizada, pero él con sus veinte años, conserva su personalidad andina y está sólo, en medio de la cultura actual y  olvidado de todas las religiones.
Yo le hablo, pero él sólo se siente feliz, debajo de los árboles de la Alameda, para conectar con los pájaros “ninfa”, que le explican su felicidad en este mundo.    

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