viernes, 26 de febrero de 2016

Paco, entre el amor y la libertad, ¿está alejado del alcohol?



Paco es uno de los hijos de un hortelano de la capital. Tenía su padre la huerta, al lado de la Ermita de la Virgen de Salas. Eran felices en la huerta, porque vendían hortalizas en  la Plaza de López Allué, en el Mercado Viejo, todo él construido con madera, pintada de color verde, como el Mercado de Zaragoza. Los hermanos ayudaban a su padre, pero Paco, como era el menor de los seis hermanos, era considerado como “el vago” de todos ellos y no  iba siendo acogido  en  la vida de trabajo en común. Su padre  no quería ver vagos ni maleantes entre sus hijos, de tal forma que Paco a los catorce años,  ya se dedicó a vivir por su cuenta, pidiendo limosna, porque comía con la limosna que le daban. Pero siempre surge el amor, que ayuda al hombre, en este caso el amor materno, que a escondidas le proporcionaba alimentos e incluso y a veces lo dejaba dormir en un edificio de su calle de San Martín.  También quería a Paco una hermana, que ¡cosa rara!, en desequilibrios éticos como el presente, también le ayudaba.  
Aproximadamente a sus diecisiete años, lo encontró un hermano suyo, en la casa de todos los hermanos y cogiendo una silla, se la iba a estrellar contra la cabeza de Paco, pero éste reaccionó, porque cogió un cuchillo que se encontraba próximo,  y le hundió su corte en el muslo de su pierna derecha.
 Unos eran buenas personas y otros por las riñas y el odio creado por ellos, se volvieron malos, como dice la gente y según otros, cayeron en la culpa, aunque algunos de sus corazones volvieron a amar. La madre amaba, incluso a su hijo menor, Paco, pero aquel matrimonio era una unión entre un dictador y una sierva. De niño era feliz en la huerta que cultivaba su padre y sus hermanos, pero iba comprendiendo que con ella, no podrían vivir todos los hermanos. Yo no sé si a esa lucha que entre ellos se estaba despertado, un día a un hermano suyo, le clavó un cuchillo. No lo mató, pero los jueces lo enviaron a la Cárcel por “intento de asesinato” y allí permaneció durante seis meses. En la Cárcel lo pasó bien Paco, pues decían que la Cárcel de Huesca era como una guardería infantil. Pero tenía un gran inconveniente, que era la falta de libertad, que le hacía a Paco el estar siempre entre los muros de la cárcel. De la celda iba al patio y del patio a la celda. Aumentaba  su sensación de soledad el hecho de que ningún miembro de su familia lo iba a ver. Pero el amor es el que alivia la vida de los hombres, y es que su madre le mandaba giros postales, que le permitían comprar alguna chuchería o algún paquete de tabaco en el Economato. Los productos eran baratos, pues parece ser que la administración de la prisión,  no quería ganar dinero,  sino atender a los presos. Un café le costaba veinticinco céntimos. El dinero recibido se lo cambiaban por chapas, que eran un dinero de la cárcel, convertido para que gozasen los presos.
Al salir de la Cárcel,  parece que quiso ser un hombre libre de limosnas  y humillaciones y se fue a trabajar a Ayerbe, con un contratista, que según Paco era buena persona. Algo de amor de Dios y de prójimo debían existir en su corazón. Este contratista se dedicaba a reparar canales y trabajó también en Jaca y por varias centrales eléctricas. Trabajó con Lucán de Quicena y en el túnel grande de Monrepós. También trabajó con Claver de Apiés y en la Torre de Cavero de Siétamo.
A sus cuarenta años, dejó de trabajar porque ya estaba harto y cansado de tanto sufrir y quizá se acordó de cuando era niño, que hacía de mendicante. Los mendigos unas veces están saciados, hartos y otras carecen de casi todo lo necesario, pero prefería esta forma de vida a la de un prisionero, al que le pesan continuadamente los muros de la Cárcel sobre su cerebro. Aunque Paco había sufrido el odio de algún hermano suyo, se acordaba del amor casi clandestino,  que le guardaba su madre y una de sus hermanas. Y lo que él quería era la libertad y el amor, que a él no le tenían,  pero él amaba a su sobrino Pepe, hijo de su hermano con el que se odiaban y quería locamente a una pequeña sobina. Yo soy testigo de lo que quería a la niña, porque sufriendo ésta de una infección en una muela, me encontró Paco por la calle y con lágrimas me pidió diez euros para comprarle un medicamento. No se lo pude dar porque no llevaba dinero y Paco marchó corriendo a pedir a la gente. Cuando lo vi,  a los pocos días, me dijo que le había comprado la medicación y que la niña se había curado.
A él no lo amaban, pero él amaba a los sobrinos de un hermano, con el que lucharon a muerte, tanto es así que su sobrino Pepe, según su propia opinión, es su ojo derecho.
Paco vive en una “caseta” que se levantó él mismo, en la que tiene una cama y varios armarios con productos conseguidos de Caritas, “banco de la alimentación de los pobres”. Se da cuenta de que hay organismos digeridos dos por los corazones de los hombres, para dar de comer al hambriento. Vive en su caseta de madera, cubierta  con  tejidos impermeables,  que coloca sobre el techo de la caseta y a su lado tiene un cubierto de tablas y cañizos,  en el que se reúne con algún amigo. En su “campa”, como llama Paco a la “caseta” con el terreno que la rodea, goza Paco y no necesita demasiadas cosas para vivir, porque Caritas le proporciona  alimentos. Estos los guisa o calienta en un hogar, levantado por el mismo, con dos piedras y allí quema tablas abandonadas. Allí duerme por las noches y allí se refugia los días de lluvia.
Es feliz porque ama a sus sobrinos y vive libre como los pájaros, que se posan en los árboles, que dan sombra a su “caseta”. El  amor de sus padres y hermanos, que perdió de niño, lo ha recuperado en estos tiempos con sus sobrinos, como Pepe, que se ha convertido en su ayudante. La libertad en contra de la que se vio privado en la cárcel, la está gozando de una forma total. Todos los días en el ámbito de su “caseta”, Paco piensa  en esos espacios de libertad y de amor, que le parece que se acercan a él, cuando lo va a ver su sobrino: ¡algo tiene que haber, creado por el Creador  de la Humanidad, promovido por el amor y la libertad!.
Dice que siente una emoción por vivir en este lugar prehistórico y como sentir esa dulce  alegría, es mejor que vivir en una de esas viejas calles aisladas, sin ser abrigado por la sombra de estos árboles.
El hombre es un ser libre y por tanto, también tiene parte en conseguir o perder la felicidad. La última vez que fui a verlo, sintió un malestar que le oprimía el estómago, se retiró tras la caseta y devolvió, no sé si algún alimento o más bien, alcohol que tal vez ingirió durante la noche, fuera la causa de ese vómito. ¡Es mala la libertad que da el alcohol, porque es producida por la esclavitud a que éste somete a los hombres!.
El amor de su sobrino Pepe y de su sobrina le  ayudan,  pero la esclavitud del alcohol, tal vez contrasta con la libertad y el amor, que siente cada día.  


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