lunes, 12 de diciembre de 2016

La bella historia de Atades Huesca



Hace ya muchos años que, al pasar por la carretera que de Huesca sube a Jaca y antes  de llegar a la Ermita de Cillas, veía a mi derecha una casa que recordaba la forma de un grande y original chalet de estilo moderno. Cerca de ella se encontraba  otra,  que parecía la iban a construir  del mismo estilo. Ya estaban sus obras comenzadas  y lo estaban por sus columnas de hierro y hormigón, pero comenzada se quedó durante varios años.
Pero un día me encontré con un viejo amigo del pueblo de Lierta al que conocí en su casa, cuando yo, como veterinario, iba por allí a visitar algún animal enfermo. Se llama José Luis Laguna y es el gerente de Atades   Huesca. Ambos nos alegramos mucho, yo por ver a aquel niño de Lierta convertido en un hombre de gran provecho para la sociedad, y a él le ocurrió, porque sabía que a mí me gustaban esas obras sociales y me prometió que me enseñaría todas las actividades que se realizan en Atades.
Atades es una Asociación Tutelar Asistencial para Deficientes, que radica en Huesca y que está unida mediante una Federación con todas las actividades del mismo carácter que se realizan en España.
Es una bella historia la de esta Asociación porque empezó a funcionar en 1981, gracias a la donación de varias hectáreas de terreno por el doctor don Manuel Artero de su finca de Cillas. He visto su retrato en el vestíbulo y me ha llenado de emoción, pues me ha hecho recordar su buen trato y la sencilla amistad que teníamos entre los dos. Hemos hablado con el gerente que me acompañaba y me ha dicho que entra en sus proyectos, levantarle una estatua, que por cierto se merece. Entre los muchos edificios de que consta esta obra, se encuentra  la Residencia Manuel Artero, que consta de comedor, cocina, dormitorio,  enfermería, despachos, salas de actividades y de ocio o de descanso. Todas las habitaciones y las salas donde se reúnen en dicha Residencia, está adornadas con muñecos, videos, televisión, aparatos de radio, esculturas y cuadros, uno al óleo, otros en acuarela o en cruceta y algunos con flores disecadas, y todos ellos, han sido realizados por los jóvenes que los respetan de un modo extraordinario, dándose alguna vez el caso de que algunos de ellos se pone nervioso y da una patada a cualquier cuadro o adorno. En el comedor hay un cartel colgado con una cadena, que pone: “Tengo necesidad de pan,  pero también de amor” y amor es lo que encuentran los disminuidos en tal lugar y que ellos mismos reparten entre aquellos, que los cuidan.
El fin de esta Asociación es normalizar la vida de los disminuidos psíquicos, tratando de hacerla igual que la nuestra. Para ello se les facilita una calidad de vida mejor que la que gozaban en sus casas, donde si eran amados por sus padres, la gente de la calle no les hacía mucho caso y aquí se vive  para ellos y se preocupan de que se duchen, que se bañen en una piscina, que se laven diariamente, que se limpien los dientes después de sus comidas y que tengan Médicos, para que cuiden su salud.
Les hacen darse cuenta de que son unos buenos trabajadores, porque han creado medios de producción para que además de paraguas y sombrillas, de colchonetas de playa, de guantes o manoplas, bisagras  y tubos fluorescentes, hagan crecer a los árboles y plantas ornamentales. Y todo está basado en lo que he dicho: que el fin de Atades es normalizar la vida de los deficientes  haciéndoles gozar, trabajar en ella, formarse y percibir algún dinero.
Y ellos muestran interés por su trabajo como me demostró un joven haciéndome ver que era un artista, obligándome a contemplar como colocaba todas las piezas de un paraguas,  que estaba fabricando.
La encargada de un taller me habló de sus experiencias con los muchachos y muchachas, y me dijo que su trato no es de seres minusválidos, sino de personas espontáneas, sentimentales, capaces, afectuosas, interesadas  no sólo por el trabajo sino por el baloncesto, como comprobé al  escuchar a una chica, que le preguntó a la encargada que cuando iba a tener lugar, cierto partido. Es decir, que les importa el deporte, el teatro, el arte, es decir el dibujo, la pintura; en una palabra cualquier cosa que nos interesa a todos los hombres por cualquier estímulo.
Los encargados, a veces sufren porque tienen solidaridad con los minusválidos y los aman. Se dan cuenta de que aquellos muchachos y muchachas son muy sensibles y de que sufren con toda emoción más que los demás hombres y mujeres porque “son todo emoción”. Había una chica llorando y al preguntarle por qué lo hacía, contestó: “porque van a operar a mi padre”, y llevaba ya dos días de llanto. En una palabra, el sufrimiento de los encargados es una forma feliz de vivir su humana vida: sentimental, de cariño, de confianza en una palabra. Resulta por fin una vida sentimental de emoción y de felicidad. Pero, a veces se encuentran con problemas que los minusválidos les plantean y no pueden resolverlos con rapidez, sino que están llorando mucho tiempo y también sufren los encargados.
Fina Chapuulé,  Directora del Centro, y la encargada de los talleres Parti Vadillo, viven de una forma, que como afirman ellos, les enseña mucho. Constantemente son abrazadas, saludadas, recibiendo muestras de satisfacción, como aquel muchacho, que estaba feliz con el reloj, que le habían regalado. Están los minusválidos agradecidos por el cariño que les manifiestan  la directora y las encargadas, como si de sus madres se tratara.
Reciben una pequeña aportación de dinero y algunos se muestran satisfechos porque llega la Navidad y muchos irán a sus casas con sus familiares, es decir con sus padres y hermanos a los que les enseñarán lo que hayan ganado. No sólo estos minusválidos reciben beneficios de esta sociedad sino que también reciben asilo algunos hijos de emigrantes, que lo necesitan y a algunos hasta se les busca empleo. Se queda uno admirado al ver que son setecientos cuarenta y cinco los usuarios de los servicios de Atades en esta provincia de Huesca.
Me acuerdo de Nuestra Señora de Cillas, a la que acudían y todavía acuden peregrinos, hasta de las  Cinco Villas, a pedir su protección y para obtenerla se lavaban en sus fuentes y se cogían agua para beberla en sus casas. Algunos recibieron algún favor que pedían, pero ahora en los terrenos de al lado de la Ermita, se ha hecho el milagro de que los minusválidos sean protegidos por sus hermanos, los hombres y mujeres, muchos de ellos devotos de Nuestra Señora de Cillas.

Don Manuel Artero, yo no sé si creía en ella o no creía, pero amaba a su prójimo y estará al lado de la Virgen, en el Cielo.

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