lunes, 6 de febrero de 2017

Casa Bailo de Velillas, cuando yo era todavía un niño



Cuando yo era un niño de unos diez años, era para mí una diversión sin límites y una alegría, ir a Casa Bailo de Velillas, porque en ella, se divertía uno con el movimiento que llevaban entre sí, los que vivían y trabajaban en ella y la alegría de que gozaban los vecinos, los amigos y los clientes que a ella, llegaban. El dueño o el amo, como llamaban a la máxima autoridad de la Casa de Comestibles, estaba preocupado de que los que a ella llegaban, lo pasaran bien y gozaran con el trato de dueños y de vecinos o amigos, que llegaban. Su esposa, era la Señora María, que fue la segunda por haber muerto la primera, que dio a luz a los dos hermanos mayores, y era respetada su memoria y la segunda de un carácter alegre y fuerte, los amaba y los cuidaba con amor,  al mismo tiempo que cuidaba a su hija Ascensión, que se casó con mi amigo el Carnicero Esteban, también vecino del pueblo de Velillas. Y este pueblo  tiene todavía a la hermana de Esteban, es decir a   Tere, que se casó con José, el hijo segundo de Francisco Bailo, trabajador,  piadoso e inteligente. Su  padre Francisco  era un hombre de muy buen carácter, que se llevaba muy bien con la señora María y era una especie de santo, sin mal genio y siempre al servicio de todos. Su humor era muy bueno y cariñoso e iba en el carro, cuando nos llevaba a Huesca a comprar judías, garbanzos, bacalao u otros productos, sin gritarles a las dos mulas que tiraban de la tartana, dejándome bajar del carro por la bajada de Estrecho Quinto, por la que yo corría y me fijaba en la silueta deteriorada del Monasterio de Monteragón.
El señor Francisco iba a Huesca con gran placer, porque no sólo iba a aprovisionarse de alimentos, sino también de cigarrillos, tabaco picado, farias y puros en la Tabacalera de Don Anselmo Pié, para suministrar tabaco en su Estanco de Velillas a sus paisanos. Pero no sólo era comerciante, ya que con su tartana, iba y venía a Barbastro y a Huesca, que ya en aquellos antiguos tiempos, recorría las carreteras y caminos.  Pero no sólo iba por los centros comerciales de Huesca y de Barbastro, sino que subía al pueblo de Tiermas, donde cuidaba con sus benéficas aguas, su salud. Esas termas están situadas al lado mismo del pueblo navarro de Sangüesa, a la que quitándole su primera y última letra, se conoce el pueblo al que hoy está ligado Velillas, pues se queda en Angüés. ”A Tiermas, ya los romanos le dieron su nombre, basado en el calor termal de sus aguas;  en ellas se encuentra uno viajeros, que aprovechan el paso por dichas aguas, para recibir de ellas el milagro,  que reza la oración: ”Aqua benedicta, que seas para nosotros salud y vida”. A estas Termas acuden para gozar y recibir salud de tales aguas, no sólo los vecinos navarros de Sangüesa, sino que las frecuentan, desde tierras más distantes, como mi amigo y admirado “profesor de la vida”, Don Francisco Bailo de Velillas, que cada año acudía a aprovecharse de esas aguas, que eran salud y vida. Pero no sólo era Bailo, el que acudía a Tiermas, sino gente de toda la Provincia de Huesca. El “Abuelo Grasa”, que ha muerto hace poco tiempo en Siétamo y nació en Salinas de Jaca, acudió con una hija suya, que no podía andar, montada en un caballo. Tomó los baños del agua sagrada y a la semana, ya pudo andar y está en Madrid,  llena de salud. Los efectos benéficos del agua de Tiermas, también se conocieron en la personalidad de Francisco Bailo, pues fue un buen agricultor, comerciante de ultramarinos, de tabaco, que le condujeron a viajar a Huesca y a Barbastro y a conservar su salud en sus actividades en Velillas.
Pero su vida social lo puso en contacto con el Gran Comerciante, restaurador arquitectónico del edificio de aspecto clásico, que cultivó la Cultura de la Humanidad en de la ciudad de Huesca. ¡Qué amistad se formó entre Don Anselmo Pié Porta y Don Francisco Bailo de Velillas, yendo éste a buscarle a la Tabacalera sus productos!.
Eran dos hombres distintos y sin embargo grandes amigos. Francisco Bailo admiraba al Gran Almacenista de Tabaco, cuyo edificio,  todavía se encuentra en el Coso Alto, más arriba de la iglesia de la Compañía. Don Anselmo Pié era un hombre trabajador y se veía sorprendido al encontrarse con el “siño” Francisco Bailo, que no contaba con los mismos caudales, que poseía él. Y sin embargo le hablaba, con abundantes palabras aragonesas, que le brotaban de su interior, con un gran respeto y una enorme confianza. El hombre rico, muy preocupado por sus trabajos continuados, se sentía impresionado por la sencillez con que expresaba sus palabras y la confianza que esa sencillez, le inspiraba. Bailo no tenía envidia y le tenía una gran confianza.
La riqueza de las posesiones que tenía Don Anselmo Pié, le admiraban,  pero jamás le inspiraron envidia. Admiraba Bailo el gran Almacén de Tabaco, frente a Correos y se quedaba admirado al contemplar las seis columnas, adornado el frontón con las figuras de la Gloria y de la Fortuna, que sostenían el escudo de Huesca. El estreno del local se presentó por Don Anselmo Pié en 1923, con el Proyecto firmado por el oscense Bruno Farina, que también edificó el Edificio de Hacienda, al que conocí así como a su hijo, que tiene una Torre muy cerca de la Ermita de San Lorenzo. Era este hijo del Arquitecto Farina, amigo mío, de mi tío José Almudévar Casaus, de mi compañero veterinario Ricardo Serena y del dueño de una  Fontanería, llamado Vallés.
La inauguración del solar se realizó el día 7 de junio de 1025 y el acto oficial lo realizó el Tenor altoaragonés Miguel Fleta y resultó un éxito tan impresionante, que el pueblo oscense no quería que se marchase. ¡Dios mío, qué éxito de la Música de los tenores aragoneses!.
Pero el año de 1936, llegó la Guerra Civil y mis hermanos y yo, veíamos y oíamos los obuses, caer en el entresuelo de la Casa del Coso Alto,  número 61, frente al elegante Teatro Olimpia. Fue este noble y culto edificio bombardeado, y las balas afectaron en primer lugar a la fachada y al escenario. En el año 2003, el señor don Anselmo Pié Sopena, con su sensibilidad artística, recordó aquellas ocasiones en que se representó “Cine, teatro, ópera y zarzuela, revistas musicales, juegos florales, incluso exhibiciones de gimnasia deportiva”,alegrando la vida de muchos oscenses.
A partir de 2005, la Fundación Anselmo Pié, comenzó a renovar el protagonismo del Teatro Olimpia.
Se acabó la Guerra Civil y don Francisco Bailo de Velillas, renovó su marcha a Huesca, a suministrar su tienda de Velillas de alimentos, objetos de limpieza y frente a Correos a buscar tabaco picado, cigarrillos, farias y puros, para que sus paisanos, consolaran un poco las miserias pasadas durante la Guerra Civil. Yo entonces tendría unos ocho años de edad e incluso en cierta ocasión lo  acompañé,  montado en su tartana, desde Velillas hasta Huesca.
En la Tabacalera, se encontraba con Don Anselmo y éste con la multitud de problemas que circulaban por su mente, se olvidaba, por unos minutos “del Cine, Teatro, Opera, Zarzuela y se entusiasmaba gozando de la inocencia  del señor Francisco Bailo, que amaba en su pueblo la Música, el baile, la pelota del frontón de Velillas, con inocencia y amor a dar alegría sus paisanos. Se unían el Gran Salomón, que practicaba la belleza de su Teatro Olimpia, con aquel velillense, que intentaba hacer felices a sus paisanos, con el Teatro de los “comediantes ambulantes”, con los cantores de la Jota en sus  pueblos, igual que las que cantaba el altoaragonés Miguel Fleta.
El Gran Salomón Don Quijote, presentaba a los oscenses la Belleza y la Bondad y el Pequeño imitador de Sancho Panza, se la proporcionaba a los vecinos de Velillas. Hay una gran diferencia entre Don Quijote y Sancho Panza y sin embargo, los unía una gran amistad y no podían separarse sin comunicarse con una profunda conversación.
Anselmo Pié pensaba en los problemas de la vida, y los representaba en el Teatro Olimpia. Soñaba con alcanzar la perfección y la felicidad de su paisanos, los oscenses, pero al contemplar la imagen de Francisco Bailo, veía la felicidad de aquel hombre trabajador y bueno la quería. Tanto la amaba, que iba a a Casa de Bailo de Velillas, en la fiestas Mayores y allí lo pasaba muy bien,  muy cerca de alcanzar esa dicha que buscaba en el Teatro Olimpia y en su Gran Tabacalera.
Yo con la escasa edad de unos ocho años, estuve presente en Casa Bailo, donde habían llegado Anselmo Pié con una señorita de gran belleza y un hermano suyo, también acompañado. No estaba Casa Bailo preparada con lujos, que hicieran divertida su estancia en ella, pero la imaginación del abuelo Francisco, se vio rodeada de un viejo y pequeño músico, que con una vieja guitarra, hiciera con sus sonidos bailar los pies de aquellos comerciantes oscenses de tanta categoría. Allí surgieron cantantes que sin llegar a la categoría de  Miguel Fleta, con sus cantos alegraba también los corazones de los Pié, de sus acompañantes y de los vellilenses,  presentes en el citado baile.
¡Qué diferencia existía entra Miguel Fleta y los joteros de Velillas y que bien sonaban los instrumentos musicales del Teatro Olimpia y la “guitarrica” de  un velillense, a cuyo lado otro vecino agitaba una botella de anís, dentro de la que habían echado unos trozos pequeños de piedra, para animar a la guitarra!.
Allí estaba muy bien acompañado Anselmo Pié, y bailaba con su pareja y se le veía feliz. A veces bebían con sus compañeros algún licor que los tornaba en optimistas y sonreían y se sentían felices al ser muy bien atendidos por loa admiradores de su presencia en Velillas.
De esto hace ya muchos años y no recuerdo si se durmieron en la sala donde bailaban o se fueron a la cama, para evitar algún accidente de automóvil, de los que casi no existían en nuestra provincia.   

¡Qué pareja de Salomón y de Francisco Bailo, tan diferentes y tan iguales en su sensibilidad!.

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