miércoles, 1 de marzo de 2017

A Ramón J. Sender


   
                                                


  Las vacas locas.-

Me han dicho mis amigos que estoy loco. No me importa. De siempre se ha conocido que de poetas, músicos y locos,  todo tenemos un poco, aunque en unos domine más que en otros una de las tres facetas. ¿Por qué me acusaron de “chalao”?.Muy sencillo, es que les conté lo que me pasó hace pocos días con Froilán, el niño amigo de Sender, que murió el año 1909,electrocutado al contactar su pequeño cometa de trapos y de cañas, con un cable de alta tensión. Los vecinos de su pueblo aseguraban que ocurrió todo bajo el nefasto influjo del Cometa Halley al que también atribuyen el terremoto de Méjico, la desgracia de la niña Omaira y de sus paisanos a causa de la erupción del Nevado del Ruiz en Colombia y las corrientes de lodo que han dejado sin vivienda a tantos   ecuatorianos.

Los buenos hispanos en lugar de decir: ¡Qué bueno, que viniste!, tienen sobrados motivos para gritar: ¡Qué bueno, que te vas!. Volvió el famoso cometa a visitarnos a finales del 1985 y se va a principios del 1986 para volver, cuando lo ordene su ciclo. Sender esperaba la vuelta del Halley para el año 1985 y creía más loco que yo, que Froilán volvería a visitarlo, montado en su cola.¿Cómo podría regresar el niño?. Se fue fulminado, fosforizado, ionizado, eterizado o de una de las mil formas que los científicos  conocen y de uno de esos multiformes modos ha regresado. Aquí radica mi locura,  en que lo he visto y he hablado con él.

Yo lo esperaba, asumiendo el deseo del para mí, Premio Nobel, aunque no se lo dieron; Sender, según manifestaba en una de sus poesías, tenía la ilusión de guardar a Froilán una de las mejores ranas de una de esas balsas que juntos visitaban; la muerte le impidió realizar su sueño. Yo recogí el reto y guardé una rana no en un acuario, ni en un terrario, sino en un artilugio que reunía las propiedades de ambos. La rana es un anfibio y tiene dos formas de vida, una en el agua y otra en la tierra; en aquella respira por branquias, y en la orilla de la balsa, lo hace con sus pulmones.¡Buen regalo para Froilán que también es anfibio, porque yo lo vi en la tierra de Huesca y venía e iba por el espacio y a otros espacios más lejanos!.

¿Cómo pude ver a Froilán?, Simplemente porque quería verlo y lo quería ver porque había recogido el deseo de Sender de entregarle una rana.  No todos los deseos se cumplen, ya que el maestro no llegó a vivir en el año 1985, pues la inmortalidad no se alcanza sobre la tierra, pero se alcanza de algún modo y cuando se vean el viejo y el niño recordarán los saltos de las ranas en la alberca.

Yo sabía que encontraría a Froilán, porque mis paisanos del Somontano de Guara, siempre han afirmado que las montañas no se encuentran pero las personas, sí.

Muchas veces los hombres no nos encontramos ni con nosotros mismos, ¿cómo vamos a encontrarnos con los demás?. Y si lo hacemos es para reñir, para aprovecharnos mutuamente unos de otros o para luchar.

Sabía que tenía que encontrar al chico, pero pensaba que tal vez, después de tantos años, se habría hecho un hombre, sin embargo reflexioné sobre la teoría de la relatividad y llegué a la conclusión de que si yo envejecía un año girando alrededor del sol, montado en mi planeta, él a caballo en su cometa, habría pasado sólo un año en el tiempo que para nosotros, había envejecido setenta y seis a los humanos de la Tierra.

Desde 1909 hasta 1985, nuestra esfera ha dado setenta y seis vueltas al sol, en tanto que el Halley sólo ha girado una vez para completar su ciclo en torno a no sé qué.

Lo encontré niño, como de diez años. Yo observaba a todos los de esa edad, que caminaban por la ciudad con soltura, esquivando coches, botando balones y como pasando de todo. Estaba apoyado en la pared de uno de esos chiringuitos, que lanzan al aire de la calle sus músicas y en la acera de enfrente había un niño que miraba atónito el mundo urbano que le rodeaba; no se atrevía a pasar la calle por la que rodaban como locos los automóviles. Me acordé que en el pueblo de Froilán, en el año 1909 no habría probablemente ningún automóvil.

De repente, por los altavoces del chirringuito empezó a oírse aquella canción que dice: ”Froilain, Froilain”(señorito en alemán) y Froilán, como una exhalación cruzó la calle hacia el bar, a una velocidad cósmica que le libró de un atropello.

Me dirigí a Froilán, pues era él, le miré a los ojos, mientras le entregaba la rana metida en un bote de conserva lleno de agua y esos ojos se apoderaron de mí de tal manera que no me dio tiempo a preguntarle nada. Cuando volví en mí, Froilán se había exhalado.

Al principio lo sentí pero luego comprendí que si hubiera conversado con él, hubiera sabido demasiado.

Ahora solo sé que Froilán, Sender y Omaira nos acompañan desde algún lugar.

Yo he cumplido, pero me gustaría que dentro de setenta y seis años, alguien se encargara al nuevo regreso del Halley, de entregarle una flor a la niña Omaira.

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