lunes, 1 de mayo de 2017

Lábaros y frontones



Mi yerno Santiago es un hombre que tiene curiosidad por todo lo que, viajando por el mundo, se ve. Su apellido es una palabra vaco-ibérica, que se da también entre el Somontano de Huesca y el río Alcanadre, que lo separa del Somontano de Barbastro. Baja el río desde el Sobrarbe, pasa por la Sierra de Guara y penetra en el Somontano y pasa por el pueblo de Abiego, del mismo Somontano de Guara.   Esa palabra equivalente al apellido Adiego de Santiago, es la que recibe como su nombre, el pueblo de  Abiego.  Es un pueblo, para mí,  misterioso, pues en él se encuentra un antiguo convento, una fuente labrada en piedra y tiene un Ayuntamiento moderno, cuya arquitectura, se debe a un hijo del mismo pueblo, que se llama Porta. Este hombre es un cerebro que sólo se ocupa de buenas acciones, por ejemplo la de la fachada de dicho ayuntamiento, que  por imaginarias ideas,  la lanza hacia adelante. Es un artista de la madera, pues además de trabajarla técnicamente, añade el arte escultórico en maderos y en piezas para sostener los aleros. Creo que llegó a pensar en un ariete hidráulico, pero no se llegó a tal realización. Se encuentra el río muy profundo, al que tuvo que sacar el agua necesaria para el pueblo  y yo,  como no soy técnico, recibí sus explicaciones, que hicieron el milagro de subir el agua de la “enorme profundidad”, del río por el que corría. De ahí se dedujo que  Abiego y Adiego, son la misma palabra ibérica, que significa una enorme “profundidad”. Mi yerno Santiago tiene la mente profunda y cuando voy a Pamplona, me lleva por aquellas hermosas tierras, acordándome de que me llevó a visitar el pueblo de Arbuniés y entonces yo, le expliqué que a tres o cuatro kilómetros de Siétamo, estaba situado Arbaniés, embellecido por una iglesia parroquial, toda de piedra, que en su interior, encierra pinturas románico-góticas. Pero además, a su lado se contempla un magnífico frontón, también de piedra, que nos hace recordar a ambos  las tierras de Navarra. Pero no es éste el único detalle que asimila a Arbuniés y a Arbaniés, sino que en un antiguo pajar, se muestra un espléndido “Lauburu”, que se apoya en una especie de corazón invertido. Además pertenece al grupo de “lauburus”, que simulan girar sus hojas de derecha a izquierda, que hace alusión a la vida eterna, al contrario que otros, que giran de izquierda a derecha, protegiendo los acontecimientos de la vida.
Siguiendo la carretera hacia la Sierra, fuimos a Coscullano, donde el dueño de Casa Mur, tiene un “lauburu”, tallado no sobre piedra, sino sobre una puerta de madera. Llegamos a los pies de  Guara, que mide dos mil diecisiete metros de altura, y que puede ser palabra vasco-ibérica, que significa arriba y que como Arbaniés y  Arbuniés, sólo una letra diferencia las dos palabras, en Guara, son la u y la a, las que sustituyen a la o, de “Gora”.  Llegamos a casa Mur y en una de las dos puertas, se exhibe un “lauburu”, también que gira hacia la izquierda. Al lado de la iglesia hay un frontón en el que, según me dijo Mur, jugaban a la pelota vasca.

Después de conversar con el dueño, señor Mur y con su familia, nos marchamos por Siétamo a Velillas. En Velillas guardan un balcón forjado, en el que se ven escenas de baile en tiempos ya viejos. No lo pudimos fotografiar, pero lo hizo Santiago con un llamador, que como fondo tiene una hermosa joven, con un ave antigua en una de sus manos y una pierna masculina, que para llamar, tiene que dar patadas en el hermoso cuerpo de la hembra. Pero nos llamó la atención un “lauburu” de mil setecientos y pico, sobre la puerta de la casa del “Ferrero”, al que yo conocí, hace ya muchos años. Encima está el frontón,  en el que yo vi jugar en las fiestas del pueblo.
 De Velillas salimos de la carretera general 240, cruzamos la autovía de Lérida a Siétamo y a escasos kilómetros, porque se ve desde Velillas, se encuentra el pueblo de Torres de Montes. Está el pueblo lleno de escudos infanzones y en dos casas, la de Lera y la de Mairal, se encuentran otros dos “lauburus”, en cada una de ellas. Están acompañados por otros motivos ornamentales y uno de los lábaros gira hacia el Este y otro al Oeste. La hija de mi amigo el señor Lera, respondiendo a mi pregunta sobre el frontón, me respondió lamentándose, de la mala noticia de que sólo quedaba un parte de él,  pues lo derribaron,  para hacer algún espacio deportivo.  Cinco son los lábaros que se encuentran unos en el ayuntamiento de Siétamo, que está a doce kilómetros de Huesca, uno de madera en Coscullano, otro en Velillas, a cinco kilómetros de Siétamo y cuatro  en Torres de Montes,en casa de Lera y en la de Mairal, a otros cinco de Velillas.
 Pero Santiago, quiso sacarme del Somontano oscense y me llevó a Daroca y de esta, donde se leen en piedra unas frases en aragonés antiguo, nos llevó a Retascón  No pudimos entrar en la iglesia de Daroca, donde residen los testimonios de los hechos eucarísticos que allí ocurrieron y después de pasar por las enormes y bellas puertas de entrada y de salida, fuimos a Retascón. Y resulta que en este pueblo, situado en medio de sierras ibéricas y con una consevación de los edificios, unido al clima fresco de la Sierra, hace que se llenen todas las casas  en verano,  de turistas y de descendientes de Retascón .Sus vecinos  nos llevaron a la iglesia parroquial y nos enseñaron la puerta de la sacristía, donde lucen seis u ocho lábaros, de tres hojas, en lugar de cuatro,  igual que se conservan en Vizcaya y en Barbastro. En una extensión considerable, se alza, además de un escenario festivo , una magnífico frontón.

Estamos en el Alto Aragón, que según algunos es como una parte de  la oriental de Navarra, pues ya en el Sobrarbe está enterrado el Rey de Navarra, Iñigo Arista, que por cierto también dicen que está en Leire. Por todas partes se ven “lauburus” y frontones, como en Retascón, en la provincia de Zaragoza. De los lábaros nadie ha dicho casi nada y los frontones han sido casi abandonados del todo, pero en los pueblos visitados, en todos ellos existen los lábaros y los frontones.

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