lunes, 2 de octubre de 2017

Ruinas de la Guerra, convertidas en un Campo de Fútbol





¡Cómo ha cambiado la Historia de Siétamo, con el paso del tiempo!. Por esa dicha época, el tiempo, pasaba con sencillez, como se comprobaba en otros años o siglos en  el Campo, cuando en él,   a los trabajadores se les cambiaba  cada años de trabajo, o permanecían en él, el Día de San Miguel. Entonces el tiempo pasaba con sencillez, porque el cambio de trabajo o su continuidad, estaba apoyado por San Miguel Arcángel. El día en que se “ajustaban” a trabajar,  solía ser el Día de San Miguel, y para otros trabajadores, cuando su contrato de trabajo acababa, cesaban su contrato, firmado el anterior año  y día  de San Miguel. Entonces se daban cambios en sus formas de vida, es decir que si se trataba del cambio de contrato de trabajo de obreros, seguía la muda de viviendas, porque hacían, a veces, el cambio de trabajo,  acompañados por sus esposas y por sus hijos e incluso,  en algunos casos, por abuelos.

El Día de San Miguel tenía una importancia enorme en el trabajo agrícola y ganadero de los “criados”, que cambiaban de trabajo y de casa, tras un año de contrato. Otras permanecían,  si les subían la paga, que habían de cobrar el año que de nuevo, comenzaba.

La Sociedad Agrícola estaba formada por patronos, mozos mayores y pequeños y ”chulos”, pastores y “repatanes”. Los chulos iban a buscar agua a las fuentes con burros,  cargados de cántaros en “algadera” o iban con un botijo o con un cántaro.

Estoy sentado al lado de un velador con Pablo Godé y de su esposa Dolores Antón, porque vamos a tomar un café, en un agradable Bar. La pared nos guarda  nuestras espaldas y hacia delante vemos una Plaza de Deporte, rodeada por árboles. Sigue esta calle, formando, un ángulo recto. Por la  izquierda discurre, una calle recta, con casas alegres, que fueron edificadas, ya que para la Guerra Civil, fueron derribadas por las armas. Esta Calle se llama Ruiz de la Serna, que por el Sur, corre hacia la Calle del Conde de Aranda, donde se encontraba su Castillo –Palacio. Al frente se divisa el Ayuntamiento, también edificado por Regiones Devastadas y que fuimos al Ministerio de la Vivienda a Madrid, para que lo reconstruyeran, ya que ¡cosa rara!, habían colocado maderos estropeados. Fuimos a Madrid, conducidos por Fernando Bruis, un servidor de ustedes y los Concejales Antonio Barta y Rafael Ciria.  
Pero entre el nuevo Ayuntamiento y nuestro velador, ahora existe un espacio libre, donde surgió un hermoso Campo de Deporte y a su lado, hay unos columpios, donde acuden los niños con sus padres a columpiarse.
Cierro los ojos y recuerdo como aquel terreno,  estaba ocupado, antes de la Guerra, por un conjunto de casas. De Cabero había dos, una de ellas hacía de Cuartel de la Guardia Civil y otra, que era un auténtico Palacio, ocupado por el Señor Cavero y su esposa, adornado por un escudo de más categoría que Infanzón, pues llevaba un Corona. En la todavía más antigua Casa de Cavero, que se asienta en la Calle Alta, se sigue exhibiendo el mismo escudo. Otra casa era la de Benedé, otra del Barbero Sr. Jorge, que en el solar de su casa, quedaron ruinas en casi todo él, pero en un pequeño espacio de ella en él se afeitaba a algún cliente o nos cortaba el pelo a algunos niños. El iba recubierto con un “blusón” de tela oscura y a mí me curó una herida en la cabeza, con mucho cariño. El tenía la profesión en parte de barbero y en parte de practicante. Me caí el año de 1938 de la burra torda de mi casa, pues al llevarla a beber, un número exagerado de veces a abrevarla al abrevadero, al enfilarla después de beber, hacia mi casa, aborrecida de tanto paseo, me tiró al suelo.
Ahora, después de tomar una cerveza, mi amigó Gonzalo Godé y yo mismo, en el agradable Bar, frente al antiguo barrio de casas, hoy Campo de Baloncesto, que yo creo ver y recordar con los ojos cerrados. Cuando los abro, me doy cuenta de que las ruinas han desaparecido y se contempla un agradable Campo de Deporte, detrás del Ayuntamiento. Aquel solar, después de la Guerra y la Calle del Conde de Aranda,  que bajaba al Palacio, estaba lleno de balines, que habían disparado en plena Guerra. A ese lado de la actual Plaza de Deportes, iba yo con Rafael Bruis y con Antoñito del Herrero, a buscar balines, que abundaban como las gravas en el río y allí cogíamos cantidad enorme. Cuando tomaron los Republicanos Siétamo, acudieron vecinos de Fañanás, a darse cuenta de los tiros que se oían desde su pueblo y entre otros acudió mi primo Jesús Vallés Almudévar, al que le fusilaron a su madre y un jovencísimo hermano.


Por ese lugar pasó Campmany, rodeado de milicianos y de vecinos de Siétamo,  para ver las ruinas del Palacio del conde de Aranda.
Ahora al estar sentado, frente a lo que fue un Barrio de viviendas, y que se convirtió en una hermosa Pista de Deporte, trata uno de olvidarse de aquellas crueles Guerras.

Desde el sillón en el que estábamos tomando café, con Godé, de espaldas al Bar, tengo a la vista un hermoso juego de niños con sus columpios y sus caballitos. Y al otro lado de la Calle Arrabal, que entra en la Plaza Mayor se asoma la histórica Casa Grande, edificada en 1692, casa de cuatro plantas, y muestra todas sus piedras de sillar.
En ese antiguo Barrio ya no quedan casi casas antiguas, sino un Campo de Deportes original, y un jardín donde los niños juegan y se columpian. ¡Qué tristes son las Guerras, pues en la de 1936, murió el Sargento Javierre, delante de esta Casa Grande y por otro lado el Señor Lluis Companys, que después de visitar las ruinas del Palacio del Conde Aranda, fue fusilado en Cataluña!.

¡ Qué contraste entre las ruinas sufridas por las viviendas el año de 1936 y la Casa Grande de 1692, que se sigue elevando, frente a la Pista de Deportes de Siétamo!.

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