lunes, 11 de diciembre de 2017

Vida nueva y el Monasterio de Sigena


A Don Eliseo Carrera, amigo mío y de la Historia de Villanueva de Sigena, cuya madre Doña Carmen, recuerda con una gran emoción, debido a su enorme sensibilidad. Tu sabes que intenté, ya hace unos meses escribir lo que pasó en Villanueva de Sigena, historia, que debía hacer meditar a todo Aragón. Entre otras muchas cosas sobre la devolución de tantas piezas antiguas procedentes del Monasterio.

Todo narrado por tu buena madre, hubiera emocionado a todo Aragón, pero como tú mismo me escribiste:”Para colmo, mi madre me dice que has estado varias veces en nuestra casa para hablar con ella del pasado en Villanueva, en la Guerra y otras cosas. Y a mí me parece muy bien y por eso te quiero ayudar. Puesto que mi madre, o bien por timidez o por vergüenza parce que no le apetece mucho. Pero yo la he insistido en que son memorias que ella tiene y que si no se reflejan en el papel, todo eso se perderá y tiene muchas cosas interesantes que contar”.

La modestia de tu madre me ha impedido continuar sus memorias, que son las de todo un Pueblo con su Monasterio y de una gran delicadeza en medio del salvajismo, que los destruyó. Pero hoy he encontrado una pequeña parte de lo que escribí, inspirado por tu madre y te lo mando  para que aprecies la figura de su gran corazón.  

Te quedo muy agradecido a tu deseo de ver acabados estos escritos, pero ahora ya soy mayor y estoy cansado de escribir.

 A continuación puedes leer lo poco que he escrito sobre los “Recuerdos de Doña Carmen en el Monasterio de Sigena”.

 

                                    Villanueva y el Monasterio de Sigena.-

Es una historia la del Monasterio, impresionante y antiquísima, si empezamos a considerarla desde que se fundó   en 1188. La Reina Sancha, hija de Alfonso VII de Castilla y esposa de Alfonso II de Aragón, primer monarca de la Corona Aragonesa, pues heredó el reino de Aragón de doña Petronila y otras zonas catalanas del Conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, su esposo. Pero su historia no la  han  vivido sólo las religiosas de la Orden de San Juan de Jerusalén, sino también los mismos vecinos del pueblo de  Villanueva de Sigena. Yo me di cuenta de ello, cuando siendo Diputado Provincial tuve que bajar varias veces a las reuniones del Instituto de Estudios Sigenenses, y en una de esas ocasiones me impusieron la Medalla del Instituto de Estudios Sijenenses Miguel Servet  y en las conversaciones con varios habitantes de Villanueva, me contaron su participación en muchos actos del Monasterio. Los sijenenses han viajado mucho por el mundo, como el mismo Servet, que vivió en el siglo XVI y viajó por Europa, discutiendo los temas de la Teología y  presintiendo el fenómeno de la circulación de la sangre y por fin, odiado por Calvino, fue abrasado, después de su condena a muerte, que se llevó a cabo en Suiza.
En Huesca he conocido a Carmen Blecua, nacida el año 1921, es decir hace unos ochenta y siete años, pariente del sabio José Manuel Blecua, nacidos ambos en Villanueva de Sigena. Su esposo, ya difunto fue el industrial famoso Eliseo Carrera, que  también había nacido en Villanueva de Sigena, pero que antes de su estancia en Huesca, vivió en Cataluña, adquiriendo un acento catalán, pero sin olvidar nunca su amor a Aragón. Carmen ha sido siempre llamada Carmela, nombre que le inició su esposo y que siguieron llamándola de la misma forma todos sus parientes, hijos e hijas  y amigos. Eliseo Carrera nació el año 1920 y  murió el año dos mil cinco. La señora Carmela está identificada con el Monasterio de Sigena,  no sólo con su obra, sino todavía más  con su espíritu. Está todavía identificada con la belleza del Monasterio, sufriendo un gran dolor por las profanaciones que sufrió, tantas, que  casi lo destrozaron por entero, para la Guerra Civil. Me cuenta que el Monasterio estaba presidido por la iglesia y ésta por la Virgen del Coro, que estaba esculpida en  madera y que desapareció, quemada por el fuego el año de mil novecientos treinta y seis. ¡ Qué desastre, Dios mío, porque después de desaparecer la patrona o matrona del templo, se perdieron casi todas las joyas artísticas que allí habían llevado,  a lo largo de los siglos,  los Reyes de Aragón,  los nobles y el pueblo!. Aquellas joyas alababan a Dios, pues las monjas de la Orden de Caballeros de San Juan y antes de Malta con esas joyas materiales y los sacrificios de sus espíritus veneraban a la Virgen, los vecinos del pueblo oraban y la contemplaban,  rodeada de tales joyas, y los numerosos turistas que por allí acudían, admiraban a la Virgen rodeada de tallas de madera, de monumentos pétreos  y de joyas, cuya razón era la de embellecer aquel ambiente de devoción a la Virgen del Coro. Cuando las monjas se dieron cuenta de lo que podía pasar y por desgracia ocurrió, escondieron varias piezas litúrgicas, en un montón de trigo que estaba encerrado en un granero particular, en presencia de la niña Carmela. Pero cuando sacaban trigo, Carmela sufría, al considerar muy posible el encuentro de las joyas.
¡Cómo se acuerda del Monasterio!.  Por qué entonces sólo tenía catorce años, pero parece que todavía lo está viendo. Con sus pocos años tenía un gran cariño a las religiosas doña Trinidad, a doña Presentación Ibarz y a doña Pilar Samitier, que era la Priora. Esas monjas conservaban el estilo antiguo y se trataban de doñas, porque descendían de las más nobles familias medievales de Aragón. Cada vez que acudían turistas, los acompañaba con otras amigas y entraban en el monasterio, donde visitaban la Sala Capitular, que fue creada en el siglo XIV y estaba decorada con bellas pinturas góticas, que fueron  destruidas y quemadas y sus restos fueron trasladados al Museo de Arte de Cataluña, que se encuentra en Barcelona. La iglesia, que me va describiendo Carmela o doña Carmen, a la que yo trato  como eran tratadas  las monjas del Monasterio, tenía en su interior,  una gran capilla,  presidida por   la Virgen del Coro, provista dicha capilla de sillas de nogal, pegadas a la pared, para que las religiosas cantaran los maitines, vísperas y demás horas de la liturgia.  En cierta ocasión llegó un mercader y le propuso a la Priora, doña Pilar Samitier que le vendiera la sillería,  por la que le daría una gran cantidad de dinero y le pondría otra sillería nueva. Entonces la priora, exclamó: yo no quiero tener remordimientos de conciencia por haber hecho desaparecer una sillería,  que debe de tener tantos años como el propio Monasterio. Pero ¡pobre doña Pilar!, porque al llegar la Guerra, no solo vio desaparecer la sillería, sino todas las pinturas, esculturas e incluso el hermoso y gran armonio, que estaba en la Sala de la Virgen del Coro, donde se reunían las monjas para rezar y para cantar, tanto los maitines como las vísperas.  Efectivamente, acompañadas por el sonido de ese armonio, cantaban el día de la Virgen del Coro, en el mes de Abril. Allí acudían las niñas, entre las que se encontraba acompañada Carmela, que formaban el coro de Villanueva, a cantar durante la novena y el día de San Juan. La  tiple, doña Aurora Riazuelo, esposa  de don Julián Arribas, les enseñó a cantar la misa de Perosi  para el día de San Juan. Al recordar dicha misa, exclamó  doña Carmela : ¡era preciosa!,  con   cuatro voces,  pues la primera voz era la de doña Aurora, la segunda mía, (es decir la de Carmela), la tercera formada por tres  voces del coro, de las cuales no me acuerdo en estos momentos de sus nombres y apellidos, aunque todavía las tengo en el corazón. 
No pude acabar de relatar los recuerdos de Carmela, pero Carmela sigue recordando lo que allí pasó y espero que sus recuerdos, influyan en los corazones de los araoneses.

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