martes, 28 de abril de 2020

Aida Corina pintora, que recuerda la vida.


     
                            

En sus cuadros, concreta un encuentro  de  la tierra con el sol que todo lo ilumina, que la hacía estar sonriente siempre, a lo largo de su vida. Y en medio de sus pensamientos y múltiples ideas, representa en un cuadro, la figura de un hombre, amante de la belleza, como era mi padre, que cuando lo miro en el cuadro, que ella pintó, me recuerda la capacidad artística de Aida Corina, para concentrar en el retrato de mi padre, los recuerdos de su esposo. Si, porque en la Fábrica de Harinas de Siétamo, fue su amado esposo, el Jefe del Servicio Nacional del Trigo y yo que entonces iniciaba mi profesión de agricultor, escuchaba sus consejos. Me gustaba captarlos porque su trato era muy humano y parecía que sus pensamientos y su vida eran muy sensibles. El tendría sus pensamientos influidos por un vivir la belleza de ese Mundo, “bañados” por la visión artística del de su esposa, que amaba todos los paisajes del Mundo, todas las Plazas como la de Graus, de una belleza que guarda a través de los años. Aquellos paisajes que resucitaban la belleza de lo quea ella contemplaba cada día en el Mundo, pintado en una acuarela, como aquella que se contempló el año de 2.011 en el Centro Cultural de Ibercaja, que muestra una “pincelada de su vida”, y en ese cuadro lo preside con su misteriosa y poética presencia, la Luna, que vuela por los cielos, como sus pinturas, se exhiben en los pisos de sus admiradores. Yo soy uno de ellos, que en mi casa de Siétamo, colgué el retrato de mi padre, pintado por Aida Corina y en Huesca capital,  en el piso, donde se contemplan los jardines del Parque, mi esposa hizo contemplar la belleza de las flores, en un cuadro en el que presenta un ramo de flores, que alegran y me llevan a contemplar la belleza de la Naturaleza, que representa la misma que exhiben los jardines del Parque.


Y, después de años de crear pinturas que embellecen el ambiente de los pisos de los ciudadanos, con sus muchos años de vida y de contemplación de la belleza del a Naturaleza, yo cuando regresaba al piso, me encontraba en el Parque a la Pintora acompañada por un señor, que era un Médico, casado con una hija suya, sentados en un banco, debajo de una plataforma de techo artificial, con plantas florales que subían a la parte alta de ese refugio, levantado en el Jardín del Parque.
 Yo no le pregunté el por qué de sentarse como una admiradora de la belleza, para mirar  como  pasaba  el tiempo por el Parque, donde se sentía feliz  y si no era ya objeto de ser recordado por sus pinceles, descansando acompañada por la bondad de su yerno.  Es que estaba contemplando la belleza de aquellos jardines, que la habían hecho feliz, durante toda su vida y ahora con los  largos años que ya había vivido, observaba la realidad de muchos cuadros reales que ella pintó en años pasados.  Yo, que pasaba por el lugar en que ella descansaba, cuando paseaba por el Parque, saludaba a Aida Corina y a su acompañante y recuerdo haberle entregado, en alguna ocasión, escritos que me pasaban por la cabeza y quería compensarle, de los varios y bellísimos cuadros, que yo le agradecía me hubiera proporcionado. A ella le compensaban más las miradas al paisaje que había realizado ,unos para mí y otros para mis hijos, y sonriente me agradecía. El retrato de mi padre, lo tengo colgado en el salón de Casa Almudévar de Siétamo y la horrible Peste que ha invadido el Mundo, me ha prohibido acudir a buscar el cuadro de mi padre, pintado por Aida Corina.
Es un disgusto insuperable el que te hayas ido al otro Mundo, pero tu marido y tú os habéis unido en una continuidad de la belleza Cósmica.
A mí tu obra pictórica me consuela mirando el retrato de mi padre y tu recuerdo sentada bajo los rayos del Sol, en que contemplabas el parque lleno de obras divinas, que tú habías pintado, de las bellezas de los jardines del Mundo. 

lunes, 27 de abril de 2020

Funes en la Calle Pedro IV de Huesca.

Iglesia de la Malena o la Magdalena.
Miguel tenía ochenta y siete años y vivió al lado del Bar Funes.  Palacín, fue el dueño de tal Bar  Funes, que se encontraba casi por la mitad de la Calle de Pedro IV. A dicho Bar acudían clientes que iban a visitar a las hermosas mujeres, que ofrecían mediante el pago de ciertas cantidades de dinero, la belleza de sus cuerpos. Miguel que era amigo mío, con una notable diferencia de años, que me hacían respetarle y dedicarme a escuchar sus testimonios de la vida en ese lugar. 
La calle de Pedro IV fue, ya hace muchos años, una calle alegre. Se accedía a ella subiendo por la Plaza de Lizana y al acabar dicha Plaza, por su lado izquierdo, se comenzaba un largo recorrido, que acababa por debajo del antiguo Palacio, hoy Museo Provincial de la ciudad de Huesca y   hace  muchos  años  era Instituto de Bachillerato de la Provincia de Huesca, donde estudió mi tío José María, hermano de mi  padre. Hoy cuando se visita dicho Museo, se encuentra el sótano, dotado de arcos medievales, donde se cortaron las cabezas de los nobles de Aragón, por orden del Rey Ramiro el Monje, que parece que fue despreciado por varios nobles, cuando fue llamado para ser Rey de Aragón a un Convento francés. Por debajo de su recorrido se encontraba la Muralla de la Ciudad de Huesca y por arriba se alza la Catedral y diversas calles y  callejones,  que   van  descendiendo  su  nivel,  hasta  que  se  encuentran  con la citada Muralla, a través de la Calle de Pedro IV.  
Arrancaba la Calle de Pedro IV, como he dicho de la Plaza de Lizana, por la que era necesario pasar, para bajar desde la citada Calle de Pedro IV al Coso Alto. A el Bar que está asentado en dicha Plaza y hoy llega hasta el Coso Alto,  iban  diariamente  mi tío José María que se juntaba con un señor, que fue varios años matarife en el Matadero de Huesca, con el apodo, soportado con gran orgullo,  de El Jetudo. Era un hombre que se sentía orgulloso de su persona y cuando hablaba, lo hacía con una dignidad, que le hacía sentirse orgulloso de sí mismo. Con frecuencia se juntaba con mi futuro compañero Veterinario, él digno señor Veterinario, que murió más tarde de Titular del pueblo de Murillo de Gállego, con el que me unió siempre una gran amistad. Como con otros conocidos oscenses, personas llenas de dignidad, que cuando bajaban las mujeres, que residían en diversas “casas públicas” de la Calle de Pedro IV y que pasaban caminando, por la Plaza de LIzana a cruzar el Coso Alto, para llegar pasando por Barrio Nuevo, al Instituto de Higiene. Los hombres que estaban en el Bar de la Plaza de Lizana, salían al pórtico del Bar-Restaurante, atraídos por el sexo y la belleza de esas “mujeres públicas”, para contemplar su belleza y el atractivo aspecto de esas mujeres. Los compañeros del “Jetudo”, contemplaban su belleza atractiva, pero no decían nada, porque el viejo matarife, les gritaba, cuando pasaban delante de la puerta del Bar y sonreían con paciencia, como sintiéndose culpables de la situación “despectiva” del “Jetudo” por la falta de dignidad “que la vida proporcionaba a esas mujeres, dignas de  respeto,  a pesar  de dedicarse a una vida pública, obligadas por la miseria económica de la vida, que tenían que soportar”.
¡Qué humillación tenían que pasar aquellas buenas mujeres, en su “procesión” desde sus casas o ¨templos del placer” hasta el Instituto de Higiene, al lado del Parque, para recibir una “vacunación sanitaria” de sus  cuerpos!.
Pero esas mujeres, que vendían su amor a los hombres que subían a la calle de Pedro IV, además, celebraban en sus casas de amor, festivales alegres, cuyos  cantos  festivos  oímos en la calle, cuando veníamos unos Congregantes Marianos por ella desde el Convento de San Miguel, al lado del río Isuela. Aquellas mujeres públicas, tenían la costumbre de crear recreos de cantos de amor, para que cuando pasasen los “hombres machos” por la calle, se conmovieran por esos cantos y acompañados de música, atraerlos a sus “casas donde tanto se amaba”. Aquel día en que varios muchachos volvíamos de la Iglesia de San Miguel, presididos por un jesuita portugués, al pasar por delante de una “casa pública”, nos quedamos admirados por el agradable sonido, procedente de unas botellas, colocadas colgando de unos hierros y unas más o menos cargadas de agua, según la nota que tenían que emitir. Una meretriz dotada de dos palos golpeaba con ellos aquellas botellas, que sonaban divinamente, interpretando la música que se repartía por el ambiente, por toda la calle. El resto de mujeres que tenían un sentido artístico, cantaban del amor, que había de enamorar aquellos corazones.
 El Padre Jesuita buscaba en aquel paseo la pureza de espíritu de aquellos jóvenes, entre los que yo me encontraba, pero la “carne enemiga de las almas”, se ofrecía a esos jóvenes y el Padre Jesuita, siguió con su rostro sonriente y rodeado por los niños que iban con él de excursión y se puso a rezar un Ave-María, por la pureza de sus discípulos y por una nueva vida para las que hacían sonar el instrumento musical, arreglado por sonoras botellas de cristal, con cantidades diferentes de agua en su interior, para que sonasen las diversas notas de la escala musical.
Tengo recuerdos de la virtud y del pecado, desde el gran templo de San Miguel, ya al lado del mismo río  Isuela, que ya hace muchos años que pasaron los tiros de la Guerra de 1936. En ese templo se unían las “pecadoras con las monjas y con los niños”, pues aquellas, que “trabajaban el pecado en calle Pedro IV deseaban abandonar su vida  pecaminosa,  las monjas rezaban para que las vecinas que iban a refugiar sus cuerpos y sus almas a la bendición del Arcángel San Miguel, en adelante pensaran sólo en su espíritu y los niños seres inocentes, espero que siguieran siéndolo  toda su vida”. Entonces, igual que ahora, por la vida corrían el Bien y el Mal y aunque ahora han, al parecer, desaparecido, siguen ambas conductas, que no desaparecen. Pero las Monjas, en los claustros de San Miguel Arcángel, se apoyan en él y siguen procurando que las personas que seguían la  conducta  diabólica, sigan el ejemplo de San Miguel y rechacen la conducta dirigida por el diablo. El Convento de San Miguel, sufrió los destrozos de la Guerra Civil y se valieron de su amor al Señor, para sufrir esos destrozos materiales y aguantar la penitencia, que les hizo pasar hambre, frío y otros dolores aumentaron la penitencia, en favor de otras, que encontraron más pronto el bienestar. Pero de la misma forma que las “mujeres que vendían el placer con la música que hacían sonar en la Calle de Pedro IV”, Las Monjas no dejaron ni un día de  Guerra  ni  de  Paz,  de cantar los Salmos  Bíblicos, por medio de cuyos sonidos  solemnes,  pero con la  música  de  las  botellas, colocadas por las mujeres públicas,  sonreían al Señor y animaba a sus jóvenes seguidores a seguirle con alegría, escuchando los salmos que hacían sonar las Monjas del Convento de San Miguel.   
Pero no fue sólo aquella música humana, la que sonó en la Calle de Pedro IV, sino que en ella se veían unas ruinas de una iglesia, que los vecinos de su barrio, lucharon por dignificarla. Así lo hicieron y un día que pasé a su lado escuché la música religiosa, que me llenó el corazón de alegría. Entré dentro de las ruinas mejoradas de ese templo y escuché “música celestial” que producía en mis oídos un amor al Señor. Observando los numerosos oyentes de aquella música, vi multitud de amigos, entre los que se  encontraban  Don  Julio  Sopena  en compañía de su esposa, que cantaba las glorias del cielo y otros oscenses conocidos , que unas veces cantaban y otras escuchaban.
Saliendo del Convento de Monjas de San Miguel y cruzando  la  carretera  que rodea a la antigua ciudad de Huesa, asentada sobre una zona montañosa, a la izquierda se alzan casas más modernas y a la derecha se encuentra una escuela infantil, atendida por las monjas de Santa Ana. Un poco más arriba, están los restos de una iglesia, que ha sido en parte reparada y en la se celebraba un acto litúrgico, al que asistía Julio Sopena, cuya esposa,  hija del Señor Porta de Abiego, cantaba la Liturgia Católica. En aquellos restos de iglesia, olvidados hasta entonces por los cristianos de Huesca, reinaba un ambiente litúrgico, donde los fieles oscenses, recordaban el catolicismo, que parecía ya pasado y se escuchaban los cantos litúrgicos, que ya dejaron de escucharse hacía cientos de años. 
 Una calle une la prolongación del Coso Alto, frente a los salesianos, con la Calle de Pedro IV, a la que se sube por medio de unas escaleras. Allí había un Lavadero Público en que se han construido casas nuevas y detrás de ellas asomándose a los recreos Salesianos, están los estanques de piedra, en que acudían las lavanderas a lavar la ropa. Cuando por habernos expulsado del número 61, del Coso Alto, hoy de Santa Ana, nos fuimos a Siétamo, yo acudía a ese Lavadero con la ropa familiar que usábamos en Siétamo, para que la lavara una buena señora. Esto duró poco tiempo, pero yo no puedo olvidar esos recuerdos.  No puedo olvidarlos porque cuando voy por delante   del patio de recreo del Colegio de los Salesianos, me miro las escaleras por las que se sube a la Calle de Pedro IV  y  veo las reliquias del Lavadero, y tengo que recordar, como iba a dicho Lavadero, para empezar una vida distinta.
 Aquella Calle de Pedro IV, era vivida por discípulos de Cristo, a cuyos restos de iglesia todavía se veneran y por los seguidores de la “carne”, que acudían a desahogar sus cuerpos con aquellas buenas y pobres mujeres. Por esa calle se veían los hombres, paisanos, militares, solteros, casados y viudos, que entraban en el Bar y muchas veces acababan su visita en las casas de mujeres.
En esa calle se vivía pensando en las almas y en los cuerpos. Por un lado, en tiempos pasados, se escuchaban la Salve y el Ave María, en la que fue bella  iglesia  del  Barrio y se oían también cantar los cánticos que recordaban los placeres carnales, en aquellos instrumentos musicales, que con botellas, hacían sonar aquellas mujeres, que no podían comer, sino se entregaban a satisfacer el placer a aquellos hombres, que tenían necesidad de obtener el amor.
Me contaron que dos niños, llenos de curiosidad, y que vivían en aquel pasaje, donde la libinosidad,   gozaba  de la libertad, pero que no habían sido educados en el amor puro ni en el amor buscado.
Por la falta de formación, tenían curiosidad de enterarse por sí mismos de la vida de aquellas a las que sus madres, llamaban “malas mujeres” y de aquellos hombres libidinosos y se decidieron a entrar en una de esas casas, a las que algunos llamaban de prostitución. En un momento de descuido de la vigilancia de las dueñas de la casa, penetraron en ella y se ocultaron debajo de una de las camas de prostitución.
Tuvieron que pasar muchos ratos  malos,  escuchando  ¡los  ayes ¡  y los suspiros de la pareja que se acostó sobre ellos, y al cabo de cierto tiempo, cuando la pareja aparentemente feliz, se marchó, los dos muchachos escaparon de aquel rato tan deseado por la pareja, que se acostó encima y tan aborrecido por los dos muchachos, que recibieron una lección de moral, que les hizo aborrecer una experiencia tan sin sentido.                        

domingo, 26 de abril de 2020

El Doctor Don Antonio Lacleta


Ha recibido este conocido y querido doctor, la Medalla al Mérito Profesional de la Real Academia de Medicina de Zaragoza. Y los ciudadanos que hemos contemplado su vida, como él mismo ha contemplado la nuestra, en periodos de salud y de enfermedad, nos hemos encontrado con una satisfacción, en nuestros corazones. Porque hemos estado pendientes de nuestra salud, a través de su fonendoscopio, aparato explorador de nuestra respiración y a través de sus manos, de nuestra circulación sanguínea y, dentro de su actividad vital, en la Medicina, en la política y muchas otras actividades, él demostraba un interés enorme por nuestros cuerpos y por qué no decirlo, en nuestra sicología, en nuestras actividades, en nuestra vida. Porque a “Lacleta”, como lo llamaba la gente, lo encontrabas, lo mismo en algún acto religioso, ya dedicado al Santo Cristo de los Milagros o al Patrono de Huesca, San Lorenzo, como podías encontrarlo en actos políticos en el Ayuntamiento o en cualquier acto humano, que a veces no puedes olvidar. Por ejemplo, cuando murió mi padre en la ciudad de Huesca, en medio de la tensión dolorosa del momento, llamé a Don Antonio Lacleta, que a los pocos instantes, apareció con su porte tranquilo y sereno, y en pocos minutos, hizo que el cuerpo de mi padre, se encontrara en Siétamo. Y ahora, yo, te encuentro en el ambiente amplio, donde se respira a café, sentado en un corro de sillones, donde te reúnes cada día, con varios amigos, ya jubilados de las actividades de sus vidas, como tú,  de tus múltiples actividades médicas, políticas, urbanísticas, de preocupación por el pasar de los desgraciados, por las festivas en que en cierta ocasión, en que estabas bailando con María Antonia Vázquez, esposa de José Antonio Llanas Almudévar, tu enamorada esposa Luz, os separó. Tu esposa ha sido verdaderamente la luz de tu vida y entre ambos habéis traído a la vida, otros hombres que os imitan e vuestras cualidades. Y allí estabas, sentado en el sillón hotelero, con tus noventa años, encima de tu cerebro y en el interior de tu anatomía. Esos noventa años no le pesan, si no todo el amor que ha tenido a los que conoció en su paso por esta vida. Ese interés  humano no lo debe a sus noventa años,  que no le pesan, si no a su pasado, ya que siempre se ha interesado por los que sufren algún dolor en sus cuerpos, pues siendo Doctor en Medicina, se ha interesado por el destino del hombre, pero no sólo del físico,  sino de su psicología, ya que llegó a ser Alcalde de la ciudad de Huesca y quedó relacionado con todos los seres humanos de esta ciudad. Al pasar por el Hotel, sentí una larga ausencia de su personalidad, porque siempre que tuve una conversación con él, me llenaba de satisfacción su amabilidad, su rectitud y sobre todo el amor que ha tenido a lo largo de su vida con  todos los que se cruzaron con él, en el camino.A pesar de su avanzada edad, está en el sillón del Café, como un rey en su trono y domina la conversación entre todos sus compañeros, que cada día acuden a escucharle. A veces, calla y agacha la mirada, pasándose una mano por el rostro; parece ser una mano fuerte, una varita mágica, que se pasa por delante de sus ojos, iluminado su cerebro. Es un aragonés puro,  pues con su apellido no puede confundirse con un individuo de lejana raza, pues su apellido de La –Cleta, en las lenguas pirenáicas, quiere decir puerta y valla, que rodean un espacio, en el que se cuidan reses de ganado. Es un apellido simbólico porque en su vida ha cuidado siempre el ganado con espíritu,  de sus compañeros en la vida. He comentado su trabajo y sus festivales en su paso por la vida, pero nunca le he oído quejarse del accidente mortal de un hijo suyo, que lo está esperando, allá arriba, en la Gloria. 

De los Altos Pirineos, me bajé a la tierra llana – (De ros Altos Perineos m’én baixé en ta tierra plana).




El Romance de la Marichuana, a pesar de que la fabla aragonesa, casi desapareció del Sur de Aragón, tiene una historia tradicional en los Monegros y en el Sur de los mismos, en la provincia de Zaragoza. En los Monegros, lo hizo popular “el cantor de la gaita”, que fue hijo y nieto de gaiteros, Simeón Serrate (1.913- 2.011), que vivían en Castejón de Monegros. Fue hijo y nieto de gaiteros, mayoral y cantor de canciones despertadoras, romances y pasacalles. Al romance de Marichuana se le conoce con el nombre de “el romance  del Montañés”, porque Simeón era pastor y lo aprendió del “tío Puyuelo”,que era un pastor de su familia. Se daba en aquellos sencillos músicos un intercambio de cantabajos, músicas y cuentos entre los pastores, que desde la Montaña bajaban todos los inviernos con sus ganados a los pastos de los Monegros, Algunos acababan quedándose a vivir en la Tierra Baja. Hasta mis parientes de Bandaliés, tenían buenos pastos para el invierno, en las orillas del Ebro.
Esta tradición oral se conserva cantando en lengua aragonesa y se oyen combinaciones de voz y coro y gaita en Castejón de Monegros. También se escucha a veces como alguien canta el Romance de Marichuana.
Pero no sólo he oído cantar este romance de Marichuana en los Monegros, sino qué en todo Aragón, se han escuchado cantados por sus vecinos, romances de Marichuana. Yo escuché cantar en Siétamo a mi padre, que nació en 1.885 y estudió primeramente en el  Colegio del Coso Alto, número de 38, en que aparece mi padre acompañado por treinta y siete compañeros, guapos y elegantes, de los que al único que conozco es a Manuel Almudévar Casaus. Mi padre tenía una guitarra y acompañaba los cantos de Los Altos Perineos, cuando le gustaba, lanzarlos al aire.
El lugar en que aparece el grupo escolar fotográfico, parece ser  un enorme jardín, poco más o menos por  detrás de la casa de Pié, fundador del cine Olimpia, que sigue por Casa de Mingarro, lugares donde en tiempos pasados se asentaban los jardines del sabio Lastanosa. Aquel Palacio estaba lleno de Historia y de Arte de tiempos pasados y poseía además el  Castillo, que fue del gran ganadero Madurga.
MMi padre era sobrino de la Señora de Carderera y en su lujoso Palacio estaba alojado por su tía, qué con sus ropas lujosas, le daba para merendar a mi padre una tajada de pan con una porción de chocolate. Yo estuve muchos años después de la acogida a mi persona en Casa Carderera, a visitar a la tía que pasaba el verano en Huesca. Era una señora vestida con ropajes lujosos y de una longitud de sus faldas hasta el suelo, que recibía a mi tía Luisa acompañada por un niño que después de la Guerra Civil, entraba en Casa de Carderera, con su tía  a visitar a la Gran Dama, mi tía la Señora de Carderera. Yo no hablaba ni una palabra delante de  mí lujosa  tía Luisa, porque era la más espléndida  en el reparto de meriendas a sus sobrinos. En la Torre de Casaus vivió con su hermano José María y allí nos daba de merendar alrededor de la piscina.
 MI  padre iba a una escuela privada, que debía estar por esa parte del Coso Alto, donde ahora se eleva la casa de Pié, que por la entrada a los vehículos se accedía al Parque Municipal. Yo no puedo recordar ese Colegio del que sólo me queda una fotografía de los años de 1.900, en la que están fotografiados unos treinta y ocho muchachos, presididos por un elegante profesor. Esa foto representa al  profesor y a los alumnos de esa Escuela o Colegio de pago, pero al único que conozco es a mi padre Manuel Almudévar Casaus. Me gustaría conocer por su nombre a todos ellos, pero estoy tan sólo yo mismo, como mi padre en esa fotografía. Esta Escuela o Colegio estaba algo más abajo que el Palacio o Casa de los Carderera, donde  estaba  acogido mi padre.
 Aquel ambiente le resultaba un tanto frío y por esa circunstancia, el Curso siguiente lo hizo en Jaca, donde tenía sus parientes de la familia Ripa, uno casado con una Casaus, hermana de  su madre que era nacida en el pueblo de Botaya, al lado del Monasterio de San Juan de la Peña.
Pero mi padre jamás perdió la Fabla Aragonesa, que como he dicho se hablaba hasta Zaragoza y durante la Guerra Civil en Jaca, recordó su Fabla. Al volver a Huesca, cuando la Guerra Civil ya se estaba acabando, nos escribió a su esposa Victoria y a sus seis hijos e hijas un romance al Nacimiento de Jesús  en nuestra  hermosa lengua aragonesa. Ya existía una tradición de los Villancicos aragoneses, cuya letra encanta a los niños. Algunos piensan que este villancico procede de Holanda, pero viene de la estrella Olanda, a la que siguieron los Reyes Magos hasta el Portal de Belén. Es interesante el libro “¡Danzas de Jaca!, que cuenta la Historia de los dances de Jaca, escrito por Manuel Turón y Fernández.
Mi padre Manuel Almudévar Casaus era un enamorado de los escritos en aragonés, que nos leyó en la cena familiar de Navidad  la ilustre locutora Joséfina Lanuza, que cada año nos  pronuncia  este relato Navideño popular en la iglesia de San Miguel de Huesca.
Con estos recuerdos de la música que tanto escuchó en Jaca y en Sur de la Provincia, la noche Buena del año 1.941, nos pronunció el Cuento de Navidad que el mismo había escrito, en 1.941 y que ese año nos leyó en la Cena de Noche Buena, que fue un canto recordando el Romance de Marichuana, en Fabla Aragonesa.
Mi padre, entusiasta de la Lengua Aragonesa, aquella Noche Buena, antes de comenzar la cena y en presencia de su amada esposa, de sus seis hijos e hijas y de doña Agustina, madre de la nuestra, llamada Victoria nos pronunció su relato de la Natividad de Jesús. Comenzó diciendo: “Los pastores del abuelo, narraban bellas leyendas, y hoy Noche de Navidad, os referiré una de ellas. Era por derecho y costumbre, el sitio del Mayoral, un puesto junto a la lumbre, a la entrada del hogar. Y desde allí, con decires de cadencias ancestrales nos narraba efemérides y cuentos de Navidades.
Quiero emplear el lenguaje que el Mayoral empleaba, en recuerdo y homenaje a la tradición pasada. Dejemos pues que se oiga, en esta noche su voz, para narrar las leyendas que en otros tiempos narró……….Un angélico de Dios- Con os güellos como soles,-Les avisó a ros pastores,-Qu’abía puos alredoles:-Y ascape fueron llegando-Repatanes y mairales,-Craberizos, vaciveros,- Yeguas,erizos y duleros,-Boyateros y zagales- Mocetas d´ixas que cudian-Os pavetes y os verracos-Y mientras filan estambre,-Apagientan os rezagos._Todos veneban contentos-Y todos trayeban algo,-Pa ofrecelené a Jesús- Y a o mesmo tiempo adoralo.- Trayeban figos de Fraga,-Orejones d’Estadilla- Y pansas d´ixas qu´escaldan-En Lascellas y Velillas,_Vino de Castilsabás- Y corderetes d’Albero-Billotas de Banastás-Y conejos de Pebredo-Tortas d’aceite d`Ayerbe- Turrón guirlache de Jaca,-Castañas de mazapán-D’a zucrería Lasala.- Tostadas de Berbegal- y pan moreno d’Angüés.Pedos d’as monjas de Casbas,-Juguetes de Bandaliés,´- Entre gente tan humilde-Tan humilde como güena,-Quiso o Redentor do Mundo-Presonase aquí , en a tierra-Era pa danos ejemplo- Que toda ra vida dio-D´humildad y de pacencia,-De mansedumbre y amor…………Y aquí remata o relato- Venida del HOMBRE-DIOS.”

miércoles, 22 de abril de 2020

El regreso de Silano y el de tantos “Senders”.


Cuando Edelmiro regresó a su pueblo, donde ya no le quedaban parientes, lo hizo sólo por una atracción nostálgica, pero sin ninguna intención de pasarles por las narices a sus paisanos, los triunfos económicos que había logrado. Como no tenía casa a la que acudir, se dirigió al bar del Casino, donde con ánimo de entablar conversación con sus viejos conocidos, los invitó a tomar unas copas. Más le hubiera valido no volver a su pueblo, pues alguien empezó a ironizar sobre sus antepasados; luego siguieron los insultos y no recuerdo si a última hora lo “mallaron” a palos, y digo no recuerdo, porque ya hace bastante tiempo que leí el relato de Sender, que trata sobre estos vituperios y que tituló “El regreso de Edelmiro”. Allí en el Casino pasaron una noche, negra de por sí, pero que estuvo a punto de convertirse en una muerte todavía más negra de Edelmiro. Llegó éste con los sentimientos más humanos que puede sentir el hombre ante el recuerdo de su niñez, con sus padres, sus amigos y el agua de la fuente (a la que tantas veces fue a buscar agua con su botijo), que le hacían sentirse hermano de los vecinos.  Al enterarse de la llegada de Edelmiro, se reunieron en el bar unos veinte vecinos,  a los que recordaba  y sentía como hermanos. Pero poco a poco se fue desmoronando el recuerdo de los  mutuos  días de infancia, porque algunos, sentían tal vez envidia de encontrar a aquel modesto  niño, convertido en un hombre próspero, con un pasado miserable, un comportamiento  reprobable con los míseros individuos, con los  que trataba en América. Alguno, influido por su borrachera que estaba satisfaciendo Edelmiro, le recordaba su pasado bastardo. Aquella borrachera, acabó con la agresión física al que antes sentían amigo y luego  enemigo. Este   ”enemigo” todavía hacía enormes esfuerzos para hacer justa la salvaje actitud de los aldeanos.  Pensaba Edelmiro:  “estos paisanos son buena gente, pero ignorantes y sin educación; esa falta de educación los hace torpes y lerdos” y “la pobreza les da mala leche”. Aquella sublevación de los hombres contra un comportamiento de convivencia con el pobre compañero que había prosperado, medio en serio, medio en broma, lo lanzaron al río desde el puente y estuvieron a punto de matarlo.
El mismo Sender, al recordar ese espectáculo, como los millones de ellos que se produjeron en la Guerra Civil, “califica de una deformación monstruosa de lo que escribí”. Se daba cuenta de que aquel espectáculo resultaba “ofensivo para mí,  para el público y especialmente para los campesinos de las aldeas aragonesas”.
El escritor describe todo lo que ve en este mundo y al mismo tiempo parece sentirse culpable de lo que estaba ocurriendo en este mundo injusto y se acuerda de los campesinos que tanto había amado en su niñez, en aquella España, que lo convertiría en un casi “eterno emigrante”.   
 Hay que excusar a Ramón J. Sender de que escribiera la Pasión de Edelmiro, porque ya dijo que aquellos antiguos compañeros eran analfabetos, sin educación y el alcohol les iluminaba sus oscuros cerebros. El mismo Sender se sintió en algún momento anarquista y luego comunista. El  no era analfabeto pero vivía los problemas de la humanidad y quería darles solución. Pero se equivocó, porque al acabar la Guerra Civil, en lugar de marcharse a Rusia, Paraíso de los Comunistas, se fue a México y a los pocos años, se subió a los Estados Unidos. Fue casi toda su vida un desterrado, aunque en este caso en un país capitalista. Se le marchó a su padre, que le daba trabajo en el periódico La Tierra, del que mi padre era socio. Todavía me queda alguna goma de borrar, que muchos años después de la Guerra Civil, un día trajo mi padre a casa, después de liquidar la empresa propietaria de La Tierra y que hacía muchos años que no funcionaba. Esas gomas no las he empleado nunca, pero me las miro como un recuerdo del “desterrado permanente”. Debí borrar la estancia de Sender en Huesca, luego en Zaragoza, más tarde en Madrid y después de borrar no con las gomas de la Imprenta La Tierra, sino con mi memoria. Fue llamado a la guerra de  Africa y tuvo que aguantar el sol de Aragón y después el marroquí, para después borrar su estancia en Marruecos.  Murió su esposa y llevó a sus hijos a Francia, donde se quedaron con algún espíritu caritativo, supongo que él mismo tendría que borrar el cariño de los hijos de su cuerpo y de su alma, porque yo no los borré con aquellas pobres gomas, con las que compensaron a mi padre por la pérdida de la  Imprenta La Tierra de Huesca. Yo creo que  ese abandono, pero yo lo ignoro, se debió de criticar más que del que escribió del comportamiento de los aldeanos, viejos paisanos de Sender en el Regreso de Edelmiro. Dicen que se casó otra vez  y al parecer abandonó a su familia, como abandonaba todo el mundo. Me parece que ya no me deben quedar gomas de la Imprenta de La Tierra. Aunque los Estados Unidos le debieron impresionar bastante, pues allí estuvo muchos años. Por lo visto se acordaba de unas ardillas que vio en Tauste y se encontró con otras en un parque americano. A pesar de su acercamiento al anarquismo y de su dramática experiencia con el comunismo, sintió el dolor de descubrir en él, una miseria  burocrática que le  axfisiaba y que le hizo detener su huida,  emigrando a Rusia. Por lo visto algo así les pasó a los líderes comunistas, después de la Guerra Mundial, en que aquellos poderosos líderes, hartos de dinero y de buena vida, deshicieron su doctrina en Rusia. Por lo visto en este mundo todo consiste en emigrar de   unas tierras a otras, de unas ideas a otras  y en muchos casos volver a los orígenes de uno, donde ya o no se acuerdan de ese uno o lo desprecian.
Yo también tuve que emigrar, cuando llegó la Guerra Civil, huyendo, acompañado por mis padres, mi abuela materna Agustina Lafarga, viuda de Zamora, de su hermana Rosa, de mi padre y de mi madre, además de mis otros cuatro hermanos y dos hermanas a Huesca capital de la provincia. De allí escapamos a Jaca y después de aguantar los bombardeos, subimos a Ansó, esperando subir a la frontera para pasar a Francia. Aquí también podía haber aprovechado para utilizar las gomas de borrar de la Imprenta La Tierra, pero no lo hice.
Cuando volvimos, al acabar la Guerra Civil, pasamos unos días entre las ruinas de la Iglesia, de las viviendas y de los pajares. Yo me entretenía con Rafael Bruis y con Antoñito del Herrero, en coger balines de ametralladora y de fusil y de registrar las casas tumbadas en el suelo, a ver si encontrábamos algún objeto que sirviera de recuerdo, pero sólo encontramos en una pared una vieja pistola, por lo visto de época anterior a las de dicha Guerra. Algunos habían muerto, pues en la Iglesia hay una lista en un mármol de treinta y siete vecinos de Siétamo,  fusilados por los rojos. Claro es que faltan otros tantos que fueron igualmente fusilados por los nacionales y no recordaron sus nombres en el mármol.  Pero fueron muchos más los muertos en aquella salvaje guerra, cuyos cuerpos yacían por el monte, sirviendo de alimento a los negros cuervos, como relata el difunto Don Jesús Vallés Almudévar, al que fusilaron a su madre y a su hermano en Fañanás. Al ser tomado por los republicanos y por los “rojos”, vino a Siétamo a ver las ruinas producidas por la aviación y por los cañonazos, que se oían desde Fañanás.
Muchos se alojaron en casas medio derribadas, otros ya no volvieron y muchos se marcharon. Yo me acuerdo de Silano, de Trullenque y de Gerásimo,  hijo del herrero que iba con grandes gafas y con un corazón todavía mayor. Silano se casó con una joven de Aniés y se fue a vivir a una Torre agrícola de L.érida. Volvieron alguna vez por Siétamo y Trullenque la noche de los santos Fabián y Sebastián, lo vi bailando emocionado y  pisando las  brasas de la hoguera que encendían en honor de tales santos. Me enteré de que se había muerto en un accidente de tractor
El amigo  Silano  del que yo escribo era uno de tantos, que amantes de su tierra, tuvieron que ir por el mundo a buscarse el sustento. Parece ser que encontró trabajo en el Servicio Nacional del Trigo, que se lo buscó Arnal de Castejón de Arbaniés.
Sender fue un desterrado permanente y conoció mejor que yo a los desterrados y a los que permanecieron en sus pueblos. Pero  a pesar de esa diferencia entre la experiencia de Sender y la mía, he entrado en un bar a uno de Siétamo que había emigrado del pueblo  y había venido para recordar sus orígenes, pagó los almuerzos de todos los comensales de la zona.
 Uno de ellos ironizó sobre el generoso comportamiento del que estaba lleno de felicidad, por estar visitando el pueblo en el que tanto había trabajado. Y se puso a presumir de  que ya iban a ser varias las ocasiones en que no había tenido que pagar sus almuerzos. Todos se reían, pero si el que había pagado, no se hubiera marchado, tal vez se hubiese creado un clima desagradable. En esa ocasión se hubiera convertido en una incomprensión hacia aquellos que regresan, como se creó cuando fue Edelmiro el que regresó a su pueblo.
Sender ya recomendaba que nadie debe regresar al lugar del que  salió y menos, si de donde vuelve es de un exilio. Sender tuvo uno de los exilios más prolongados en la historia moderna. Estuvo muy joven en Marruecos, donde recibía los rayos del sol igual que los de su tierra aragonesa. Pero más tarde sus simpatías anarquistas y su aproximación al comunismo, lo convirtieron no en un desterrado por el sol,  sino por la UTOPIA, que lo hacía acercarse con más vulgaridad a los mundos irreales, más que al sol aragonés y moruno, que  todavía sigue lanzando sus rayos solares. Después de este exilio comunista, llegó el exilio americano, que Sender después de ser amigo del anarquismo y  de creencias comunistas, vivió un exilio de unos cuarenta años en un País Capitalista, al que tanto había criticado.
Le acusaron de ser un pobre filísofo, pero pocos tienen la huella tan clara del interés por lo esencial, como el viaje en el cometa de aquel muchacho de Monte Odina y es curioso ver como le preocupa lo existencial, su sensibilidad y su inquietud por los pensamientos religiosos. Dice en un artículo sobre Sender que su obra es un  enredo y está intentando resolverlo con un hilo que le sacará la verdad.
Si la vida es un lío, porque desde siempre ha emigrado el hombre y hoy en día ¡cuántos  jóvenes con carrera están marchándose de España!. ¡Ustedes que opinan ,que vuelvan o que no lo hagan!. Total volver para ser recibido como Edelmiro en su pueblo y como Silano, Trulenque y Gerásimo, no se sabe si merece la pena.

martes, 21 de abril de 2020

El Real Monasterio de San Victorián y la Parroquia de Ola.-


         
Ola (Huesca).
                       
Este Monasterio está situado en el Sobrarbe en la provincia de Huesca. Los historiadores le atribuyen una antigüedad en su origen, la más antigua de España, cuando dicen que su historia tiene su principio en el siglo VI. Está situado en una ladera de la Peña Montañesa, al lado de Los Molinos, a escasos kilómetros de el bello lugar de Ainsa. San Victorián nació por los años de 480, en Italia, vivió el fenómeno del Monaquismo, pues por entonces aparecieron los eremitas, entre los siglos III y IV, que realizaban una vida ascética y posteriormente se agruparon en comunidad. En el siglo IV San Martín de Tours, influyó para que pasaran por los Alpes y los  Pirineos, en los cuales fundó el Monasterio de San Martín de Asán. En el siglo VI San Victorino o San Veturián, accedieron a la Espelunca por la subida o acceso a la Peña Montañesa.
Esta era una época en que no llegaron a luchar  el Emperador francés Carlomagno, en apoderarse de la ciudad mora de Zaragoza porque éste nació en el año de 742. Y los pueblos cristianos del Norte de la Provincia iban ocupando la parte montañosa de los Pirineos, siguiendo a San Martín de la Val de Onsera, nacido en Burdeos. San Martín de la Val de Onsera, parece ser un Monasterio anterior al siglo VIII, ya que ese año, San Urbez se incorporó al Monasterio, pues en Aragón en el siglo VI,” tuvo lugar la evolución del ascetismo o  eremitismo  antes del MONACATO. El Monasterio lo fundaron entre los años 507 y 511. Entonces Carlomagno no había todavía nacido, pues lo hizo en el año de 742 y murió a los 72 años de edad.
Hay quien plantea la duda de si coincidieron en el mismo lugar, San Martín de la Valdonsera y San Martín de Asán y parece que ambos son el mismo, porque ambos Monasterios, estaban cerca de Montearagón y ambos cercanos por la altura, sobre el río Flumen, que se queda por debajo del Somontano y   corre por la Hoya de Huesca. El monasterio de San Martín de la Valdonsera, tiene una fuente por dentro de la Iglesia, que desemboca por un barranco, en el río Flumen, que pasa con una gran profundidad, en la Plana de Huesca, cuando el pequeño Monasterio de San Martín de la Valdonsera, está elevado en las Peñas de Guara.
Estuve con mi esposa y con mi hijo Luis, hace unos dos meses, en el pueblo de Chibluco, que está sobre la orilla de un profundo espacio que desciende de la Sierra y por él baja el agua que mana en San Martín de la Valdonsera, al río Flumen, que pasa ya por la Plana de Huesca. Desde la orilla de ese profundo Barranco, se contempla al otro lado del mismo, el pueblo de San Martín de la Val de Onsera, en plena Sierra de Guara y cercano a Salto Roldán, entre cuyas Peñas baja el agua del río Flumen.  Dice la leyenda o la historia que un general de Carlomagno, intentó saltar con su caballo de la Peña Sem a la  Peña Men y cayó al río  Flumen y fue encontrado su cadáver en el río Alcanadre de Sigena.
Existe todavía la memoria de varios santuarios del tiempo de los visigodos, pero quedan los oscenses recordando aquellas dos joyas, veneradas en nuestra provincia en tiempos visigóticos, que son, una el monasterio de San Victorián, situado en el Sobrarbe al Norte de la Provincia de Huesca. Se le atribuye la mayor antigüedad de España, es decir en el siglo VI. Está situado en la ladera de la peña Montañesa, al lado de Los Molinos, a escasos kilómetros del bello pueblo de Aisa.
El otro lugar que deja una memoria impresionante de la época de los visigodos es el Monasterio de San Martín de la Val de Ónsera. Es una humilde ermita,”que se encuentra en un “lugar profundo y horroroso”, como escribió sobre él, el padre Huesca.En ese lugar se ocultaron de los moros, pero ya antes de llegar a España los árabes, fue sencillamente un eremitorio, fundado en el siglo VIII. A este sencillo monasterio, acudió San Urbez, en su peregrinación por el Pirineo, cuando pasó a España desde Burdeos. Desde, se supone que el año 750, se acogió a las entrañas de la Sierra de Guara. Por la corriente del río Guatizalema,  se conserva la tradición que bajaba desde San Martín de la Val d´Ónsera y al llegar al lugar donde hoy se encuentra la Gasolinera, que antes era el pueblo desaparecido de Olivito, subía al Saso e iba a Ola. El Monasterio se deduce que se incorporó a el Monasterio en el siglo VI ,en que “tuvo lugar la evolución del ascetismo o eremitismo antes que el monacato”, que parece ser que lo fundaran entre los años 507 y 511. Antes de la llegada de Carlomagno a los Pirineos españoles, aquellos monasterios no eran tales, sino refugios de los eremitas o anacoretas. San Urbez pasó al Monasterio de San Martín de la Valdonsera, cuando ya era viejo, pues murió a los cien años y volvió a morir en el Monasterio de Nocito. En San Martín de  la Valdonsera, estuvo viviendo cuarenta años y bajaba con mucha frecuencia, que le ordenaba el pastoreo del ganado lanar, a la llanura del Somontano, es decir a Ola. Carlomagno nació el año de 742 y todavía no pudo influir en la situación de San Urbez en OLA, porque los moros, desde el año de 714 hasta la fecha en que nació Carlomagno, conquistaron el pueblo de Ola. Es decir que San Urbez al principio de su estancia en OLA , no vivió con los moros, sino que estos convivieron con él, los últimos años que pastoreó por Ola. Los moros entraron en España el año de 712, y San Urbez todavía cuidaba el ganado en  Ola y ya los moros estaban en tal pueblo. San Urbez bajaba del Monasterio de San Martín de la Valdonsera, por el  pueblo de San Julián de Banzo, donde estuvo de párroco un tío mío y mi madre y su hermana Eugenia, pasaban el verano, acompañando a su tío el Cura. Desde allí bajaba por el pueblo de Barluenga, donde vivieron mis antepasados muchos años y todavía queda la casa Almudévar con nuestro escudo. De allí bajaban a Loporzano y llegaban al pueblo de Quinto, hoy al lado de la carretera general 240. Estan sus tierras entre Loporzano y Siétamo a pesar de encontrarse a escasos kilómetros de OLA, no dejó a ser cristiano, hasta que se fue despoblando y sus ancianos habitantes fueron trasladados a vivir en el Monasterio de San Martín de la Val d´Onsera. En este lugar donde antes se encontraba el pueblo de Quinto, se ve por delante el pueblo de OLA, por detrás se observa el Castillo de Montearagón y a la derecha se encuentra una alta meseta del Saso, en el que San Urbez tenía la misióguerran de apacentar a su rebaño. Hoy están en obras en la carretera N-240 y se ve como están los Técnicos buscando la forma de dejar algún recuerdo histórico del pueblo de QUINTO. Este nombre se lo pusieron los romanos para indicar la longitud a que se encontraba dicho poblado en la  Vía Romana desde Huesca al pueblo de Alquézar. El número “Quinto” indica que está a dos unidades de distancia del “Septimus” o Siétamo.
 Se guarda en OLA ,en casa de OTAL una losa pétrea, en la que tapado con una piel de oveja, dormía el Santo. En Ola, en su iglesia parroquial se expone una imagen de San Urbez, pues la antigua la destrozaron en la Guerra Civil y OTAL DE OLA, al volver la Paz, puso otra. Estos recuerdos nos están recordando la devoción a San Urbez, que yo creo que sus riegos en los Montes de OLA y de SIÉTAMO, liberó de hambre a sus ovejas, como ahora con vacunas eficaces, librarán a los hombres de la maldita enfermedad que se está dando por todo el Mundo.

sábado, 18 de abril de 2020

La terraza de casa Zamora, en Coscullano.


         
Coscullano (Huesca).

Lorenzo Zamora Blasco no necesitaba terraza para estudiar las vistas del Norte, del Sur, del Este y del Oeste, de Coscullano. No las necesitaba porque a la madrugada, unos días subía a la Sierra de Coscullano, que es la de Guara y veía los pinos que se elevaban hacia arriba, y unas veces hablaba con el pastor de las ovejas y otras veía el caudal del río Formiga, con cuyas aguas iba a llenar el terreno cercado  por el monte y la presa del Pantano de Calcón. A veces, caminaba o subía montado en una mula o en un tractor, para llegar al huerto, que regaba con las aguas de la Fuente de Siscal. Cuando circulaba hacia el Occidente, unas veces llevaba a los Molinos de Sipán olivas, para suministrar de aceite, a su esposa Aurita y a sus hijas Paz y Carmen. Un círculo de laderas, que hacían de murallas , le quitaban la vista del Sur, aunque no totalmente, porque cerca de la parte más sureña, se ve el pueblo de Arbaniés, debajo el de Castejón y todavía más abajo, cuando llega la noche, se dejan ver las luminosas farolas de Siétamo. Mientras tuvo Lorenzo fuerzas suficientes para cultivar el huerto, lo cultivó con cariño y con el agua de la Fuente, que acumulaba en una balsa. Se le acabó la fuerza y tuvo que recurrir a la terraza, que edificó hace años y que la aprovechó para observar el Norte, con el Pico de Guara, llenos de ovejas y de vacas de Fernando, al tiempo que juzgaba si vendría alguna tormenta, desde Nocito, a través de la Sierra. Otras veces se miraba hacia el Sur, para observar el pueblo, en que su hija se había casado con mi hijo Ignacio. Pero si miraba al Occidente, se acordaba de los entierros a los que siempre acudía y le hacían pensar, pues en el Camino de Arbaniés, me enseñó restos de tiempos pasados, de los que quedaban sólo algunos pequeños huesos humanos, que se habían guardado en la tierra de las márgenes.
Cuando miraba el huerto y el Pantano de Calcón, no los veía, porque la cadena de carrascales, le impedían ver las suertes que él, con sus vecinos de Coscullano, habían puesto en cultivo. Tampoco veía el huerto, con el que dio de comer tantos años a sus hijas. Pero hoy, su esposa Aurita y sus hijas, han puesto en riego de aspersión un pequeño  huerto, que les sigue suministrando judías y tomates.  Pero al mismo tiempo les hace recordar con un gran amor, a Lorenzo Zamora Blasco, esposo de Aurita,  padre de Paz y de Carmen y abuelo de Belén, con su eterna sonrisa.

viernes, 17 de abril de 2020

Hay vida más allá de la muerte.-




Ha llegado una intoxicación contra la vida de los humanos de todos, los hombres y mujeres, que estamos asustados con la facilidad que esa peste se va llevando de este Mundo a miles y miles de seres humanos, en todo su Globo. Les parecía a los humanos que por medio de la Política y de la Economía iba a reinar la paz en el Mundo y ¿cómo se han encontrado con un fracaso igual que la conducta que a Adán y a Eva, predecesores de la Humanidad, que los expulsó el Señor del Paraíso!. Creían  nuestros  primeros padres que eran los primeros Seres Humanos del Mundo y al desobedecer al Creador, fueron arrojados del Paraíso y lanzados a ese Mundo a desempeñar   la eterna lucha de la Humanidad. Pero no fueron solamente nuestros primeros padres, los que estropearon la forma pacífica de la convivencia humana, sino que se ven luchas malvadas en el comportamiento de Acab y Jezabel, enfrentadas con Elías, que no se limitaban sólo al culto de Baal, sino que también soñaban con el despojo de sus súbditos, 
 San Eliseo seguidor de San Elías, su Maestro, no  quiso  separarse  nunca  de él.  Elías fue trasladado al Cielo  y  subió por sí mismo en un aparato o máquina, que hace pensar en la conservación de su vida, hasta la venida a Palestina del Redentor.  Sus fiestas son el 16 de Junio.
Parece que el Señor eligió a San Eliseo que es un antecesor profético de San Juan Bautista, que fue enviados por Dios, para que prepararan el camino para Jesús. Y el Señor el año 852 a. C., transpasó  el oficio de Profeta a Eliseo, consistente en “un carro de fuego, con caballos de fuego…y Elíseo subió a los cielos en un torbellino” ( 2 Reyes, 2:11). Eliseo toma el manto de Elías y de este modo es reconocido por Dios como un profeta. Eliseo NO MURIÓ, sino que subido como acabo de decir “en un carro de fuego, subió a los cielos como un torbellino”. Grabó la ascensión del Profeta Elías, en un grabado de Carl Poellath, en 1.888.
Pero la influencia de este profeta, ha influido en el mundo a través de los siglos, porque la influencia de la Orden del monte Carmelo o de los Carmelitas, surgió en  siglo XII, cuando un grupo de ermitaños ,inspirados por el profeta Elías, se quedaron a vivir en el Monte Carmelo, que  fue considerado como el Jardín de Tierra Santa. El título de Elías es el de un precursor de San Juan Bautista, que fue enviado al mundo y bautizó a Cristo en las orillas del Jordán, preparando el camino a Jesús. Parece que el profeta Elías fue enviado para unir a la Iglesia de Cristo con la Divinidad Eterna del Señor.  Cuando oímos cantar los Salmos, nos damos cuenta de que la Doctrina de Cristo es continuación de las profecías de Cristo.
San Elias y San Elíseo.

 Elías no murió según proclama la Escritura, pues desde el año cuatrocientos y pico antes de Cristo hasta la venida al mundo de Cristo, donde lo esperaba San Juan Bautista. Pero desde Adán y Eva hasta el momento presente, mueren todos los cuerpos humanos, que han nacido a través de los siglos. Esos seres humanos están dotados de un cerebro material, que ha creado un progreso de la vida humana, con objetos para vivir en ellos que son las casas y palacios, el cultivo de la tierra, la industrialización de los alimentos, etc, que a muchos hombres les ha dado la idea de crear Dios al hombre, para que le sirva  a  todo el Mundo.
 Los seres humanos están formados por el cuerpo y el alma, es decir por la materia y el espíritu. El cuerpo es mortal y el espíritu es inmortal, por eso están pasando los hombres por la vida, en la que trabajan y mueren y por el espíritu, que al morir el hombre, desaparece su presencia viva en el Mundo,  dejando su cuerpo en forma de restos óseos, y su espíritu sube al cielo y no lo podemos ver con nuestros  ojos, que ya no ven. Quedan a la Humanidad los cementerios y otros mortales, tristes y los que  siguen  viviendo  se preguntan: ¿dónde están mis antepasados y mis hijos?, porque no los ven.
Dios creó un Mundo y al mismo tiempo a la vida material y dando la mayor inteligencia al cerebro de Adán y a Eva, los padres de la humanidad, pero cuando faltaron a la bondad de su comportamiento, los echó del Paraíso y del mismo lugar de felicidad, los expulsó. Se reprodujeron y el Mundo se convirtió en un lugar de luchas entre los hombres, que los conducía a la muerte, además del tiempo, que hizo mortal a toda la Humanidad.
Pero, la preparación de la venida de Cristo, parece que cambió el tiempo de vida del Profeta Elías, que fue subido al Cielo con un “esplendoroso carro de caballos”, que subió a alturas eternas, para bajar a transmitir a San Juan Bautista la venida de Cristo. Y esa separación del “tiempo mortal de los hombres” de los escasos años de la vida de los hombres, le hizo vivir desde el año 852 a. C., hasta la llegada del Redentor del Mundo.
¿El tiempo es igual para medirlo para los hombres o para el imperio dominante de Dios sobre él ?. No lo sé, pero los judíos esperaban que Elías estuviera vivo, porque en sus comidas de Pascua, le hacían un espacio para él, en la celebración de dicha Pascua.
Elías cuando caminaba por aquellas tierras santas de Palestina,”se encontró a Eliseo,que estaba arando. Delante de él había doce yuntas de bueyes y él iba con la última. Elías paró cerca de él y le echó encima de él, su manto. Eliseo dio muchas vueltas, separó las yuntas de bueyes y los inmoló. Luego con los arneses de los bueyes, asó la carne y se la dio a su gente para que comieran. Después se fue detrás de Elías y se puso a su servicio. ( 19.1921).
Cuando llegó Jesús a las orillas del río Jordán, San Juan Bautista lo bautizó y este santo, fue feliz bautizando a Jesús.  No conozco si cuando fue bautizado Jesús en el Jordán apareció junto a ellos ya fueran o Elías o Eliseo. Los judíos esperaban que Elías que se escapó del mundo en una carroza de caballos san Juan al espacio, aparecería en alguna estrofa de los Evangelios, pero Jesús, fue bautizado por San Juan Evangelista.  
Todo el Mundo esperaba que Elías apareciera multitud de años después  en el bautizo de Cristo, pero esa escena no aparece en las Escrituras.
La presencia del cuerpo en los humanos, hace que estos desaparezcan al morir el hombre y es que este hombre es un ser compuesto por cuerpo y por espíritu sus espíritus suben al cielo y los cuerpos dejan extendidos por el mundo sus esqueletos. Y aquí los hombres que quedan con vida, se sienten solitarios y se ven solos en el Mundo. Basta contemplar la soledad de los humanos al verse abandonados por sus padres, sus hijos, esposos y amigos, ahora por la muerte.
Es de admirar el valor que emplean los doctores y sanitarios, hombres y mujeres en combatir la muerte de sus hermanos, los demás hombres y arriesgar sus vidas por su salud, a pesar de que también ellos podrían morir y luchan por la vida de los enfermos, sin olvidar que también ellos, pueden ser despedidos de esta vida, que me hace recordar, su valentía.
El hombre está creado para morir, no sólo en el Mundo Católico, sino en general en todo el mundo. Y en el libro tibetano de la muerte, se lee con más asiduidad dicho libro de la Muerte. Y este Libro es un relato sobre los muertos. En el Libro Tibetano de la muerte, se lee:” Difunto, tu te despiertas como un sueño. Sabes que has abandonado el cuerpo que habías animado. Míralo, yace inerte. No sientas pena. No sientas atadura hacia él. No te entretengas junto a los que han sido los parientes, tus amigos. No te obstines en hablarle. Tu voz es insonora; ellos no te oirán ………”
Pidamos a San Eliseo, que se escapó de la muerte para que el mundo esperara la llegada de Cristo y redimir a la Humanidad, que no sabemos cómo nuestros difuntos, podrán alcanzar el Cielo.
No olvidemos el título de este artículo, que dice: “ Hay vida después de la Muerte”.

martes, 14 de abril de 2020

Los dioses del Somontano de Huesca.-



Sr. Abio alfarero ceramista de Bandalies.
          
El orgullo es uno de los defectos que ensucian a los seres de la Creación. Los ángeles, criaturas del Señor, eran y continúan siendo de una belleza que a algunos los llevó a sentirse como dioses. El Señor trató de convencerlos de que eran simples criaturas, pero se negaron a reconocerlo y pasaron a ser demonios, tratando de oponerse al Eterno Padre, al que en el Padre Nuestro le decimos:”Venga a nosotros tu Reino”, y tratando de hacer malos a los hombres. Mala misión tienen los demonios y no es posible que de sus malas acciones, saquen alguna grandeza para ellos, que los haga felices.
Algo parecido pasa con los hombres, pues algunos de ellos al lograr mucho dinero y sentirse ricos, tratan de ser dioses, como trataron de serlo los ángeles, convertidos en demonios. Otras veces, algunos apartan, como los ángeles buenos, el pensamiento de serlo y se acuerdan del Padre Nuestro, cuando dice “El pan nuestro de cada día, dánosle hoy” y piensan en  que ese pan se extienda a todos los hombres y mujeres, porque las personas verdaderamente libres son las que no se dejan dominar por las cosas que tienen. Sin embargo la envidia se apodera de muchos de los que no tienen dinero o no lo  buscan con su trabajo y dicen de los que crean los medios de riqueza, que son  como dioses.
Esto ha pasado desde hace muchos siglos, porque hace cerca de doscientos años, decían en el Somontano:”los dioses del Somontano son tres: Vallés de Castilsabás, Almudévar de Siétamo y Bara de Bandaliés”. ¿Creyeron ser grandes o les atribuyeron esa idea?. No llegaron  tener un orgullo tan elevado, pero tenían una satisfacción de su poder, que les llevaba a hacer ver que podían llegar a favorecer a otros a los que se creían superiores.
Cuando publicó el DIARIO DEL ALTO ARAGON la vida ejemplar de un hombre humilde  y bueno, a saber del pastor y ganadero  Marino Lardiés, salió  en cierta ocasión Almudévar Cavero de Siétamo, que bajaba de la Sierra de Guara, arrastrando, con sus mulas, muchos maderos para ponerle tejado a la casa que estaba construyendo. Llegaron a una cabañera que estaba mojada y no podían pasar a pesar de sus esfuerzos, porque los maderos se clavaban en el terreno mojado. Me dijo Marino que en tal circunstancia el señor Bara, se ofreció a ayudarle a mi antepasado. No sé que pasó, si aceptó o se negó a recibir ese favor. Mi pariente por el apellido Cavero al leer ese artículo,  me dijo que fue Almudévar Cavero el protagonista y que Bara de Bandaliés había mandado regar el lugar por el que habrían de pasar las mulas arrastrando los maderos.
Pasando por la calle de Villahermosa, me encontré con la señora del arquitecto Bambó, dueña con su hermano el Doctor Bara de la casa del mismo nombre de Bandaliés. Ella, que según mi capacidad de observación, sigue siempre simpática, joven y rubia, me explicó la situación de su casa, que tiene la misma distribución que tenía en aquellos tiempos en que ocurrió la aventura de los maderos y las mulas. Ella  recuerda su casa con nostalgia y me dijo que si no hubieran entrado en ella a robar, podía ser un museo del Somontano. Pero me contó el refrán citado y que dice”los dioses del Somontano son tres: Vallés de Castilsabás, Almudévar de Siétamo y Bara de Bandaliés”. Se reía la dueña de casa de Bara y me hizo reír a mí, que representaba en esos momentos a mis parientes de Vallés de Castilsabás y a Almudévar de Siétamo. No creo que aquella rivalidad fuera efectiva,  sino pensada por la imaginación de algún vecino, porque siempre hemos tenido amistad entre los Bara y los Almudévar.
Ahora ya se ha   pasado el deísmo de tales casas, ya que lo mismo Castilsabás, como  Bandaliés, han decaído normemente y en Siétamo, otros dioses nos han quitado el agua del río Guatizalema a través del pantano de Vadiello y del Canal que desviaron hacia abajo. Ahora parece que la autovía hará crecer a Siétamo, mientras varios amos de casa Almudévar y los dueños de casa Vallés de Castilsabás, como los de casa Bara de Bandaliés, duermen en los cementerios.

viernes, 10 de abril de 2020

El regreso de Silano y el de tantos “Senders”.



Cuando Edelmiro regresó a su pueblo, donde ya no le quedaban parientes, lo hizo sólo por una atracción nostálgica, pero sin ninguna intención de pasarles por las narices a sus paisanos, los triunfos económicos que había logrado. Como no tenía casa a la que acudir, se dirigió al bar del Casino, donde con ánimo de entablar conversación con sus viejos conocidos, los invitó a tomar unas copas. Más le hubiera valido no volver a su pueblo, pues alguien empezó a ironizar sobre sus antepasados; luego siguieron los insultos y no recuerdo si a última hora lo “mallaron” a palos, y digo no recuerdo, porque ya hace bastante tiempo que leí el relato de Sender, que trata sobre estos vituperios y que tituló “El regreso de Edelmiro”. Allí en el Casino pasaron una noche, negra de por sí, pero que estuvo a punto de convertirse en una muerte todavía más negra de Edelmiro. Llegó éste con los sentimientos más humanos que puede sentir el hombre ante el recuerdo de su niñez, con sus padres, sus amigos y el agua de la fuente (a la que tantas veces fue a buscar agua con su botijo), que le hacían sentirse hermano de los vecinos.  Al enterarse de la llegada de Edelmiro, se reunieron en el bar unos veinte vecinos,  a los que recordaba  y sentía como hermanos. Pero poco a poco se fue desmoronando el recuerdo de los  mutuos  días de infancia, porque algunos, sentían tal vez envidia de encontrar a aquel modesto  niño, convertido en un hombre próspero, con un pasado miserable, un comportamiento  reprobable con los míseros individuos, con los  que trataba en América. Alguno, influido por su borrachera que estaba satisfaciendo Edelmiro, le recordaba su pasado bastardo. Aquella borrachera, acabó con la agresión física al que antes sentían amigo y luego  enemigo. Este   ”enemigo” todavía hacía enormes esfuerzos para hacer justa la salvaje actitud de los aldeanos.  Pensaba Edelmiro:  “estos paisanos son buena gente, pero ignorantes y sin educación; esa falta de educación los hace torpes y lerdos” y “la pobreza les da mala leche”. Aquella sublevación de los hombres contra un comportamiento de convivencia con el pobre compañero que había prosperado, medio en serio, medio en broma, lo lanzaron al río desde el puente y estuvieron a punto de matarlo.
El mismo Sender, al recordar ese espectáculo, como los millones de ellos que se produjeron en la Guerra Civil, “califica de una deformación monstruosa de lo que escribí”. Se daba cuenta de que aquel espectáculo resultaba “ofensivo para mí,  para el público y especialmente para los campesinos de las aldeas aragonesas”.
El escritor describe todo lo que ve en este mundo y al mismo tiempo parece sentirse culpable de lo que estaba ocurriendo en este mundo injusto y se acuerda de los campesinos que tanto había amado en su niñez, en aquella España, que lo convertiría en un casi “eterno emigrante”.   
 Hay que excusar a Ramón J. Sender de que escribiera la Pasión de Edelmiro, porque ya dijo que aquellos antiguos compañeros eran analfabetos, sin educación y el alcohol les iluminaba sus oscuros cerebros. El mismo Sender se sintió en algún momento anarquista y luego comunista. El  no era analfabeto pero vivía los problemas de la humanidad y quería darles solución. Pero se equivocó, porque al acabar la Guerra Civil, en lugar de marcharse a Rusia, Paraíso de los Comunistas, se fue a México y a los pocos años, se subió a los Estados Unidos. Fue casi toda su vida un desterrado, aunque en este caso en un país capitalista. Se le marchó a su padre, que le daba trabajo en el periódico La Tierra, del que mi padre era socio. Todavía me queda alguna goma de borrar, que muchos años después de la Guerra Civil, un día trajo mi padre a casa, después de liquidar la empresa propietaria de La Tierra y que hacía muchos años que no funcionaba. Esas gomas no las he empleado nunca, pero me las miro como un recuerdo del “desterrado permanente”. Debí borrar la estancia de Sender en Huesca, luego en Zaragoza, más tarde en Madrid y después de borrar no con las gomas de la Imprenta La Tierra, sino con mi memoria. Fue llamado a la guerra de  Africa y tuvo que aguantar el sol de Aragón y después el marroquí, para después borrar su estancia en Marruecos.  Murió su esposa y llevó a sus hijos a Francia, donde se quedaron con algún espíritu caritativo, supongo que él mismo tendría que borrar el cariño de los hijos de su cuerpo y de su alma, porque yo no los borré con aquellas pobres gomas, con las que compensaron a mi padre por la pérdida de la  Imprenta La Tierra de Huesca. Yo creo que  ese abandono, pero yo lo ignoro, se debió de criticar más que del que escribió del comportamiento de los aldeanos, viejos paisanos de Sender en el Regreso de Edelmiro. Dicen que se casó otra vez  y al parecer abandonó a su familia, como abandonaba todo el mundo. Me parece que ya no me deben quedar gomas de la Imprenta de La Tierra. Aunque los Estados Unidos le debieron impresionar bastante, pues allí estuvo muchos años. Por lo visto se acordaba de unas ardillas que vio en Tauste y se encontró con otras en un parque americano. A pesar de su acercamiento al anarquismo y de su dramática experiencia con el comunismo, sintió el dolor de descubrir en él, una miseria  burocrática que le  axfisiaba y que le hizo detener su huida,  emigrando a Rusia. Por lo visto algo así les pasó a los líderes comunistas, después de la Guerra Mundial, en que aquellos poderosos líderes, hartos de dinero y de buena vida, deshicieron su doctrina en Rusia. Por lo visto en este mundo todo consiste en emigrar de   unas tierras a otras, de unas ideas a otras  y en muchos casos volver a los orígenes de uno, donde ya o no se acuerdan de ese uno o lo desprecian.
Yo también tuve que emigrar, cuando llegó la Guerra Civil, huyendo, acompañado por mis padres, mi abuela materna Agustina Lafarga, viuda de Zamora, de su hermana Rosa, de mi padre y de mi madre, además de mis otros cuatro hermanos y dos hermanas a Huesca capital de la provincia. De allí escapamos a Jaca y después de aguantar los bombardeos, subimos a Ansó, esperando subir a la frontera para pasar a Francia. Aquí también podía haber aprovechado para utilizar las gomas de borrar de la Imprenta La Tierra, pero no lo hice.
Cuando volvimos, al acabar la Guerra Civil, pasamos unos días entre las ruinas de la Iglesia, de las viviendas y de los pajares. Yo me entretenía con Rafael Bruis y con Antoñito del Herrero, en coger balines de ametralladora y de fusil y de registrar las casas tumbadas en el suelo, a ver si encontrábamos algún objeto que sirviera de recuerdo, pero sólo encontramos en una pared una vieja pistola, por lo visto de época anterior a las de dicha Guerra. Algunos habían muerto, pues en la Iglesia hay una lista en un mármol de treinta y siete vecinos de Siétamo,  fusilados por los rojos. Claro es que faltan otros tantos que fueron igualmente fusilados por los nacionales y no recordaron sus nombres en el mármol.  Pero fueron muchos más los muertos en aquella salvaje guerra, cuyos cuerpos yacían por el monte, sirviendo de alimento a los negros cuervos, como relata el difunto Don Jesús Vallés Almudévar, al que fusilaron a su madre y a su hermano en Fañanás. Al ser tomado por los republicanos y por los “rojos”, vino a Siétamo a ver las ruinas producidas por la aviación y por los cañonazos, que se oían desde Fañanás.
Muchos se alojaron en casas medio derribadas, otros ya no volvieron y muchos se marcharon. Yo me acuerdo de Silano, de Trullenque y de Gerásimo,  hijo del herrero que iba con grandes gafas y con un corazón todavía mayor. Silano se casó con una joven de Aniés y se fue a vivir a una Torre agrícola de L.érida. Volvieron alguna vez por Siétamo y Trullenque la noche de los santos Fabián y Sebastián, lo vi bailando emocionado y  pisando las  brasas de la hoguera que encendían en honor de tales santos. Me enteré de que se había muerto en un accidente de tractor
El amigo  Silano  del que yo escribo era uno de tantos, que amantes de su tierra, tuvieron que ir por el mundo a buscarse el sustento. Parece ser que encontró trabajo en el Servicio Nacional del Trigo, que se lo buscó Arnal de Castejón de Arbaniés.
Sender fue un desterrado permanente y conoció mejor que yo a los desterrados y a los que permanecieron en sus pueblos. Pero  a pesar de esa diferencia entre la experiencia de Sender y la mía, he entrado en un bar a uno de Siétamo que había emigrado del pueblo  y había venido para recordar sus orígenes, pagó los almuerzos de todos los comensales de la zona.
 Uno de ellos ironizó sobre el generoso comportamiento del que estaba lleno de felicidad, por estar visitando el pueblo en el que tanto había trabajado. Y se puso a presumir de  que ya iban a ser varias las ocasiones en que no había tenido que pagar sus almuerzos. Todos se reían, pero si el que había pagado, no se hubiera marchado, tal vez se hubiese creado un clima desagradable. En esa ocasión se hubiera convertido en una incomprensión hacia aquellos que regresan, como se creó cuando fue Edelmiro el que regresó a su pueblo.
Sender ya recomendaba que nadie debe regresar al lugar del que  salió y menos, si de donde vuelve es de un exilio. Sender tuvo uno de los exilios más prolongados en la historia moderna. Estuvo muy joven en Marruecos, donde recibía los rayos del sol igual que los de su tierra aragonesa. Pero más tarde sus simpatías anarquistas y su aproximación al comunismo, lo convirtieron no en un desterrado por el sol,  sino por la UTOPIA, que lo hacía acercarse con más vulgaridad a los mundos irreales, más que al sol aragonés y moruno, que  todavía sigue lanzando sus rayos solares. Después de este exilio comunista, llegó el exilio americano, que Sender después de ser amigo del anarquismo y  de creencias comunistas, vivió un exilio de unos cuarenta años en un País Capitalista, al que tanto había criticado.
Le acusaron de ser un pobre filísofo, pero pocos tienen la huella tan clara del interés por lo esencial, como el viaje en el cometa de aquel muchacho de Monte Odina y es curioso ver como le preocupa lo existencial, su sensibilidad y su inquietud por los pensamientos religiosos. Dice en un artículo sobre Sender que su obra es un  enredo y está intentando resolverlo con un hilo que le sacará la verdad.
Si la vida es un lío, porque desde siempre ha emigrado el hombre y hoy en día ¡cuántos  jóvenes con carrera están marchándose de España!. ¡Ustedes que opinan ,que vuelvan o que no lo hagan!. Total volver para ser recibido como Edelmiro en su pueblo y como Silano, Trulenque y Gerásimo, no se sabe si merece la pena.

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