Federico Garcia Lorca. |
Hace ya una
multitud de años, que conocí a Don Antonio Baso; por eso cuando en épocas
festivas de Semana Santa o de Verano, lo
veo aparecer por las calles de Huesca, me lleno de emoción y me entran ganas de
escuchar algún pasaje de la historia de Huesca. Es que vive en Madrid y verlo
en Huesca, es como si te tocase entrar a escuchar una clase de historia. El
conocimiento de ella lo empezó a adquirir hace ya más de noventa años y aunque
yo ya soy muy mayor, viví pero no conocí aquellos tiempos de la Monarquía y de
la República. Recuerdo que Antonio vivía en el Coso Bajo, muy cerca del Colegio
de Santa Rosa, con cuyas monjas tenían una buena relación en su casa. Iba a
empezar la Guerra Civil, de la que recuerdo como mi familia y muchos vecinos de
Siétamo, nos hicieron huir a Huesca capital. El año de 1936, las monjas, en
cuya iglesia estaba enterrada la fundadora del Convento de Santa Rosa, temían
que su convento y colegio fueran arrasados, como estaba ocurriendo con otros
numerosos lugares religiosos. Temían, no sé si era más por sus propias vidas o
más bien por la conservación de los objetos sagrados, que guardaban de la Madre
Berride, que aparte de fundadora del
Convento, era pariente de la familia de mi buena madre, y se los entregaron a
la vecina familia de Antonio Baso Andreu. Cuando acabó la Guerra Civil se los
devolvieron a las monjas. Ahora la Madre Berride está enterrada en la capilla
del Nuevo Colegio de Santa Rosa, con la compañía de los objetos sagrados, que
he citado.
Cuando nos
vemos, nos sentamos en un velador de algún Bar de la calle y yo escucho sus
historias, que me causan un gran interés. Al marchar otra vez a Madrid, yo me pongo a leer
algún trabajo que Antonio ha escrito en
la Revista Argensola, del Instituto de Estudios altoaragoneses, como “La
iglesia aragonesa y el rito romano” o “La Tauromaquia de Goya”. Pero el último
que he leído me ha impresionado y se titula “Agustín Viñuales Pardo y Federico
García Lorca”.
Agustín Viñuales
Pardo era un oscense y gozaba en Madrid, recibiendo la visita de otros ilustres
oscenses, como Andrés Sánchez Arbós o su
hermana Marina, ilustre pedagoga del Magisterio español. El mismo Antonio Baso lo iba a visitar, cuando iba a la Gran
Capital, desde Huesca, pues le enviaban
algún recuerdo, sus primas doña Juana y
doña Antolina Viñuales. Murió Agustín en 1959, cuando su gran amigo Federico
García Lorca, murió sacrificado con los fusiles de la Guerra, el año de 1936.
Desde 1936 al año 1959, estuvo añorando
la poesía de Federico.
Agustín sacó las
oposiciones de Economía Política y hacienda Pública de la Facultad de Derecho
de la Universidad de Granada, a los treinta y siete años de edad. Agustín y
Federico, en Granada, no tardaron en conocerse. Igual que las matemáticas
hacían crecer el pensamiento en el cerebro de Agustín, la poesía, la prosas y el teatro hicieron
llegar a Federico a “ser uno de los
poetas españoles de todos los tiempos”, convirtiéndolo
en “el escritor en lengua
castellana de mayor resonancia universal”. El cerebro de Agustín Viñuales
Pardo, llegó durante sus horas de enseñanza, a tratar con diferentes estudiantes,
como con Federico García Lorca y con el
vecino de Huesca Cirilo Martín Retortillo. Yo conocí a Don Cirilo Martín
Retortillo, casado con una Baquer, amiga
de mi familia materna. Era un intelectual del Derecho, pues fue Abogado del
Estado, y su hijo Sebastián Martín Retortillo Baquer, compañero mío después de
la Guerra Civil en los Salesianos de Huesca.
Sebastian Martín Retortillo Baquer. |
Ibamos a la misma clase y un día lo acompañé
desde los Salesianos hasta casa de Retortillo, al lado del Casino Municipal y
al volver a mi casa del Coso Alto, me perdí, ya que no sabía volver a ella.
Pero, ya de mayor, volví a encontrarlo en Zaragoza en el Colegio Mayor Cerbuna.
Un año fuimos de excursión a la
Ganadería de Tabernero, en Salamanca y
allí tuvo la oportunidad de escribir mis cualidades taurinas, que todavía
guardo, en el corral de la Ganadería.
Pero Sebastián o “Chano”, como lo llamábamos, era un intelectual, que llegó a
ser con el Gobierno de Suarez, Ministro de Hacienda.
“Agustín
Viñuales Pardo, era un hombre muy cultivado…sensible a la pura expresión
poética”. Y en el año de 1923, Federico ganó la licenciatura en Derecho, y en el curso
anterior recibió el aprobado en Hacienda Pública del profesor Viñuales y “aunque entre ambos pudiera existir la
natural distancia entre el catedrático y el alumno, lo cierto era que desde hacía tiempo los dos mantenían
una cierta inclinación, traducida en un afectuoso respeto hacia el maestro por
el más joven y en una admiración de aquel hacia el poeta, alumno suyo, ya
consagrado por la fama”. La prueba de esta amistad, la dejó escrita Federico
García Lorca, cuando la usó para adornar el bellísimo poema de ”San Gabriel”, en el
“Romancero gitano”, dedicado a Agustín Viñuales Pardo. Esa música que emitía
aquel poema, imaginaba la total vida humana, a la que el poeta trataba de
conservar viva, ante el peligro de su propia muerte. “Hasta el año de 1959”, quedó en el constante
recuerdo de Agustín Viñuales Pardo. En el poema a San Gabriel, describe el
contraste entre la vida del niño gitano y la muerte del mismo, acompañada por la muerte de Federico y el
abandono del oscense, Agustín Viñuales.
Estas impresiones siento al leer: ”Un bello niño de junco,/anchos
hombros, fino talle,/piel de nocturna manzana,/boca triste y ojos
grandes,/nervio de plata caliente,/ronda la desierta calle./Sus zapatos de
charol/rompen las dalias del aire,/con los dos ritmos que cantan /breves lutos
celestiales./En la ribera del mar/ no hay palma que se le iguale,/ ni emperador
coronado /ni lucero caminante”.
Antonio
Baso sigue reflexionando sobre “el poeta que se fue, pero su poesía hecha un cantar, ha quedado impregnada para
siempre en muchos corazones, sirviendo ahora de educación sentimental de todos
aquellos pueblos que saben valorar a los grandes genios de la literatura
universal”. Esos textos del poema de
Gabriel hicieron profunda huella poética, que mantuvo suave su actividad
profesional y lo mantuvo de un temperamento sencillo, respecto a sus
promociones de alumnos. Y en aquellos tiempos en que se aproximaba la Guerra,
fue moderado en su aspecto político. Su esposa con la que contrajo matrimonio
el año de 1933, fue alemana de origen y llamada Graa Rüfenackt. Antonio Baso
nos dice que “esta señora, ya viuda, en más de una ocasión nos comentó en su
casa, que su esposo fue siempre un técnico dedicado a su profesión, más que un político”.
Azaña, en cambio
fue un “devorador de libros” y en 1897, sufrió una crisis religiosa, que le
llevó a abandonar el colegio. No fue una consecuencia de la hostilidad ni del
rencor, sino que la religión que había vivido de niño y de joven, dejó de tener sentido para él, para regir el
mundo político. El creyó, por el año de
1900, que no se había convertido en un
dios, pero debía ser respetada la responsabilidad de las multitudes, cuando las
multitudes alzaban la voz amenazando el orden, para reclamar algo, que casi
siempre se les debe: la Justicia”. No es extraño que igual que si las
multitudes alzaran sus voces, sería para reclamar Justicia, cuando Federico
García Lorca recitaba sus versos, que decían:”a la mitad del camino cortó
limones redondos, y los fue tirando al agua, hasta que la puso de oro”, soñaba con liberar de la pobreza a los
gitanos. Cuando el pueblo alzaba su voz para pedir Justicia, “era entonces
Ministro de Hacienda don Juan Negrín, quien suscribió un decreto reservado
sobre la seguridad del oro, obligando al Banco de España que hiciese entrega de este metal en su poder,
para ser depositado en lugar de mayor seguridad. No obstante, el Banco advirtió
al Gobierno que la seguridad en sus cajas centrales era patente”. Así llegó el
momento en que el oro, lo entregó el Banco de España, para obedecer a los que
decían iban a depositarlo en un “lugar de mayor seguridad”. Ese lugar tan
seguro fue Moscú, donde el oro español, alcanzó tal seguridad, que yo no se ha
visto nunca mas tal tesoro por España. ”Ante tal situación, Flores de Lemus y
Viñuales Pardo, como consejeros del Banco de España, sin temor alguno y al
amparo de su prestigio profesional, emitieron en forma unilateral juicio
contrario a que los agentes gubernamentales sacaran el oro y la plata guardados
en las cámaras de la propia entidad bancaria”. A continuación surgieron una
serie de amenazas sobre Lemus y sobre Viñuales, de tal manera que Indalecio
prieto le dijo : Agustín, lárgate enseguida de España, pues tu vida corre
peligro”.
Recuerdo ,como
al llegar la Guerra Civil, los ciudadanos entregaron el oro de sus joyas en el
Banco de España. Bastantes años después las devolvieron. Algún ciudadano no las
aceptó, como José Antonio Llanas Almudévar,gran amigo de Antonio Baso, supongo
que por patriotismo y creo que no estarán en Moscú y tal vez se encuentren en
Madrid.
A Azaña se le escapó el pensamiento, como se
le había escapado el oro nacional, pues en su lucha contra la CEDA , dijo: Por
encina de la Constitución, está la República, y por encima de la República, la
Revolución”. A este Presidente de la República Española desde 1930, (en que yo nací) hasta 1939, “le venía un
temblor de emoción en la voz cuando evocaba las atrocidades de los insurgentes
y el sacrificio del pueblo”. Llegó la Guerra Civil y en aquella revolución unos
mataron a Calvo Sotelo y otros mataron a
Federico García Lorca, muerte “sentida por el mundo entero, desde aquel mismo
momento”. ¡Cuantas muertes! trajo la Guerra Civil, dicen que hasta un millón de
muertes, que yo, cuando era un niño, contemplé a muchas de ellas, en el monte de Siétamo,
cuando caminaba por él. Y ¡cuántas personas huyeron de sus casas!, como mi
propia familia, que escapó a Jaca, a Ansó y se quedó a vivir en Huesca, porque
en su pueblo, ya no se podía vivir en aquella casa. El exilio que vivió Agustín
Viñuales, dice Antonio Baso “que no dejó de ser un lamentable error…este mismo respeto
y triste recuerdo merecen los muchos españoles desaparecidos en cualquier lugar,
durante aquella contienda, para nosotros la más dramática de nuestro siglo”.
El más alto
poeta de los gitanos, sin serlo él mismo, es decir Federico García Lorca, nos
revela para siempre, la estampa fulgurante y precisa de los gitanos, cuando así
se expresa :”Antonio Torres Heredia, / hijo y nieto de camboyos, /con una vara
de mimbre/ va a Sevilla a ver los toros./Moreno de verde luna/ anda despacio y
garboso/ sus esplendorosos bucles/ le brillan sobre sus ojos/ A la mitad del
camino/ cortó limones redondos/ y los fue tirando al agua/ hasta que la puso de
oro”.
“Desde entonces
hasta ahora, siempre lo he considerado como un auténtico maestro en toda
circunstancia humana”.
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