El sábado dieciocho de Mayo, he
llegado con mi familia, a Albella, a la que se acude desde Sabiñánigo por Fiscal y al pasar hemos contemplado el
río ARA. En Albella, pueblo rodeado de montañas, que se han vestido de pinos y de robres, en
tanto con tan poca población, se van arruinado diversas ermitas. Pero en este
día de romería se encuentra el pueblo de Albella lleno de aragoneses,
habitantes de los valles del Guarga, del Aragón y del hermoso río Ara, que
estaban esperando acompañar a San Urbez, patrono del Agua de la Montaña, en una procesión. Acompañamos al santo con
una gran bandera de color rojo, de enorme tamaño, y le cantaban al santo una
multitud de mujeres y de hombres hasta la Ermita, donde se celebran los actos religiosos de dicha
Romería, en honor del santo altoaragonés. Al acabar la misa, el sacerdote, que canta como los ángeles, dió a besar a los
peregrinos, una reliquia de San Urbez. Dentro de la pequeña Ermita, en la que
no falta ningún detalle, porque de la reducida espadaña, cuelga una sonora
campana, también pequeña como la Ermita, pero que resuena en aquellos valles y
montañas, aumentando el amor de aquellas sencillas gentes, venidas de cercanos
pueblos y de lejanas ciudades. Una vez dentro del templo, se contemplan los
altares, con la imagen del Santo presidiendo el retablo del Altar Mayor, y a
sus lados, con figuras labradas en
antiguas maderas, en la que se ve al
santo luchar con el oso y en otra con el demonio. Se complacen los visitantes
contemplando el Coro y las ingenuas pinturas que adornan los muros y las
bóvedas de toda la Ermita. Para la Guerra Civil no se destruyeron los objetos
litúrgicos, como hicieron en Nocito, donde abrasaron hasta los restos de San
Urbez. Los fieles subían a la Ermita cantando,
acompañados por el saxofón de un excelente músico de Tierrantona y de una amabilísima
señora, que hacía sonar el bombo, de
cuyo son parecía que hasta las montañas se alegraban .El sacerdote celebró la
misa, predicó palabras piadosas y también hizo sonar su melodiosa voz y al salir, en el pórtico cantaban antiguas canciones
dedicadas a San Urbez, los romeros de Nerín. Unas piadosas mairalesas, en el exterior de la Ermita repartían trozos
sabrosísimos de una torta montañesa y en el interior distribuían tortas enteras
a los cofrades de San Urbez.
Después, al retirarse los participantes en la procesión
y en la misa, prepararon sabrosas comidas en casas particulares, como las que
ofrecieron los hermanos Ceresola a los peregrinos, en sus renovadas salas.
Ricardo Lardiés Viñuales cofrade del pueblo de Buerba, nos echó una bendición
antigua que decía :”A San Urbez bendito, San Justo con su Pastor y a san
Veturián Abado, que nos conserven los frutos de esta tierra y nos aumente los
del alma, si es la voluntad de Dios”.
Al acabarse los festines, subimos
a una casa vecina, propiedad de los
Cebollero, en la que se inició el baile, que confirmó la alegría de hombres y
de mujeres. Llamaba la atención el suelo de la sala, que era de una belleza
superior y antiquísima, formado por guijarros de piedras de grava del río Ara. Había
allí numerosos corazones de hombres y de mujeres, que creyeron que se apoderaba
de ellos una nueva juventud, que les pareció que daría esperanza a sus
corazones en un porvenir mejor.
Yo, concretamente, sentí una gran
satisfacción al llegar a Albella, por la
nueva carretera de Sabiñánigo a Fiscal y contemplar aquel paisaje hermoso que
rodea a San Urbez.
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