Esta noche he soñado con un
papel o más bien con un pergamino y hablo de pergamino, porque por su aparente
vejez y por su color, me ha parecido un documento muy antiguo. Pero no puedo
opinar sobre la diferencia entre el papel y la
piel de un animal preparada para escribir en ella, ya que estando
dormido, los razonamientos no suelen ser muy concretos. En definitiva, no sé de
qué asunto trataba ese documento, pero en su esquina superior izquierda,
se veía escrita una palabra, que me pareció un nombre propio de mujer-bruja o
de diosa –mujer y que se llamaba MERKE.
Debajo de tal nombre estaba escrita, con menuda letra, la frase siguiente: “
Los dientes blancos y
enteros, tienen un poder soberano”. Vi que el texto del documento continuaba en su parte más baja y
ante tal sorpresa, medité, sobre el espacio vacío del mismo, que no decía nada
u ocultaba las razones con qué demostrar el uso de los agresivos dientes para
ejercer el poder soberano.
Enseñar los dientes lo hacen
algunos perros, no sé si instintivamente o por la mala educación que les han
dado sus dueños. Cuando pasas por las redes de los jardines en las que se apoyan plantas
trepadoras, en unos te ladran y enseñan los
dientes, mientras otros, te observan pacíficamente. Los perros no son seres
totalmente libres, como el hombre y sin embargo vemos algunos, que respetan al hombre y éste que es
completamente libre, a veces, cae en la pérdida de toda libertad y de toda
autonomía.
Orwell, estuvo herido en una nave sanitaria, de madera, en un huerto de nuestra casa de Siétamo y me
ha inspirado con sus palabras; así como el perro no puede pensar en su
evolución, el hombre “va gobernando la naturaleza de una manera cada vez más
profunda y acabada. Nadie sabe y nadie puede saber, si para la técnica del
hombre habrá algo que al fin sea absolutamente imposible”. Consideremos la
diferencia entre un llamador o
“trucador” de tiempos ya pasados y un ordenador –teléfono.
Al hombre lo ha hecho el Señor
inteligente y vemos como muchos hombres van a la luna y tratan de ir a otros
planetas, como si estuvieran buscando sus caminos, para imitarle y hacer verdad
lo que dice Orwell: “si habrá algo que al fin sea absolutamente imposible”.
El hombre ha
progresado y seguirá haciéndolo, pero unos “dientes agresivos”, le han
amenazado, para controlar técnicamente “las conductas individuales, y en último extremo la de la naturaleza humana”. Esos “dientes
agresivos” son de aquellos hombres que, creyéndose dioses, amenazan a toda la
humanidad y le dicen a sus miembros: “vuestra inteligencia dejará un día de ser
imaginativa y creadora, se limitará al simple ejercicio de entender que “dos y
dos son cuatro”. No saben tales dioses como el hombre ha sido creado a imagen y
semejanza del Señor, al que en la oración al Espíritu Santo se le canta:
“Envía, Señor, tu Espíritu y serán creadas todas las cosas y renovarás la faz
de la Tierra”. Orwell ya debía creer
algo así, pues vuelvo a repetir lo que dice en su obra “1984” : ”Nadie sabe y nadie puede saber
si para la técnica del hombre habrá algo que al fin sea absolutamente
imposible”. Más aún: “respecto al mundo físico, todo parece ser técnicamente
posible”.Pero los dientes blancos y enteros, con los que yo soñé, amenazan a Dios y al
hombre, para ser ellos los que gobiernen el mundo. Esto explica la
existencia de los demonios, que actúan como si ellos “hubieran creado la
naturaleza humana”. A veces aquellos de los grandes dientes agresivos, después
de tratar de anular la inteligencia de los hombres, han ordenado que amasen al “gran hermano”
Pero la humanidad aunque en ocasiones ha
atacado sus deberes morales, “ha seguido existiendo y progresando sin perder la
conciencia de su interna libertad”, a pesar de ser forzada y atacada por
“dientes agresivos”.
George
Orwell, en su libro sobre “Recuerdos de
la Guerrra de España”, escribe: “El asunto es simple: ¿debe o no
permitirse que la gente como aquel soldado italiano viva la vida decente, plenamente
humana, que la técnica hace posible hoy?. Personalmente creo, quizá sobre bases
insuficientes, que el hombre común ganará esta batalla tarde o temprano, y
quisiera que fuese más temprano que tarde: en algún momento, digamos
dentro de los próximos cien años, y no
dentro de diez mil. Eso era lo que estaba auténticamente en juego en la Guerra
de España, y en la última guerra, y quizá también en otras guerras por venir.”
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