Jesús de Liesa, es un hombre
amante de todos los demás, que caminamos por este mundo. Pero no sólo los
hombres y mujeres caminan, sino que también lo hacen los niños y los perros y
los gatos, que se acercan a nosotros y se acuestan sobre nuestras rodillas,
como los gatos y los perros, que nos siguen por las calles y por el monte,
ayudándonos a cazar y a defendernos en casa, de los ratones y de los lobos, en
la historia.
Jesús de Liesa es un hombre ya
mayor, que ama, no sólo a las personas y ha sido feliz, no sólo con su propia
familia, sino también con su perrica
Quira. Pero no sólo amaba a las personas y a los seres vivos, sino que era
también amante de las herramientas de su oficio de fontanero.
Pero al amar a todos los seres,
que a él lo cuidan, él también se preocupa de su familia, en su casa con los
seres vivos, a los que la gente no ama siempre demasiado. ¿A qué animales amaba
Jesús de Liesa?. Sencillamente, amaba a
un perrico pequeño de tamaño físico, pero grande de amistad a Jesús, su
compañero de la vida. Me he equivocado, pues he puesto que amaba a un perrico,
pero era una perrita, cariñosa, que nunca ha parido, durante dieciséis años de
vida. ¿Cómo amaría Jesús a Quira?, que se preocupó de que no diera a luz, para
no verla sufrir, cuando aquellos
perritos siendo todavía pequeños, sufrieran por las calles del pueblo. Amaba
tanto Jesús de Liesa a su perrica Quira, que le preparaba sus comidas, que no
eran de gran lujo, pero si alimentos humanos, como hacelgas, que ataviaba
atractivas, con aceite de oliva. Comía la perrica Quira de todo, de toda clase
de fruta, menos plátanos. ¿Por qué pensaba que ella, la perrica, no debía rumiar las envolturas del plátano, porque
sufriría en su boca, al pegársele la pasta, que resultaba de la
masticación, al paladar, al no poder Quira soportar, molestias en sus dientes y
en su paladar.
Fueron dieciséis años, durante
los cuales, convivieron en su piso de Huesca y cuando iba a Liesa, se alegraba
la perra, que movía su cola con alegría. Pero este pequeño animal tenía grandes
sentimientos de amor a su compañero Jesús de Liesa, porque un día, cuando la
Guardia Civil, paró su coche en la
carretera, en su camino a Liesa, al abrir la puerta, la perrica Quira, se avalanzó sobre el codo de un guardia y le mordió.
¡Gracias a Dios, que no pudo hacerle daño!. ¡Qué inteligente, dijo Jesús de
Liesa, debía ser la perrita Quira, que convivió con sus amigos y que se irritó
ante el guardia, al que no conocía, porque no había convivido durante dieciséis
años con el buen guardia.
Hace unos quince días, se murió
en Huesca la buena perrita, pues dieciséis años de vida son muchos para un
animal tan sencillo, perteneciente a esa bendita raza canina. Jesús no lloró,
aunque resistía un gran dolor. Pensó en llevarla a enterrar al pueblo de Liesa, donde el río, las carrascas, las
ovejas y corderos, que se escuchan al mover sus esquillas, hacían sonar la música Natural, en el ambiente
de más arriba, de la antiquísima Ermita de Santa María.
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