Mosen Alejandro Tricas García, Cura Párroco de Siétamo, me
regaló el “Extracto de Partida de Defunción del último de los que fueron Monjes
de Montearagón-
Obispado de Huesca.
Arciprestazgo de
Montearagón=Extracto de partidas de defunción ocurridas en la Parroquia de San
Vicente Mártir de Siétamo, desde el uno de Enero de 1897 al treinta y uno de
Diciembre de 1.897……………………………………..
El veinticinco de Julio de 1.897
falleció DOM GUILLERMO PEROTE USÉ, ECLESIÁSTICO SACERDOTE, NATURAL DE MADRID,
HIJO DE JULIAN y de MARÍA DEL ROSARIO, NATURALES DE MADRID………………………………
Firma la Partida Don MANUEL BETRÁN, Párroco de SIÉTAMO.
Lo certifica Don ALEJANDRO TRICAS GARCÍA.
Firma el mismo Alejandro Tricas
García.
Sello de goma de la Parroquia de
San Vicente Martir, con su imagen en medio y debajo SIÉTAMO”.
Don ALEJANDRO TRICAS fue durante
muchos años Párroco de Siétamo y al escribir yo mismo, alguna historia del
Monasterio de Montearagón, me regaló el “Extracto de Partida de Defunción del
último de los que fueron Monjes de Montearagón”. Murió en las Hermanitas de
Huesca a los noventa y seis años de edad y siempre lo veía acompañado por un
caballero, compañero de Residencia en las Hermanitas de los Pobres. Los veía
frecuentar el Casino Oscense, donde tomaban un café
Era natural del pueblo de NUENO,
desde donde se observa toda la Plana de Huesca y si volvía su mirada hacia el
Norte, se respiraban los aires pirenáicos.
Estudió para ser sacerdote en el
Seminario de Huesca y desde casi un niño, cuando salían de paseo del Seminario,
tenían que escuchar los improperios de gentes, que sin aceptar su malestar, en ocasiones, tenían
que atribuir las penalidades de la vida, de las que no eran los culpables los pobres
seminaristas, a los que convertían en
culpables del malestar que se iba extendiendo por el Mundo.
Habían ya pasado muchos años de
su infancia, en que los estaban formando
de sacerdotes y sentado en Siétamo, a la sombra de una acacia, recordaba
aquellos tristes días y se sublevaba su mente y su corazón, exclamando, a veces
¡cómo me daban ganas de salir a perseguir a esos falsos acusadores!. Él era un
niño y no se daba cuenta de la situación de descontento revolucionario, que
buscaba revoluciones y corrientes de sangre, humana, que corrieran por el Mundo.
Pasaron los años y Alejandro ,continuó en el Seminario y alcanzó la gracia de
llegar a ser sacerdote. Estuvo honrando a la iglesia y entre otros pueblos fue
Párroco del pueblo serrano de
Coscullano. Desde sus estudios en el Seminario, Mosen, después de Coscullano,
fue destinado a Siétamo,donde sirvió a Dios y al Pueblo muchos años.
Había pasado la Guerra y muerto cultivando la
fe en la iglesia de Siétamo, sirvió al Señor Mosen Marcelino Playán, nacido en
Antillón. Recuerdo como antes de la
Guerra Civil de 1936, a Siétamo, iba el
Cura del pueblo de Ola, Mosen Ferrer, que era hijo de un Médico de
Siétamo, donde cazaban conejos y perdices, para ganarse los alimentos que
necesitaban comer. Incluso llegué a
ayudar a Mosen Marcelino en el bautizo de un niño, en la Parroquia de Siétamo. Ambos Párrocos montaban en sus
caballos, el Cura de Ola, heredado de su padre el Médico, tal vez para servir al Señor y para desplazarse a
cazar en los montes.
Pero estaba ya muy cerca de
llegar la Guerra Civil, de la que Mosen Marcelino tuvo que huir, acompañado por
el Cura de Ola. Se vieron forzados a huir, pues en la Diócesis de Huesca mataron a decenas de sacerdotes. Destruyeron
145 parroquias y 128 ermitas, haciendo desaparece multitud de obras de Arte.
Mosen Marcelino Playán que conocía el comportamiento antirreligioso de muchos
de los republicanos, ocultó en lo alto de la bóveda de la iglesia, objetos
muchos de ellos de plata, que al acabar
la Guerra, se colocaron en la Capilla de “Cavero”, en un mueble acristalado. El odio, como vieron ambos bandos de la Guerra fue enorme pues incluso en la zona Nacional, fue
asesinado un sacerdote.
El Canónigo Don Damián Peñart y
Peñart escribió en la Historia de la Diócesis de Huesca, lo siguiente: “Acaso
el juicio de Balmes sobre la Edad Media, definiéndola como la religión afeada
por la barbarie y la barbarie al servicio de la religión, pudiera aplicarse en
alguna medida a la historia del Altoaragón, en la Edad Moderna. Todos los
altoaragoneses se manifestaban católicos, pero abundaban las creencias en
brujas, hechizos y supersticiones. Todos se declaraban católicos, pero faltaba
a veces la armoniosa convivencia entre familias y pueblos rivales.Pero lo que
creaba un ambiente de lucha, eran los desequilibrios económicos. Mujeres y
jornaleros tenían menguados algunos derechos. No obstante la fe, la nobleza y lealtad, la firmeza de la
palabra dada, la honradez, la hospitalidad, la austeridad y el sacrificio eran
cualidades muy enraizadas en el alma del pueblo altoaragonés”.
Crecía la población, disminuía la
producción para la alimentación del pueblo y como decía Balmes:” la religión
era afectada por la barbarie y la barbarie al servicio de la religión”.
Acabada la Guerra, entre las ruinas de las casas derribadas en el
pueblo, se veía a los dos hermanicos pequeños de una de esas ruinas, buscar algún
pequeño trozo de pan, para untarlo con un poco de vino. No siempre podían
alcanzar ese trozo de pan.
En esa Guerra se acabó con el pan
y aumentaron los chorros de sangre humana y las masas de muros y de paredes
derribados, que a veces hacían dormir a las personas en los restos abatidos por
el fuego.
Mosen Marcelino, después de ser perseguido y
de anunciarse varias veces su muerte, todavía pensaba en el progreso de los
ciudadanos del pueblo, pues cuando se inauguró el Campo de Aviación de Vuelos si Motor,
influyó en los vecinos de Ola para que suministraran al Campo de Monflorite con
el agua del manantial de su pueblo.
Poco tiempo después murió el
valiente y caritativo Mosen Marcelino y en la casa que había habitado el
caritativo sacerdote, se estableció el nuevo Párroco de Siétamo. Este fue Mosen
Alejandro Tricas , que vivió feliz muchos años en Siétamo, pues dicen que alcanzó la esperanza de vivir en Siétamo hasta
los cien años de edad. Pero murió en la Hermanitas de los Pobres. Vinieron sus
parientes de Nueno y se llevaron sus muebles, pero a mí me quedaron unas
estampas de la Virgen de la Esperanza, adornada con paisajes de Siétamo.
Don Alejandro quería levantar el
bienestar de sus feligreses y les traía arboles frutales para que los plantaran
en sus huertos. Los nuevos quieren como les enseñó Mosen
Alejandro, restaurar las virtudes antiguas, aumentar la producción y hacer
desaparecer el odio, la violencia y las brujas, que se introdujeron
hacía ya unos años, como locas, en Casa de Lobateras, en parte del Bar-
Restaurante. Pero Lobateras las arrojó de su casa y del Bar, para ser felices
los habitantes de Siétamo, con los alimentos sabrosos, que el Restaurante
proporciona a sus clientes.
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