Me he acercado a las elevadas
ruinas, que dejaron del Castillo- Palacio del Conde de Aranda en el Mirador,
desde donde se divisa “a Fondura” de Siétamo. No iba sólo, sino acompañado por
el extremeño Don Luis Garay, que se dio cuenta del artículo “o” y lo relacionó
con el mismo artículo gallego.
Luis se fijó con sus ojos en la
Noble Cruz, que se alza en lo alto del solar, del Castillo- Palacio, ya
derruido, que colocaron en tal lugar, como recuerdo de aquella situación de
Guerra Civil. Esta Cruz, levantada como un recuerdo sentimental de aquella
miserable Historia, ha estado a punto de desaparecer, porque unos querían
tirarla, porque los ateos pensaban que era inútil el recuerdo de aquella
Cruz, que era un signo de Paz y ellos amaban la Guerra .Entonces si ellos no
amaban la Paz, ¿por qué se había de someter, todo el pueblo a olvidar esa Paz,
recordada por esa Cruz?. En Rusia que quisieron destruir el sentimiento cristiano, resulta que
pasados unos treinta años, ahora se puede contemplar al máximo Jefe de ese
Imperio, rezando en las iglesias.
En aquella época en que gobernaba
el odio a la Religión, se combatía a la misma y ahora se le canta y se la
adora. Entonces la Unión Soviética causó cincuenta millones de muertos entre
opositores políticos e individuos religiosos
Es curioso que en Siétamo haya
una Cruz, levantada al acabar la Guerra Civil y desde ella se ve, a lo largo de
la Calle Baja, una Cruz esplendorosa que fue destruída en la misma Guerra y que
hoy, se yergue en medio de la Plaza Mayor, frente a la Iglesia Parroquial y
todavía, en la salida de Siétamo , al lado de la carretera que sube a Castejón
de Arbaniés, se yergue otra que mandó restaurar Don Antonio Barta. No se dejó
elevada ninguna Cruz, pero al acabarse la Guerra, al Sur del Palacio del Conde,
se levantó otra hermosa Cruz.
Esta Cruz estaba un tanto
apartada de la sencillez, que llevaba consigo aquella en que colgaron a Cristo,
porque en ésta se añadieron consignas bélicas y políticas, que por su condición guerrera, apartaban a los
cristianos de los enemigos de la Fe.
Cuando vino la Democracia, unos
pensaron en derribar el Monumento a la Cruz del Palacio y otros quisieron
conservarla. Pero por fin, después de desmontar una pieza del Monumento, un
Alcalde pensó en dejarla erigida y otro hizo desaparecer las inscripciones
políticas que se asentaban en su estructura. Lo realizó con cuidado y cubrió
con láminas pétreas, aquellas orientaciones políticas que conducían a la
separación de los amigos de la Cruz y de sus enemigos.
Otras cruces se colocaron en la
Comarca del Estrecho, como en lo alto del Saso, por cuya parte baja, sube la
carretera que une el río Flumen con el Llano de Quinto. Esas cruces aún
consuelan a muchos oscenses, cuyas familias lo pasaron mal para la Guerra.
Pero los líderes de distintas
formas de Gobierno, no están conformes con doctrinas que pregonan la Paz, sino
que buscan revoluciones, en que la sangre humana ha de ser derramada.
¿ Cómo la humanidad alcanzará el
amor mutuo, que aleje la guerra de este Mundo?. Desde luego que no se alejará
con la teoría de algunos revolucionarios, que dicen : “Que el árbol de la
Revolución, tiene que estar regado con sangre humana”.
Desde luego que aquella sangre
humana ha de ser ajena y nunca la suya.
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