Además de las paredes de la Fuente, los
edificios abandonados por sus ya difuntos habitantes, las palomas tienen elegidos los tejados para ocuparlos o
“invadirlos”, en distintos lugares del pueblo. A veces la torre de la iglesia está totalmente ocupada por palomas y en
el vértice de la torre que mira al
Norte, se posan inclinadas por su elevación y sobre ellas hacen como juegos de habilidad
y suben repetidamente y bajan, buscando un espacio más cómodo.
Cuando
van a ir al monte a buscar granos de semillas, se reúnen en la Torre y cuando ya están numerosas en ella, se lanzan
hacia las fincas donde creen que van a encontrar semillas del campo para
alimentarse.
Cuando se preparan para llegar a los campos, en
los que se alimentan, casi no caben en la Torre de la iglesia y desocupan sus
tejados y los de la casa Almudévar, que está a su lado.
En
mi `pueblo están abandonadas por el hombre
y se refugian en las ruinas de los edificios y en los graneros abandonados.
Yo recuerdo vivir en la orilla del río, en un puente por el que circulan
automóviles, palomas a las que llamábamos Zuritas, que yo no las distinguía de las
primitivas palomas que criaban en el Palomar de Palacio. Viene a Siétamo un
cartero, cuyo nombre se aproxima al de las “palomas mensajeras”, cuya vida la
viven por el mundo en el palomar, que posee el cartero en Barluenga. Estas
Palomas Mensajeras han sido seleccionadas a través de la Historia y se han
instalado en Palomares especiales, que tienen una gran rapidez, con capacidad
de orientación y de una gran perfección de su estética atlética, Tienen estas
palomas una fortaleza especial pues
vuelan con una gran rapidez, con un
plumaje brillante y abundante.
Yo
he contemplado la figura de alguna de esas Palomas Mensajeras, haciendo etapas
de descanso en sus largos viajes, en los ventanales de la iglesia de Siétamo. Veía
como se encontraba descansando de su viaje lejano desde su palomar distante al
punto donde tenía que llevar a un lugar algún mensaje de Paz o de Guerra,
lejano de su Palomar. Yo cuando veía a la paloma Mensajera, quedaba absorto de contemplarla
descansando de su viaje, mientras ella se descansaba de su lejano vuelo y
observaba el paisaje de vuelo que estaba realizando. Atado en una de su patas
llevaba un pequeño mensaje para entregárselo. Hoy al punto de destino al que viajaba. Era una
paloma de una figura brillante y curiosa. Era diferente de las palomas
ordinarias, por la velocidad de su vuelo y llevaba continuamente su cola
siempre plegada. Su velocidad en el vuelo era vertiginosa, pues en un día podía
volar de 700 a 1.000 Kilómetros. Cuando se sentía en la obligación de hacer un
mensaje lejano a su nido, se lanzaba sola al espacio y volaba cientos de
kilómetros por el cielo. El Cartero de Siétamo es propietario en el pueblo de
Sasa del Abadiado, al lado de una hermosa ermita al pie de la Sierra y cercano
a Castilsabás, de un pequeño refugio de Palomas Mensajeras. Un día trajo en unas
jaulas varias palomas, que soltó en Siétamo y volaron por el cielo de Siétamo y
volvieron volando a refugiarse en Sasa del Abadiado. El Cartero de Sasa del
Abadiado, como admira a estas palomas y las ama como si fueran las madres de la
Comunicación entre los hombres, que se encuentran distantes, siendo el primer
Teléfono y la primera Radio entre distancias lejanas.
Entre
la cantidad de palomas sobresalen las PALOMAS MENSAJERAS, de las que se dice
que son descendientes de la PALOMA
BRAVÎA, de las cuales algunas se cuidan en los palomares y se educan y
las hacen volar sobre largas distancias, en las que llevan un pequeño tamboril
sujeto en una de sus patas. Ya en tiempos de Guerras entre los romanos y los
judíos, estas palomas participaban con las milicias en aquellas guerras.
Mi
amigo el Cartero, trajo estas palomas mensajeras a Siétamo y cuando nos vemos,
recordamos aquel recuerdo de las dichas palomas Mensajeras. En SIETAMO, antes de la Guerra Civil, en el Palacio
donde nació el Conde de Aranda, en su parte alta cuidaba mi familia de un
Palomar ,donde las palomas vivían felices, pues cada pareja gozaba de su nido ,
donde criaban una pareja de pichones. La
visión de aquellos de tales crías de paloma, los atraían mis ojos y por qué no
decirlo, también atraían los estómagos de otras personas mayores.
Durante
el verano se buscaban las palomas ya mayores, los granos de trigo en los
rastrojos y en invierno, cuando los dueños de tales aves no encontraban alimento
en el monte, mi tío José María les deshacía los nidos y ayudaba a las parejas
de palomas a conservarse útiles para volver a alimentar a sus pichones,
repartiendo trigo por el suelo del palomar.
Todavía
se conservan perjuicios de la Guerra en muchos lugares, donde antes se criaban
los pichones. Y ahora se siguen reproduciendo las palomas en muchos nidos, no
unidos, sino independientes. Y en Siétamo se ven por el cielo “bandadas de
palomas”, que forman unas veces “nubes” y otras buscando crear nidos en las
ruinas, concretamente del Almacén del Palacio, es casas abandonadas. Otras
veces están ocupando los tejados de los edificios del pueblo. A veces se ve el
cielo limpio de palomas, porque están en el monte buscando alimentarse y otras
están ocupando edificios abandonados.
Yo
me acuerdo de ver las palomas
recogiéndose en su Palomar del Castillo, pero aquella normalidad ha
desaparecido por falta de un Palomar bien cuidado y en el aire del pueblo todavía
se ven multitud de palomas, que son despreciadas porque los ciudadanos ya no pueden
saborear los pichones, que ya viven, haciéndose viejos con sus antepasados.
Entre
la cantidad de palomas, deben de salir las PALOMAS MENSAJERAS, pues dicen que
éstas son una variedad de la PALOMA BRAVÍA, que se cuidan en palomares, donde
se educan y se alimentan, haciéndolas volar sobre largas distancias y llevando
un pequeño tamboril en una de sus dos patas. He leído aventuras heroicas, realizadas
por las PALOMAS MENSAJERAS.
El
Cartero de mi pueblo me ha enseñado en este pueblo de SIÉTAMO varias parejas de
palomas Mensajeras y ha satisfecho mi curiosidad por estas aves tan
inteligentes.
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