Doña
Irene Almudévar Vallés, hermana de mi abuelo de Siétamo, de la Provincia de
Huesca, Don Manuel Almudévar Vallés, que murió en el año de 1930, se casó con
Antonio Orús Vallés, con el que eran parientes. Este era un joven comerciante
del Coso Bajo de Huesca. Esa boda se realizó en el siglo XIX.
El
apellido Orús tiene su origen en el
nombre de un pequeño pueblo de los Pirineos, que se encuentra a unos diez kilómetros de Sabiñánigo, por la
carretera de Yebra de Basa. En una casa de Javierre de Ara, en el Pirineo se
exhibe sobre su puerta de entrada, un escudo, con un casco que mira a la
izquierda y debajo se alzan dos, al parecer delfines, sobre una raya que los divide de las cuatro barras
de Aragón. Desde este pueblo se extendió
el apellido Orús por Aragón, más tarde por Barcelona y Antonio Orús Vallés,
casado en 1881 en HUESCA o ¿Siétamo?, con mi tía Irene Almudévar Vallés y se
marchó con ella, a la Argentina. Esta palabra Orús, es de origen vasco-ibérico,
el mismo que tiene la palabra Javierre, que quiere decir “casa nueva” y Ara,
que equivale a “valle”. En aquellos años de mil ochocientos y pico del siglo XIX, la Argentina, con ese
nombre tan bello, que despierta en los oídos del que lo oye, sonidos como los
de una campanilla de plata era un País,
que atraía a los españoles e italianos. Huesca tenía un ambiente de
escaso desarrollo y que no mejoraba, después del incendio provocado en el
Monasterio de Montearagón, pasada la Desamortización de Mendizábal. En cambio
Argentina era soñada por los españoles y los italianos, que emigraban a ella,
llenos de esperanza. ANTONIO ORUS VALLES
y su esposa IRENE ALMUDEVAR VALLES, decidieron buscar su porvenir en
aquella gran tierra de La Pampa, la
Patagonia, las Sierras y las elevadas cumbres de los Andes.
Tuvieron
siete hijos e hijas, con el segundo apellido Almudévar.1ª- A- María Teresa Orús Almudévar, nacida en
Huesca en 1883; casó en Buenos Aires en 1913 con Julio Torino Solá, abogado y
natural de Salta en la Argentina.
2ª-B-Pilar
Orús Almudévar, nacida en Huesca en 1886 y murió en Buenos Aires en 1899. Tanto
María Teresa Orús Almudévar como Pilar Orús Almudévar nacieron en Huesca, la
primera en 1883 y Pilar en 1886. Se deduce que emigraron a la Argentina ANTONIO
ORUS e IRENE ALMUDEVAR, unos seis años después de casados.
3º-C-José
María Orús Almudévar, nació en Buenos Aires, en 1889. Fue Cónsul argentino en
Gijón, donde se casó en 1927, con María González Buhigas. Murió en Gijón en
1929, sin tener hijos. De este José María, conservo una carta, dirigida a mi padre Manuel Almudévar Casaus,
con una cultura inmensa, un gran humor y un cariño a los Almudévar, que al
leerla conmueve mi sensibilidad.
4º-D-Antonio
Orús Almudévar, nacido en Bellavista en 1891, que fue Ingeniero Civil. Murió en
Buenos Aires en 1927.
5ª-E-
Margarita Orús Almudévar, nacida en Bella Vista en 1894 y murió en Buenos
Aires, en 1927.
6ª-F-María
Magdalena Orús Almudévar, nacida en Bella Vista en 1897 .Murió en Buenos Aires
en 1967.
Primera Instancia en el Fuero Civil de la
Capital Federal. De Manuel tengo, como me recuerda Manuel Torino en su carta
del 24 de Julio de 1977, un retrato en carbonilla y una fotografía, que le
adjudican una gran inteligencia y unos rasgos de nobleza.
¨Los
hijos de JULIO TORINO SOLÁ y de MARÍA TERESA ORÚS ALMUDÉVAR, hija de ANTONIO
ORUS VALLES y de MARÍA TERESA ALMUDEVAR
VALLES, fueron:
1-FRANCISCA
TORINO ORÚS, nacida en Salta 1914; murió siendo niña.
2-MARGARITA
TORINO ORÚS nacida en Salta en 1916.Casó
con OSCAR CORNEJO SOLA, médico, en 1939, y tuvieron siete hijos. A saber: a)Oscar , médico, casado con María
Isabel Colombres Pasquini, con tres hijos; b)Manuel, militar, casado con Amalia
Jovanovics Figueroa, con cuatro hijos; c) Ramiro, ingeniero, casado con Gloria
Cabanillas Urrestarazu, con cinco hijos; d)Margarita,profesora de inglés y
bibliotecaria, soltera; e) Jorge, militar, casado con Margarita Jovanovics
Figueroa , con cuatro hijos; f) María Teresa, profesora de letras, casada con
Carlos García Pareja, con tres hijos y g) Fernando,ingeniero, casado con
Claudia Becker Lastra, con cinco hijos.
3-JULIO
TORINO ORÚS, nacido en Salta en 1919, fue abogado, presidente del Superior
Tribunal de Justicia de la provincia de Salta y casó con Mercedes Escudero
Gorriti en 1955.Tuvieron siete hijos.
4-
MARÍA TERESA TORINO ORÚS, nació en Salta, en 1922, casó con Francisca Uriburu
Michel y fue abogado. No tuvieron hijos.
5-MARÍA
DEL PILAR TORINO ORÚS, nació en Salta, en 1924, casó con Julio Michel Cornejo,
abogado en 1949.Tuvieron siete hijos.
6-MANUEL
TORINO ORÚS, nació en Salta en 1926.Casó con Carmen Ortiz Sánchez de
Bustamante, en 1947.Tuvieron cuatro hijos.
Mis
abuelo, don Manuel Almudévar Vallés se casó con mi abuela doña Pilar Casaus
López, nacida en el pueblo de al lado de
San Juan de la Peña, llamado Botaya y de donde guardo algún libro del Padre Larripa, que al cerrar el
Monasterio por la misma Desamortización que acabó con el de Montearagón, las
habitantes de Botaya, tomaron algunos,
para guardarlos y leerlos en sus casas, impidiendo que fueran abrasados, como
lo fue todo el Monasterio de Montearagón
y gran parte del de La Peña.
Siempre
se comunicaron por correo los habitantes de casa Almudévar de Siétamo, situada
en la Plaza Mayor de Siétamo, con el
matrimonio emigrado. En 1930, en que yo nací, murieron mis dos abuelos.
Llegó la guerra Civil y casi todos los papeles, incluidas sus cartas,
desaparecieron. No desapareció solamente la correspondencia familiar, sino además sesenta y tres antiguos cuadros
de pintura y libros históricos como Las Crónicas de Diego de Aysa. Yo tengo un
borroso recuerdo de los cuadros y de los libros porque mi querida tía Luisa,
nos entretenía jugando lejos de tan sagrados recuerdos, para que, como niños, mis hermanos y yo, no hiciésemos algún destrozo.
Pero,
al llegar la Guerra Civil el año de 1936, tuvimos que huir a Huesca y en
nuestra casa se destruyeron y se robaron
muebles, libros, cuadros y todo lo que allí se encontraba. Don José
María Trisán de Fañanás, que estaba de chofer con los nacionales, un día, entró
en mi casa y en un saco metió todos los papeles antiguos que pudo y los entregó
en Huesca en la Farmacia de Llanas Almudévar.
Al volver a Siétamo mi padre, una
vez acabada la Guerra, encontró muy pocas cosas, de las que se conservan algunas fotografías disparadas por mi tío Don Feliciano Llanas,
unas sacadas del saco del generoso
Trisán y otras de la Torre de
Casaus, que estaba debajo del cerro de San Jorge de Huesca, con su ermita
dedicada al santo patrono, que ayudó a los cristianos a conquistar Huesca en
1096 y donde tenía mi familia una vivienda en la que se encontraron cartas de
correspondencia, enviadas por los parientes argentinos y un hermoso látigo, que
se conserva como nuevo y que también está fotografiado en manos de mi tío José
María, vestido de gaucho de la pampa argentina. El látigo con su cámara
escondida, en la que se aloja una especie de machete o espadín, que tenía por
objeto, sacarlo, unas veces para atacar y otras para defenderse y siempre para
domar el ganado y para bailar Este
látigo se guardaba en la Torre de Casaus y después en la casa de Siétamo,
muchos años, pues en una fotografía aparece entre las manos de mi tío José
María Almudévar, hermano de mi padre Manuel y estando mi tío revestido con un
traje de gaucho, que ya está desaparecido. El látigo toda mi familia lo ha
tratado con cariño y se conserva como nuevo y se venera como una reliquia,
unida al traje de gaucho, de aquellos queridos parientes de la Argentina El
bonaerense, que se llamaba JOSE ORUS ALMUDEVAR se escribía
con mi padre y todavía he encontrado una carta suya escrita en Gijón
(Asturias), donde mi padre me dijo que
estaba ocupando el cargo diplomático de Cónsul. Esta carta es de fecha
once de Junio de 1926. Comunica a mi
padre que había recibido en Gijón, dos cartas, una para su madre y otra para él
y dice que después de leídas, complacido, expidió la primera para América.
Escribe con estilo y con gran sensibilidad, pues hablando de las cartas dice
así:”De la primera me son particularmente agradables los recuerdos de los riquísimos
Mariví (mi hermana mayor) y Lorenzín (primo hermano mío) con sus raras
cualidades imitativas del tión lejano que una vez pasó por Siétamo, y que ahora
les envía una porción de besos”. Luego escribe: “He encontrado en casa de un
amigo de Gijón una obra heráldico-genealógica de colosales proporciones, y en
ella, unas notas sobre nuestro apellido. De estas tomé copias literal y
fotográfica que considero pertenecen de derecho a mamá y a vosotros, y por
consiguiente envío a Buenos Aires y a Siétamo. Van adjuntas”. Escribe, a continuación de “Nuestra querida
Teresina, la que dejó los pinceles en abandono imperdonable, quizá tenga la
ocurrencia de hacer, con los elementos que os envío, una copia colorida mucho
más perfecta que la que os va. Ojalá sea”. Como escribe José María:”Nuestra
querida hermana Teresina, que dejó los pinceles en un abandono imperdonable”,
aprendió a pintar de niña, pues era
tarea que utilizaban las familias
para educar a sus hijas. Esta educación artística y disciplinada, le fue
impartida en mil ochocientos y pico y en 1926,
José María Orús, escribe que Teresina “quizá tenga la ocurrencia de
hacer, con los elemento que os envío, una copia colorida mucho más perfecta que
la que os va”. Lamentábase el cariñoso pariente de que Teresina no
pudiera pintarnos algún retrato de la familia o algún colorido paisaje. Aquella
carta fue escrita en Gijón el once de Junio del año 1926, año en el que todavía
no había venido yo al Mundo. No sé si
enviaría a mi casa, alguna obra en color, porque el año 1936, estalló la Guerra
Civil, lo que no dio tiempo a mi familia para recoger nada, pues entre otras
obras, los “rojos” se llevaron sesenta y
tres cuadros de nuestra casa. Esto no fue nada, porque salimos vivos todos los
miembros de la familia, no como le ocurrió a Mosen Jesús Vallés Almudévar de
Fañánas, doblemente pariente vuestro y nuestro, al que le fusilaron a su buena
madre y a su hermano de unos dieciséis años. Mi hermana María, la única que
conmigo queda de los seis hermanos, me dice que mi padre, después de la Guerra
Civil, recibió una tarjeta de felicitación por haber salido de ella, sanos y
salvos. No se acuerda María de quien fue el argentino que la escribió, pero yo
creo que fue Manuel Orús Almudévar, que se murió hace pocos años. A Jesús
Vallés, lo conocieron Manuel Torino y
sus hermanas Carmen y Pilar, cuando ya hace muchos años los recibimos en mi
casa de Siétamo, enseñándoles la fotografía de su madre TERESINA ALMUDEVAR. Sintió ella una emoción al encontrarse
retratada a su madre, que la impulsó a decir toda emocionada: “¡mi mamá!”.
Después fuimos a comer con José Antonio Llanas Almudévar y con Jesús Vallés,
también Almudévar y pariente vuestro y
nuestro, con vosotros por los apellidos Vallés y Almudévar. Hace unos pocos
años murió el sacerdote Jesús Vallés Almudévar, al que para la Guerra Civil, le
mataron a su madre y un hermano. Teníamos apellidos comunes pero usábamos
muchos nombres familiares en unos y en otros, como, por ejemplo Manuel, José
María, Antonio, Margarita y Teresina.
El retrato con carboncillo de MANUEL ORUS,
nacido en 1889, que fue abogado y Juez
Nacional de Primera Instancia como pone en la parte posterior del mismo y
escrito por mi padre, tiene veinticuatro centímetros de altura por dieciocho de
anchura. Está dibujado sobre una recia cartulina y dibujado con lápiz,
resultando un retrato de gran belleza. Tengo una fotografía de MANUEL ORUS
ALMUDEVAR, enviada a mi padre y sacada en 1933 y un retrato dibujado a lápiz y realizado el mismo año de 1933. En la fotografía se ve
la bondad de los ORUS ALMUDEVAR, su tranquilidad acompañada de un
gran sentido de la justicia, su elegancia
y en el dibujo se cruza su mirada penetrante y serena con la del que
siente la necesidad de interrogarle. No eran la fotografía y el retrato de José María, pero al leer la
carta que éste escribe a mi padre, estoy leyéndolo a él, pero
representándose en mi cabeza la imagen de MANUEL ORÚS ALMUDEVAR, dos hermanos gemelos en su físico
y en su espíritu.
José María, escribe desde Gijón una carta
familiar, genealógica y moral, que dice del hermano de mi padre, eternamente
soltero y conocedor del único oficio de
la vida en que no se trabaja, que es el de vividor. Dice de él : ”Otro “imperdonable” tenemos en
la familia: mi tocayo. Invítalo de mi parte a calificar su actitud de reiterado
silencio ante mis cartas. Dile que yo no quiero hacerlo, por temor a subirme un
poco en la calificación; pero que él, con mayor confianza consigo mismo, puede
apretar cuanto quiera en los adjetivos, seguro de que nunca me parecerán
exagerados”. ¡Dios mío, qué razón tenía
José María Orús Almudévar, al diagnosticar la “vagancia” de su primo José María
Almudévar!.
No
es que su primo y tío mío José María Almudévar fuera malo y no quisiera tratos
con sus familiares, sino que siempre
estaba alegre y de conversación con todo aquel con el que se encontraba. Pero
no quería obligaciones que le obligaran a trabajar o hacer el sacrificio, de
simplemente, escribir una carta o contestarla. No fue el hermano heredero, pero
tenía derecho a vivir en casa Almudévar,
sin trabajar ni manualmente ni administrativamente. Estuvo algún tiempo en
Zaragoza, para estudiar la carrera de Ingeniero. No aprobó ninguna asignatura y
al llegar a su casa de Siétamo, le preguntó su padre que era lo que prefería,
si estudiar o no. El padre de José María, don Manuel Almudévar Vallés, fue un
hombre trabajador, pues llegó a levantar la Fábrica de Harinas de Siétamo, pero
a su hijo no le transmitió la cualidad de ser útil, por medio del trabajo para la sociedad
humana. El, como si se encontrara en
apuros, no se tomó la molestia de contestarle y allí se dedicó a vivir,
primeramente en Siétamo y después de la
Guerra Civil en la Torre de Casaus de Huesca, cuando sus hermanos le ofrecieron
la oportunidad de ser transportista, a lo que no contestó, como no contestaba a
las cartas de su primo José María Orús. Pero siempre fue acompañado y siempre servido por su hermana y
tía mía, Luisa. Esta fue una santa mujer, pues siempre estaba sometida por el
amor al prójimo. Cuando éramos niños, a mis hermanos y a mí, algunos montados
en la burra torda, nos bajaba a todos a bañarnos al río Guatizalema, donde nos
instalaba al lado de una fuente y nos servía agradables meriendas. En Huesca
apoyaba a los que pasaban apuros económicos y llevaba alimentos a diversos
conventos de clausura. A José María le ayudó a pasar una vida feliz. Montaba en
su caballo y paseaba por el monte y en ocasiones cazaba algún conejo o perdiz,
pero no se apeaba del caballo para recoger ninguna pieza, porque ¿cómo se iba a
sacrificar?. En el hogar siempre estaba de conversación humorística y yo me
acuerdo de cómo en una ocasión levantaba la cabeza y se miraba con cara de mal
genio, torcía la boca y me preguntaba
que quien era aquel personaje, que estaba representando. Me dijo
que era Musolini, el rostro del político, que estaba imitando y yo, con
sólo cinco años, también imitaba la figura todopoderosa del dictador. Aquello,
después me ha parecido una profecía de mi tío José María de la proximidad de la
Guerra Civil, que iba a llegar muy
pronto. En la Guerra Civil por no tener
ya edad para ingresar en el Ejército, hacía por las noches vigilancia por las
trincheras voluntariamente y no lo pasó muy mal, pues se consolaba echándose
buenos tragos de vino. Fue feliz, mi tío José María, pues nadie de la familia
le achacó ningún vicio ni defecto. Sólo
su primo y tocayo José María Orús Almudévar, lo quiso enmendar. En la carta que
desde Gijón le envió a mi padre, le decía: “Otro imperdonable tenemos en la
familia: mi tocayo, invítalo de mi parte a calificar su actitud de
reiterado silencio ante mis cartas”. Acaba esta carta, escribiendo:”Sólo un
temor me asalta en este caso, porque lo sé honrado; y es el de que imite a
aquel prototipo de la honradez y de la justicia que, a puñetazos, se puso a sí
mismo un ojo negro por haber descubierto que hacía trampas en un solitario”. Y
después de esta anécdota moral le pone a su primo:”Que no te dé tan fuerte,
José María y que me contestes, ¡concho!”. Mi tío José María, era feliz leyendo
todos los días el periódico ABC y recibiendo tus cartas, unas procedentes de
Gijón y otras desde la Argentina y lo demostraba, revistiéndose con las ropas
de gaucho que le mandasteis desde la sonora Argentina y haciendo exhibiciones
con el látigo precioso con el que hacía ejercicios como los hacían los gauchos en la Pampa. Bueno, quizá exagere
con esta afirmación, porque el látigo está igual que nuevo con los años que
hace que su familia nos lo envió a Siétamo.
Don Feliciano Llanas sacó una
fotografía de José María con la ropa de gaucho y agitando el látigo.
José
María Orús Almudévar en su carta dirigida a mi padre el día 0nce de Junio de
1926, muestra un gran amor a su familia que se quedó en Siétamo, en tanto su
madre unida con su padre, emigró a la Argentina. ¡Con qué delicadeza trata a mi
hermana Mariví y a mi primo Lorenzín! y habla de “sus raras cualidades
imitativas del tión lejano, que una vez pasó por Siétamo, y que ahora les envía
una porción de besos”. Envió a los Almudévar de Siétamo “copias literal y
fotográfica de una colección heráldico-genealógica”, diciéndoles que
“pertenecen de derecho a mamá y a vosotros”. Hoy ,después de ochenta y seis
años de recibir el dibujo del Escudo de Armas de los Almudévar y no queriendo
ser tan poco cumplidor como mi tío José María, os envío una fotografía del
escudo de los Orús.
El
tiempo va pasando y de la misma forma que ya no podréis lucir lar Armas de
Almudévar, quizá tampoco os den categoría las de Orús, aunque ya la poséis. Sin
embargo, después de leer la carta de José María Orús Almudévar a mi padre
Manuel Almudévar, me ha dado la impresión de que el tiempo pasa para los hombres, por lo menos
por sus cuerpos, pero nuestros espíritus, deben volar por los caminos de Dios,
que es eterno. Y de la misma forma que yo he recibido una gran satisfacción con
la contemplación del retrato y de la fotografía de Manolo Orús Almudévar y he
aplicado su mirada a José María, ambos por los cielos se acordarán de nosotros, aunque ya no tienen laringe ni boca para
hablarnos, ni oídos para escucharnos; pero
tendrán medios para enterarse del agradecimiento que yo, Ignacio
Almudévar les envío por sus rasgos y por sus palabras. Manolo Orús Almudévar,
del que tú, MANUEL TORINO, en tu carta del 24 de Julio de 1977, me recuerdas
que poseo su fotografía.
Pero
conservo una fotografía, sacada en Buenos Aires, que el día uno de Enero de
1903, recibida en casa Almudévar de Siétamo, en la que aparece una bellísima y
elegante dama, todavía muy joven, que representa a Doña TERESINA ALMUDEVAR VALLES, casada con ANTONIO ORUS
VALLES, tía de mi padre y madre de siete
hijos e hijas, con los apellidos ORUS y ALMUDEVAR. El año 1977, me
escribió MANUEL TORINO ORUS y me decía:” Ayer día 23 de Julio, fui a visitar a
MANOLO ORUS (¿recuerdas que tú tienes su fotografía?) y con unos pocos papeles
que conserva y un mucho de su memoria, hemos compuesto los datos que te envío
en hojas separadas. Puede haber algún error en las fechas, pero son, en general
correctas y los que hubiese de menor cuantía).Dice a continuación que “desde
que nos despedimos, continuamos nuestro viaje con CARMEN y PILAR….” Los tres
coincidimos en que el hecho de “encontrarnos a
ti y los tuyos y todos los primos
con quienes estuvimos, fue lo que nos “hizo” del viaje, sin duda, lo más
agradable que nos ocurrió”.
Su
hija se emocionó al contemplarla, con un cariño semejante al de mi padre, que
guardaba esa fotografía, después de haber sufrido los dolores de una Guerra
Civil y criminal, como quien conserva un santo o un antepasado suyo. A mí me da
la impresión de que alguna devoción me transmitiría, porque al encontrar en la
Plaza Mayor de Siétamo, a sus hijos, como una chispa me vino el recuerdo de la
fotografía de TERESINA ALMUDEVAR, y corriendo los acompañé al despacho donde la
guardaba y se la mostré. Les di una copia de esa emigrante española, bella,
elegante y simpática, más animada que mi tío José María Almudévar Casaus.
Supongo que la conservaréis, como yo, pues también os la presento en este
escrito.
Al despedirse no se olvida de nadie, pues
escribe: ”Recuérdanos a Jesús, A Luis y
Mariví, a José Antonio y María Antonia y sus hijos, particularmente a
María Teresa para que no nos olvide.
A
Felisa y los chicos muchos cariños, muy especiales de CARMEN para la pequeña
Pilar, y para ti un agradecido y cariñoso abrazo de CARMEN y MANOLO.
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