Cuadro de Monet |
Siempre, es decir a lo largo de
nuestra vida, han existido jubilados, pero no tantos como ahora, pues es raro
que alguien, al llegar a la edad próxima a la vejez, no perciba la jubilación.
Hace poco, se encontraron dos de éstos,
más o menos felices señores, según la cantidad de retiro que les quedara, y hablando
de lo bien que lo pasaban, uno de ellos
exclamó:”¡ Sí que vivimos bien, pero esto debía durar , por lo menos, veinticinco
años!”. La jubilación tiene lugar, normalmente a los sesenta y cinco o setenta
años, a los que añadiendo veinticinco, resultaría que tendríamos que vivir de noventa a noventa y
cinco años.
Estos casos que ocurren todos los
días y , al parecer, desde hace siglos, ponen de manifiesto que el hombre
quiere vivir bien y mucho tiempo y aunque algunos lo alcanzan, a otros en la
vida “los llevan como trapos, que no
hacen pie”, según una expresión manifestada por una señora de Angüés. ¿Qué
quería decir la buena señora?. Pues
sencillamente , que hay personas que
recuerdan a los trapos, porque ni ellas ni ésta tienen peso, ni tienen vigor,
ni energía, ni pueden actuar por su cuenta, pues como añade en su frase “no
hacen pie”, no pueden tenerse en pie, ni andar ni desplazarse por donde les
apetezca, ni crear algo en su vida.
Es decir, que podemos vivir mucho o poco tiempo y podemos vivir bien o sufrir
mucho y después de una clase de vida a otra, moriremos. Ya nos lo recuerdan el
Miércoles de Ceniza cuando nos dicen “memento homo quia pulvis es et in
pulverim reverteris”.
Pero si miramos el cuadro de
nuestras vidas, veremos los bueno ratos pasados, de los que a veces nos
acordamos, casi de repente, como si se abriera en nuestra conciencia un telón,
que nos impedía verlos. Si, aquello ha
pasado, pero igual que otros recuerdos tristes o creativos entraron a formar parte de nuestra historia. En casos
creativos que hacen que hacen evidente nuestra historia. En actos creativos que
hacen evidente nuestra historia, como son nuestros hijos y nuestras obras,
nuestro trabajo, concretado en
edificios, plazas, carreteras,
parques , etcétera, la labor visible, dice
algo al ciudadano. Los años que hemos vivido, podemos recordarlos y juzgarlos, por ejemplo, pensando
en la ausencia de la ciudad de Huesca al otro lado de la vía del tren y
juzgando que ahora que la ciudad se asienta allí, ¿cómo sigue la vía férrea
separando la ciudad en dos partes?.(
ahora ya se ha desalojado la vía férrea por el centro de la ciudad).
Pero a nuestras memorias
particulares se suman las de todos nuestros antepasados, cuyo conjunto forma la
memoria histórica, a la que tenemos que ser fieles, tratando de conservar y
crear los proyectos de dicha memoria, como conservaron la Universidad de Quinto
Sertorio, que nos fue arrebatada, pero siendo fieles a ella, debemos
reconstruir, porque si somos infieles a
la Historia, caeremos en el suicidio colectivo. Y es que el tiempo pasado
existe, como un recuerdo, en el presente y si tratamos de olvidar ese pasado,
perderemos lo que ahora, en el presente, ha de hacer que Huesca sea Ciudad
Vencedora: Urbs Victrix. No debemos olvidar el pasado, pero debemos hacer que llegue la comunicación con Francia, que ya
Carlomagno apeteció.
Y existen grandes altoaragoneses,
unos alumnos de nuestra Universidad, como los Azara, y otros que estudiaron en
Huesca, como Ramón y Cajal, como Costa, que se murieron pero han impregnado
nuestra Historia, nuestras vidas, de una
ideas y de unos ideales que permanecerán entre nosotros, de los que muchos
altoaragoneses son parientes, aunque no lo puedan demostrar, de esos hombres
famosos y de otros que también han contribuido a formar nuestra memoria
histórica. Unos vivieron largo tiempo, otros murieron jóvenes, a veces con sus
cuerpos como ”trapos que no hacían pie”, como por ejemplo
Costa, pero colaboraron en la formación de nuestra historia.
Los hombres fueron los que
realizaron los acontecimientos históricos y crearon Montearagón, el Temple y su
barrio y en Montearagón se hacían rogativas, bajo el patronazgo de San
Victorián, para regar los campos y cada vez que uno pasa por la carreteraN-240,
se lamenta de su fin, pro la memoria histórica nos lleva a crear algo que siga
haciendo Montearagón lo que hacía hace
siglos, que es riego y por eso Huesca pide su pantano.
Montearagón se quemó y las palas
excavadoras tiraron los restos del temple
y ahora en él y en su zona se ven los
“trapos que no hacen pie” de su
construcción, que se juntan con los “trapos” que formamos muchos de los hombres
viejos y es necesario que se arreglen esas situaciones para confirmar que el
tiempo ha pasado, pero creando otros edificios nobles que sustituyan a aquellos
que lo fueron. Así demostraremos los oscenses que, además de dejar al tiempo futuro obras visibles
y tangibles y que fomenten la memoria histórica de nuestra ciudad.
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