Don Juan Martín, Clérigo de San
Viator, nació en la ciudad de Vitoria, pero después de dar clases en Huesca
durante cincuenta y ocho años y con diecinueve años añadidos de descanso, son
cincuenta y siete los que ha convivido con los oscenses, por lo que ha afirmado
que Huesca supone para él “prácticamente
todo, soy un oscense más”. En una entrevista que le hicieron, contestó a la
pregunta: ”¿ qué valores cree que se deben inculcar a los alumnos?, con la
siguiente respuesta: ”la responsabilidad, el amor al trabajo, la sinceridad y
el amor a la familia”.
Todos los antiguos alumnos del
Colegio de San Viator lo conocían y lo querían, porque en él, durante treinta y
ocho años, dio clases de Matemáticas y de Física, ganándose su aprecio, ya que
allá, en la pizarra con su pedazo de tiza, a todos les hizo comprender sus
misterios. Yo conocí a su padre y a sus hermanos; el mayor el Hermano
Guillermo, el segundo el Padre Luis y el Hermano Juan el más pequeño y lo
conocí en el Colegio de San José de Vitoria, donde dirigía espiritualmente su
hijo Luis e iba por dicho Colegio a verlo y a conversar con él, porque era su
hijo y sacerdote de San Viator. Acudía con cariño y yo lo veía y lo escuchaba
hablar con su hijo y con otros Hermanos de San Viator y aunque de mi boca no salía palabra alguna, me fijaba en los problemas que Dios plantea a
sus hijos. Yo era casi un niño y quería comprender el amor del Padre,
trasladado en esos momentos a un padre de este mundo, que veía como sus tres
hijos se entregaban a Dios por medio de la enseñanza a los niños y jóvenes, a los que se dedicaron toda
su vida.
Y ahora, que han pasado más de
cincuenta años, tenemos en el Colegio de San Viator de Huesca, a aquel
que fue el pequeño de los tres hermanos y ya tiene ochenta y seis años, de los
que ha vivido cincuenta y siete en Huesca, donde ha dedicado treinta y
ocho a la enseñanza. Sobre todo ha
destacado en la enseñanza de la Química, de las Ciencias y en el Laboratorio,
pero sobre todo destacó en el amor y la atención que ponía en cada uno de sus
alumnos, muchos de los cuales están aquí presentes y se nota en sus rostros el
amor que despierta en ellos su recuerdo, que les lleva a participar en su
homenaje. Destacó en su vida docente, el enorme número de vocaciones que
despertó en sus alumnos hacia las Ciencias de la Vida, como la Medicina, la
Farmacia y la Física, porque parecía que al mirarse al Señor del Cielo, veía
los astros y transmitía su admiración a sus alumnos, de los que algunos han
destacado en Física e Ingeniería y que todavía le están muy agradecidos.
El día veinte de Octubre se le
hará un homenaje por parte de la Comunidad Educativa de San Viator y de sus
antiguos alumnos. Fueron treinta y ocho años de docencia en el Colegio de San
Viator y en el del Alto Aragón en el bachillerato y en los Cursos de
Orientación Universitaria. En ese homenaje se acordarán los antiguos alumnos y
el mismo Don Juan, su profesor de aquellos años, que no se perdieron para
ninguno de ellos ni para la humanidad y les llenará de felicidad ese recuerdo y
les animará a que esa sociedad moderna, que se aparta de la sabiduría divina y de la humana, traten de
hacerla volver al deseo que se expresa en la oración Veni Santi Espiritu:
“Envía Señor tu Espíritu y todas las cosas serán creadas y renovarás la faz de
la Tierra. Señor, que llenaste los corazones de tus fieles, danos con el mismo
Espíritu el saber rectamente y gozar siempre de su consuelo”.
Van al Colegio de San Viator muchos
antiguos alumnos a ver y a conversar con Don Juan, como iba su padre al Colegio
de San José de Vitoria a visitar a su hermano el Padre Luis y es que recuerdan
su saber antiguo, que los ha llevado a estar introducidos en el moderno y gozan
de una especie de consuelo espiritual.
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