Aquí en el
Alto-Aragón, siempre hemos cantado jotas, unas veces solos y otras, cuando han
salido dos joteros se han puesto a cantarlas de picadillo, pero no únicamente
en las jotas, sino en todas las ocasiones en que se tratara de obtener alguna
mejora para la provincia.
Basta comparar
el comportamiento de algún jefe y de algún funcionario de Huesca, de otros
tiempos, con los de nuestra hermana Navarra. Cuando se separaron Aragón y Navarra, ésta siguió
gobernándose a sí misma desde entonces hasta nuestros días; basta recordar
cuando el gran ingeniero Sr. Susín, quiso hacer un plan de riegos uniendo las
aguas del navarro río Irati con las del Gallego a través del pantano de Yesa. Los
navarros se aprovecharon de las aguas de nuestro pantano, pero no quisieron que
nosotros aprovechásemos sus aguas. Navarra
sigue ampliando su plan de riegos, mientras en Huesca vemos como fracasan
planes, como el de riegos con el pantano de Vadiello, con cuyas aguas se
pensaba regar la cuenca del río Guatizalema.
Y es que en
Huesca, cuando nos dan algo, protestamos, como está pasando con el dinero
presupuestado para el campo de aviación de Monflorite. Lo principal es ir de
picadillo, porque aunque no tenemos necesidad de un aeropuerto grande y moderno no nos damos cuenta de que, tal
vez a consecuencia de tenerlo, se mejorarían las comunicaciones entre Huesca y
dicho campo, entre el mismo y la autovía, que traería mercancías desde
Lérida, Binéfar, Monzón y Barbastro, que
con el ferrocarril que va a Canfranc se establecerán servicios de
agua potable en él y en los pueblos por los que pase dicha agua. Se nos llenará
la provincia de turistas y esquiadores. Se moverán muchas empresas para hacer
esas carreteras y esas obras nuevas que hagan falta en Monflorite. Como hay
espacio entre dicho pueblo y Alcala del Obispo, se podrán seguir cultivando los vuelos sin motor y tal vez, se
pueda crear algún espacio para la aviación militar, con lo que se crearían
nuevos puestos de trabajo, que sustituirían a los perdidos con el traslado a
Jaca del cuartel de Artillería, lo que ha supuesto cerca de mil habitantes
menos en Huesca.
Tenemos muchos
casos de abandono por parte de nuestras autoridades de nuestras
obras, como le pasó a Máximo Semper, de Almudévar, cuando quiso fundar la
Cooperativa Agraria. Se enteró el buen Máximo de que se había creado un Fondo
de Protección al Trabajo, pero con exclusión del campo. Pensó que también era
trabajo el de las Cooperativas Agrarias, que podían crear fábricas de productos
de conservas del campo y decidió marchar a Madrid para tratar de obtener dinero
para los agricultores. Allí fue con su escaso dinero, pues tuvo doce
hijos y se puso a hablar con el Director General de aquellos fondos. Llevaba ya
una hora dando explicaciones y algo enfadado por no obtener su objetivo y
levantaba la voz, caso frecuente entre labradores, de tal manera que pasando
por la puerta de la oficina el Señor Ministro, lo oyó y algo curioso, le dijo
al bedel que cuando saliese el agricultor, que lo pasase a su despacho.
Cuando salió Máximo
se sintió sorprendido al escuchar al bedel, pero pasó inmediatamente a ver al
Sr. Ministro y éste le preguntó que quien era y que era lo que quería y comenzó
el hijo de Almudévar a decirle todo lo que había pensado para obtener
locales para la Cooperativa. El Ministro
le escuchaba y después de un cuarto de hora le manifestó: ya veo que usted dice
la verdad y por tanto le mandaré a Almudévar a varios técnicos para que me
informen del problema y después que me informen desde Huesca.
Estuvieron los
informantes del Ministerio en Almudévar y el ingeniero estaba entusiasmado por
dicho pueblo. Después de esta visita Máximo se planteó el problema de ir a
Madrid a ver los resultados de su gestión, pero antes fue a Huesca para ver si
habían mandado el informe. No lo habían mandado, pero lo prepararon y lo
metieron en un sobre cerrado y sellado y se lo dieron a Máximo. Este fue a
Madrid, pero le pareció bueno entrar a ver al Ingeniero, que había estado en
Almudévar. Le explicó todo y le enseñó el sobre con el informe oscense y él lo
cogió, diciendo: ¡Me voy a jugar el puesto!, pero no consiento que estos
oscenses le hagan la faena. Lo abrió, lo leyó y el informe era malo, porque
como antes he dicho habían entrado en la Jota de Picadillo con Máximo, los poco
oscenses funcionarios de Huesca. Pero el ingeniero hizo otro informe, imitando
la firma de los informadores oscenses, lo metió en un sobre y se lo entregó a
Máximo, que con él, fue a entregárselo al Sr.Ministro. El ingeniero no era
aragonés, pero mereció el agradecimiento de todos los aragoneses, pues sin
obtener ningún beneficio personal, se puso a cantar la jota al unísono con los
de Almudévar, con lo que a los diez o
doce días se aprobaron para la Villa doce millones y medio de pesetas.
Fué a
Almudévar el Jefe Nacional a entregar el dinero, acudiendo también el
informante oscense, que había informado mal, pero no dijo nada. Esto ocurrió
aproximadamente entre los años 1958 a los años sesenta.
A partir de
entonces la Cooperativa empezó a funcionar bien, gracias a los esfuerzos del
honrado Máximo, que había conseguido que casi todos los de Almudévar cantaran
la Jota de Picadillo.
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