En los cortijos andaluces y un
poco alejados de ellos, para evitar el olor que producen el estiércol y la
orina de los caballos, se encuentran las caballerizas. En Huesca hacia el
noreste del Cerro de Las Mártires Satas Nunila y Alodia, se alzan las
caballerizas de varios gitanos oscenses. No son elegantes como las de los
señores andaluces, son como chabolas, delante de las cuales se hallan los
corrales, delimitados por delgados troncos de madera. Se encuentran dichas
caballerizas o cuadras, debajo de otro cerro en cuya corona se encuentra u saso
aragonés o llanura, donde está enclavada
una grande y bonita casa de un elegante gitano, que tiene también su propia caballeriza.
En ella encierra caballos de montar y otros de raza pesada, que tienen como
destino el matadero. En los días de Semana Santa se le ve andar por las calles
de la ciudad por las que pasan las
procesiones y es que está vigilando a sus caballos, que forman parte del inicio
de la procesión, con los soldados romanos que los montan. En distintas jaulas
encierra, además de sus gallinas, a sus numerosos y “chulapones” gallos de
pelea, con los que en ocasiones, cuando los oscenses están un día de fiesta por
las playas, por los pueblos o por la Montaña, ellos hacen luchar a sus
pollos con otros, que traen los gitanos desde los lugares donde moran. Al echar
apuestas, toman sus cafés y consumen algún bocadillo. Y cuando el sol se
esconde, entran algunos en su casa, en la que presidía la abuela y se ponen los
visitantes a bailar y a cantar coplas gitanas, acompañadas por el sonido de sus
palmas.
Parece que no tienen grandes
conocimientos religiosos, pero sus
escasas ideas las tienen muy arraigadas. Un día pasaba por el Monasterio de la
Asunción, cuya iglesia está casi siempre cerrada, pero aquel día que se veía
abierta, entré dentro y me encontré los bancos todos ocupados por gitanos, entre
los que se hallaba el elegante dueño de los caballos. Le pregunté qué era lo
que hacía en el templo y me contestó que todos los años iba a rezarle a la Majarí,
como los gitanos llaman a la Virgen María.
Entré un día de esos del mes de
Marzo, cuando empieza la primavera, en la caballeriza o conjunto de cuadras de
los gitanos oscenses y allí estaban varios de ellos, a los que saludé, los que
no me conocían no me contestaron, pero los conocidos se alegraron mucho. Unos
estaban sacando el “fiemo” de las cuadras y había uno, ya mayor que estaba acompañado
por un joven gitanico y por un elegante caballo hispano- árabe, que habían hecho correr sujeto con una larga
cuerda y sudando como estaba, no paraba de relinchar, como llamando a sus
compañeros de cuadra. Por lo que pude apreciar quería el Curro vender el
caballo y tenía necesidad de conectar con el teléfono inalámbrico, y le pidió
al muchacho que lo llamara. Así lo hizo el muchacho y cuando contestó, habló
con él y allí se quedó esperando a que llegara. Le dije: ¡qué cariño les tienes
a los caballos!, y él me contestó: ¡Ay, sí, porque los quiero como si fueran
parte de mi familia!.
Yo me fui y al llegar a la
carretera que está debajo de las cuadras, oía cantar con una enorme energía, a
una multitud de gorriones. Miré hacia
arriba y sobre unas zarzas los vi como estaban cantando felices y yo creo que
lo hacían porque estaba llegando la Primavera. ¿Por qué se reunían en tal lugar
los pardos pajaricos?, sencillamente porque, como yo había visto minutos antes,
alrededor de los corrales había montones
de cebada de la que se alimentaban y bebían en las bañeras, que habían puesto
para darles el agua a sus caballos. Asocié enseguida aquella banda de gorriones
a las “cuadrillas” de gitanos, que como ellos viven inocentemente, confiando en
la Naturaleza y en la solidaridad que entre ellos se tienen. Hace falta que no
sean discriminados y que acudan a los trabajos, con los que podrían salir de
esa situación de discriminación, para ser libres, como
los pájaros.
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