Huesca
Capital se encuentra debajo de la Sierra de Guara y de los Montes de su
Cordillera, como si se hubiera rebajado, huyendo de los Montes Pirineos, para dominar
su visión, para observar, huyendo de los Pirineos, desde las alturas montañesas
la Tierra Plana, que más abajo la recorre el río Ebro y baña la Capital
aragonesa de Zaragoza. Huesca fue situada por los vascuences debajo de la
Montaña Pirenaica, al comienzo de la Tierra Baja, debajo de la Sierra de Guara,
como buscando la Tierra Llana, como se ve mirando la elevada Plaza de la
Catedral, a donde suben y bajan los oscenses, que cultivaron la Plana de Huesca
y se ha ido extendiendo como vigilando la Sierra de Guara, y desarrollándose
por la Gran Llanura o Plana que baja desde la Sierra de Guara hasta el río
Ebro.
En
todo el Somontano y los Monegros se extienden muchos pueblos, como Siétamo por
su destruido Castillo del Conde de Aranda y como Barbués, con su palacio, en
cuya vecindad nació Lourdes Gabarre, casada con mi hermano Jesús Almudévar. En
el cercano pueblo Torres de Barbués nació Clara Gabarre, que ganó el puesto de
fisioterapeuta. Era amiga de mi hija Pilar y tuvo ilusión de acogerme para
sanar mis dificultades motoras debido a mis años de envejecimiento. Fui acogida
en una clínica moderna y que estaba situada en la parte norteña de la ciudad de
Huesca, encima del Gobierno Civil que llama la atención por la altura de sus
viviendas que acumula un gran número de pisos.
Esa
Clínica acoge a los enfermos que acuden a ella para conservar su vida y allí fui
atendido por la joven Clara Gabarre, que ganó el puesto sanitario de Fisioterapeuta.
Tuve la gracia de ser atendido sanitariamente en dicha Clínica, pero la
desgracia de que dejara de ser atendido, después de ser visitado tres veces por
la citada Clara. Yo ya tenía el deseo de ser sanado de mi torpeza física, pero
tuve un despido como si fuera abandonado por tan competente señorita, pues
enfermó y ya no fui recibido más veces por su inteligente figura. Era una mujer
que no conocía su rostro, como ella tampoco conocía el mío, porque entrábamos
en la Sala donde me guiaba Clara para perfeccionar mis ejercicios, con nuestros
rostros tapados por unas “ojeras de tela”, que impidieron conocernos mutuamente
nuestro rostros. Después de la tercera visita nos despedimos hasta la próxima,
pero ya no nos volvimos a ver y ella ya no ha podido conservar, entre otras
cosas para trabajar, en mejorar mi vejez, convirtiéndola en una parecida
juventud.
Nos marchamos de la Clínica, conociendo
nuestra personalidad, pero sin conocer nuestros rostros, por haberlos llevado
durante tres días tapados con sendas pañoletas.
Salió
de la clínica a despedirme y nos dijimos adiós con gran respeto, pero ya no he
sido tratado sanitariamente por la profesional Sanitaria Clara Gabarre.
Qué
sea lo que Dios quiera y ya nos dirá el porvenir lo que ha de pasar después de
su porvenir porque mis ojos ya durarán poco tiempo para gozar de su visión y
percibir el consuelo de su terapéutica labor curativa.
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