Hay cien mil formas de entretener el ocio:
desde contar borregos “in mente”, hasta coleccionar soldaditos de plomo,
pasando por la filatelia, que además de divertir instruye sobe multitud de
temas. Pero doña Angustias y doña Lástimas, haciendo honor a la tristeza de sus
desgraciadas gracias, escogieron una afición casi macabra: el chismorreo
relativo a las desgracias del prójimo. Lo ejercían con una profesionalidad no
aprendida, sino intuida y vivida con total entrega. Si Alfred Hichcock crease
una escuela de chismorreo macabro, los alumnos que de ella salieran, no llegarían
jamás a alcanzar la maestría de Doña
Angustias y Doña Lástimas; a éstas sólo la superarían en poder mostrar su
título profesional... Pero ellas rechazarían tal documento, porque lo hacen con
afición y procurando dar apariencias de interés humano,
Cuando los dos colegas se encuentran
por la calle, dice doña Lástimas. ¿Què tal, doña Angustias? Muy mal, hija mía,
hoy estoy con el corazón relajado, porque no tengo ninguna angustia que llevar
a esta víscera (dice doña Angustias,
señalando con su mano la región precordial).
¡Ay!, no se apure, porque le voy a
contar un caso que le va a dejar el corazón con su angustia habitual. ¡Qué
buena eres! No es que sea buena, dice doña Lástimas; es que me das mucha pena,
verás: a la vecina del tercero, dicen que le ha salido un cáncer. Pues, ¡vaya
desgracia tan pequeña! Eso le sale a cualquiera y luego viven muchos años. ¡Espera!,
es que es maligno y creo que, antes de morir, va a sufrir mucho. ¡Oye!, pues
tenemos que ir a verla, porque como somos tan virtuosa! Y de paso, nos
enteramos de todo, incluso de si es verdad lo de la dote que le dejaron. Y tú,
Lástimas, ¿cómo te encuentras? ¡Pobre de mí! La vecina del segundo no tiene
donde caerse muerta y se ha comprado coche nuevo. ¿De qué le viene a ella? .Ya
sabes que he estado toda la vida ahorrando y entre las pensiones de mi marido,
los alquileres y las pólizas, sólo tengo en el colchón cinco millones, Doña
Angustias, con la aviesa idea de sacar a doña Lástima de un lastimero estado le
dice: No te preocupes, que cualquier día veras pasar el coche de tu vecina
arrastrado por la Grúa, ¡ji, ji!
A los dos días lo ven pasar en dicha condición
y escuchan a dúo: Vamos a buscar a doña Dolores y a doña Virtudes, y todas en
humanitaria compañía, iremos a ver a la ve - cina para
mostrarle nuestro disgusto y, de paso nos enteraremos de cuantas costillas se
ha roto y, a lo mejor tiene algún riñón roto o algún pulmón suelto.
¡Ay, muy señoras mías! Como dice la
canción,” me voy a hacer un rosario con los dientes de marfil”. De marfil o de
lo que sea, pero yo más bien me haría un relicario con sus lenguas de doble
filo y de “coral”, pero coral de de huerta y picante.
Qué hermosura de muertas, exclamó el Mosen,
frotándose las manos, el día que las enterró.
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